Con motivo del Día Mundial de la Biodiversidad, que se celebra hoy 22 de mayo de 2020, Greenpeace recuerda que el planeta se enfrenta a una crisis sin precedentes, puesto que el impacto humano está causando una pérdida masiva de especies y arroja conclusiones aterradoras: un millón de especies se encuentran al borde de la extinción.

El informe del IPBES (Panel Internacional de Expertos en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos) de Naciones Unidas, publicado en 2019 por primera vez desde hace 14 años, señala que el impacto humano está causando una pérdida masiva de especies y arroja conclusiones aterradoras: un millón de especies se encuentran al borde de la extinción, una cifra sin parangón en la historia de la humanidad. De hecho, la desaparición de la biodiversidad global está ocurriendo mil veces más rápido que si ocurriera naturalmente. 

«En plena crisis de COVID-19, cabe recordar que los ecosistemas intactos proporcionan barreras naturales a enfermedades como esta. El dinero público no debería invertirse en rescatar a las empresas más contaminantes, sino a cuidarnos protegiendo la naturaleza, y a permitir la transición de las personas trabajadoras hacia empleos verdes, apoyando también una España rural que nos brinde lo que necesitamos para una vida sana”, ha manifestado Pilar Marcos, responsable de biodiversidad en Greenpeace España.

Ante la celebración del Día de la Biodiversidad, este año Greenpeace quiere destacar seis amenazas:

Aumento de deforestación

Si bien la pandemia actual puede parecer un evento único en este momento, no es una excepción: es solo la última de muchas enfermedades zoonóticas que han cruzado de animales a humanos, desde SARS a H1N1 (gripe porcina), de la gripe aviar al ébola. Las actuales dinámicas de destrucción de la naturaleza están detrás del salto de patógenos desde la fauna salvaje a los seres humanos, las conocidas como zoonosis. Así, los científicos han señalado que la deforestación en zonas tropicales ha estado entre los principales factores de transmisión de enfermedades y obliga a la comunidad internacional a poner fin a la expansión agrícola para la producción de materias primas (carne, soja, aceite de palma…) en países como Brasil o Indonesia. Esta realidad hace imprescindible poner en práctica nuevas políticas en la UE para impulsar el fin del comercio mundial de vida salvaje y también una política agroalimentaria que rompa la dependencia de estas materias primas.

Amazonas

Según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), en los primeros cuatro meses de 2020, las alertas de deforestación en tierras indígenas en la Amazonía brasileña aumentaron un 64 por ciento, en comparación con el mismo período del año pasado. Esto significa que 1360 hectáreas de bosque, equivalentes a 1865 campos de fútbol, ​​fueron deforestadas dentro de los territorios indígenas de enero a abril de este año. 

En los últimos cuatro años, se han descubierto 600 nuevas especies de plantas y animales en la Amazonía, a pesar de las dificultades con las que se encuentra la investigación en este país y los recortes de presupuestos que afectan a la ciencia y la conservación del medioambiente. Pero, desafortunadamente, muchas de estas especies solo se identifican cuando su hábitat y existencia ya están en grave riesgo, debido a la deforestación para expandir la frontera agrícola, la tala ilegal y el robo de madera, la minería y las obras de infraestructura. Estamos perdiendo riquezas que ni siquiera sabemos. 

Los océanos, en peligro

El 66 por ciento de los mares muestra una alteración severa por el impacto humano, lo que está provocando el declive en la cantidad y diversidad de vida marina. Sabemos más de la superficie de la luna que del fondo de los océanos. Entre 2000 y 2010, se censaron más de 6000 nuevas especies desconocidas hasta la fecha en aguas abiertas. Esto indica hasta qué punto es desconocida la biodiversidad marina en alta mar. Precisamente, este sábado 23 de mayo se celebra en todo el mundo el Día Mundial de las tortugasy Greenpeace advierte de que seis de las siete especies de tortugas marinas están en peligro de extinción.  

Los actuales mecanismos para proteger los océanos no están funcionando. A día de hoy, sólo el tres por ciento de las aguas internacionales están protegidas y no hay instrumentos legales que permitan la creación de santuarios en aguas internacionales. Por ello, la organización ecologista reitera la necesidad de un Tratado Internacional de los océanos que proteja, como mínimo, el treinta por ciento de los océanos para 2030.

Polinizadores en declive

En el mundo existen más de veinte mil especies de abejas conocidas. Junto con muchos otros polinizadores, desarrollan un papel vital para los ecosistemas y la seguridad alimentaria. Pese a su incuestionable importancia, sus poblaciones están en declive. Según el IPBES, más del cuarenta por ciento de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas, se enfrentan a la extinción, así como el 16,5 por ciento de los polinizadores vertebrados. En España,pese a que faltan datos detallados sobre el estado actual de conservación de los polinizadores, algo que debería solucionarse con urgencia, “la información disponible para invertebrados muestra resultados alarmantes, puesto que la mitadde las especies estudiadas están amenazadas”.

La UE está dando pasos importantes en su protección, desde la prohibición de algunos plaguicidas hasta la Iniciativa de Polinizadores o la Estrategia de Biodiversidad publicada esta semana. Pero falta pasar de las palabras a los hechos y una acción coordinada a nivel mundial. Cabe recordar que España es uno de los países de la UE que más plaguicidas utiliza y que sólo un 9,3 por ciento de su superficie agrícola es de agricultura ecológica.

La excusa de la reactivación post COVID-19

Naciones Unidas alerta de que la principal causa de pérdida de biodiversidad en el mundo, por encima de los impactos derivados del cambio climático, son los cambios en el uso del suelo. Y, precisamente en nuestro país, Greenpeace ha avisado ya de que diversos gobiernos autonómicos están aprovechando el amparo de la reactivación económica para cuando se salga de la pandemia, para promover la construcción sin suficiente evaluación ambiental, lo que tendrá negativas consecuencias ambientales, sociales, económicas y de salud pública. 

El colapso ecológico del Mar Menor, en grave peligro desde hace décadas a pesar de ser un enclave único por su biodiversidad, es un buen ejemplo de estas dinámicas: primar el beneficio privado empresarial no genera mayor riqueza y bienestar para la sociedad. Al contrario, los problemas ambientales que se originan, repercuten sobre diversos sectores socioeconómicos, generando un perjuicio colectivo mayor. 

También el adelgazamiento normativo realizado por la Junta de Andalucía promueve un modelo económico y territorial basado en ladrillo, golf y turismo. Una serie de proyectos urbanísticos que, por su tamaño o su ubicación en enclaves de alto valor ambiental y paisajístico, son un peligro para la biodiversidad y los ecosistemas andaluces como son los proyectos urbanísticos del Pinar de El Palmar o Valdevaqueros, en Cádiz, o la playa de Maro – Nerja en Málaga.

La España rural (agua y fuego)

España ha apostado históricamente por una política hídrica destinada a cubrir cualquier demanda por insostenible que sea. Así, en la actualidad y según los datos que maneja Greenpeace, existen más de un millón de pozos ilegales de los que se extrae anualmente el equivalente a lo que consumirían 118 millones de personas (más de 7000 hectómetros cúbicos por año). 

Las administraciones están mirando a otro lado mientras un recurso imprescindible para la vida es saqueado y utilizado para hacer negocio. Por otro lado, y pese al alto riesgo de desertificación y a que la sequía es un fenómeno habitual en España, se ha apostado por una agricultura de regadío intensivo, sobredimensionada y no adaptada al clima mediterráneo, que consume casi el 85 por ciento del agua. 

Y la deficiente gestión hídrica no solo afecta a la cantidad, también a la calidad del agua. El 44 por ciento de las aguas superficiales y el 42 por ciento de las aguas subterráneas están en mal estado ecológico, y más del veinte por ciento de todos los ríos de España están catalogados como ‘muy modificados’. De hecho, Europa ha sancionado a España en varias ocasiones por el vertido de aguas sin depurar y, recientemente, ha abierto un procedimiento de infracción por el incumplimiento de la Directiva de Nitratos. La contaminación por aguas residuales es, por su volumen e intensidad, el factor que más afecta a la calidad de las aguas continentales españolas.

Por otro lado, los grandes incendios forestales son altamente responsables de la pérdida de ecosistemas. Según la estadística general de incendios, el 23,75 por ciento de la superficie forestal que ardió durante el decenio 2005-2016, lo hizo dentro de un área protegida. Los grandes incendios forestales contribuyen a disminuir los bienes y servicios ambientales que proporcionan los ecosistemas, especialmente las masas forestales que proporcionan el mantenimiento de la diversidad genética, la conservación de fauna amenazada, la capacidad de generación de lluvias, la protección del suelo frente a la erosión…y un largo etcétera.

La prevención de los grandes incendios forestales, por tanto, es clave para proteger la biodiversidad del territorio. Para ello, es fundamental reducir el riesgo de incendio tanto en la ignición (96 por ciento por causas de origen humano) como en su propagación. Y en ese nuevo paisaje, es necesaria la dinamización del medio rural, con el fomento de la gestión forestal adaptativa al cambio climático, que haga a las masas forestales menos vulnerables al fuego.

Se hace también imprescindible la valorización de nuestros ecosistemas y el conocimiento de las perturbaciones que los afectan para poder prevenirlos y mitigarlos. La percepción del riesgo de la población sobre impactos como las inundaciones o los incendios cada vez más intensos por el cambio climático son ejemplos que protegen a la biodiversidad y a la población.

Concha Moreno
Periodista. Tras más de 30 años en el sector de la construcción en una publicación para profesionales, me dediqué al mundo de la solidaridad a través de un partido político, ocupándome de la comunicación. Esa época determinó el comienzo de un camino dirigido a la defensa de los derechos humanos, a la denuncia. Poco después me instalé en México. Publiqué en un par de periódicos y en una revista literaria, donde edité poesía. A través de Periodistas en Español comencé a relatar lo que sucedía allí. Tras siete años de estancia en el país azteca, en 2018 regresé a España.

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