El caos en las residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid se ha visibilizado por las declaraciones de la Ministra de Defensa, Margarita Robles, contando lo que han encontrado los militares al acceder a alguna de ellas: fallecidos en las camas y mayores mal atendidos. Las trabajadoras avisaron y nadie hizo caso de lo que ocurría en estos lugares.
Todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza, menos las propias trabajadoras de esos centros, que llevan denunciando desde hace días la situación de caos y descontrol que sufren, sin que sus palabras tuvieran ningún eco. Es más, se les ha intentado silenciar desde las direcciones de algunas de estas residencias. En este vídeo recogemos las quejas y avisos que ya lanzaron la pasada semana, y que han desembocado en una situación dantesca.
«Lo estábamos avisando»
Marina (nombre ficticio para proteger su identidad real), trabaja en una de estas residencias. Ya contaba el viernes pasado, día 20 de marzo de 2020, que ellos mismos tenían que trasladar a los fallecidos en sillas de ruedas porque no disponían de camillas, y que no sabían dónde iban a tener que dejarlos. Entre lágrimas recuerda que “lo estábamos avisando y nadie nos hacía caso”.
Normalmente las empresas funerarias recogen los cadáveres diariamente, pero ahora se han multiplicado por seis los fallecimientos y no hay material, ni personal para hacerlo, aseguran desde una de ellas.
Juani, con la voz entrecortada, cansada y triste, cuenta a Aquí Madrid que en su residencia, entre el jueves y viernes fallecieron cinco personas. Llamaron a la funeraria y cuando llegaron solo tenían sitio en el furgón para llevarse a dos de ellas. Los otros cuerpos se tuvieron que quedar encima de la cama, esperando.
También en situaciones normales se quedan en la cama, pero siempre se los llevan el mismo día del fallecimiento.
Caos, angustia y desesperación
Nadie hizo caso de lo que ocurría, la situación de caos en las residencias continúa y hay tal falta de personal y medios que los abuelos se quedan sin atender, ni desayunar hasta mediodía. Se pasan ocho horas sentados sin que se les puedan hacer cambios posturales.
Se alegran de que los soldados de la UME desinfecten las residencias, pero siguen reclamando que lo que necesitan es personal y medios para cuidar de los residentes.
Angustia, desesperación, llantos desconsolados, es la tónica general estos días, pero hay que continuar. “A nosotros sí nos importan los abuelos que cuidamos y se nos están muriendo”, cuenta Juliana, trabajadora de otra de estas residencias, que no pudo evitar un ataque de ansiedad cuando, agarrada a la mano de Carmen, que le decía que no se marchase porque se estaba muriendo, escuchaba a María, en otra habitación, agonizando, y sabiendo que dos habitaciones más allá, otra residente acababa de fallecer. “Es duro, muy duro. Dos, tres, cuatro, todos los días”
Con algunos de los residentes les unen afectos desde hace muchos años y ni Juliana, ni sus compañeras soportan ver sufrir y morir a los residentes. Muchas compañeras es han dado de baja, para no contagiarse ellas o no contagiar a los ancianos, otras anteponen su propia salud para seguir cuidando de ellos, pero no pueden más.
Juani encuentra fuerzas todos los días a las 7 de la mañana para mandar un wasap con mensajes de ánimos para todas sus compañeras, siendo consciente de que muchas están en una situación precaria, sabiendo que tienen grandes posibilidades de contagiarse.
Sigue faltando material y personal
Hoy, las autoridades se alarman, e incluso la fiscalía tomará cartas en el asunto. Ahora que han encontrado fallecidos en las camas de las residencias, pero cuando ellas enviaban SOS alertando de la situación, eran unas alarmistas, y algún director de residencia les decía que no se pusieran mascarilla porque alarmaban a los usuarios y a sus familiares.
Ni sus lagrimas, ni sus llamamientos han servido para reforzar el personal, ni para recibir los medios de protección adecuados. Mientras, siguen pidiendo ayuda y denunciando el caos en las residencias. Solo les queda seguir sosteniendo las manos de sus residentes, mientras el Covid-19 acaba con las vidas de muchos de ellos.
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