En la Suma Flamenca nos vemos casi a diario ante el dilema de elegir entre dos espectáculos. Uno en Teatros del Canal y otro en otra sede. No me fue difícil en esta ocasión; se trataba de la enésima despedida de la que fue gran bailaora, quien ya andaba por los madriles en la época de Los Canasteros y que llegó a ser un icono del baile gitano más racial; o de inclinarme ante la juventud de un guitarrista que ya viene armando mucho ruido, por toque, por creatividad y por su alegría de vivir. Hablamos de Yerai Cortés, quien estuvo en el Teatro de la Abadía, sala San Juan de la Cruz.
Guitarra coral, era estreno para mí, pero no en Madrid. Y yo que soy enormemente receptiva a sumergirme en otras dimensiones, según con quién, en cuanto terminó su toque solista de inicio al concierto, con cante incluido un poco por lo bajini, un poco como para ponerte en expectativa de algo que no se espera, y un apagón más que significativo, reapareció en escena con sus seis musas, al punto de hacer pensar porqué no eran nueve, hasta que caí en la cuenta de que aquí bastaban seis, la de la Historia, la de la Música, la de la Comedia, la de la Tragedia, la de la Danza y la de la Lírica.
Vestidas de blanco, todas diferentes, como era de rigor mitológico. Aunque aquí se llamaban, vamos, se llaman María Reyes, Triana Maciel, Nerea Domínguez, Elena Ollero, Salomé Ramírez y Macarena Campos. Nombres míticos donde los haya.
Hasta tal punto que se diría o al menos así lo percibí yo, que eran ellas las inspiradoras del artista de cabecera, el protagonista, Yerai Cortés, con sus cantes y palmas, su omnipresencia en el espacio escénico y que Yerai, el creador, inspirado por ellas, nos trasladara a un flamenco de ninguna vanguardia, simplemente a un flamenco en otra dimensión, con otras músicas y letras históricas, a veces de poetas muertos, como en ciertos Jaleos…
Y Yerai, en su mundo particular, gozando, disfrutando, tocando, haciendo cambios sobre la marcha, entrando en éxtasis, en plan de hacernos percibir a toda prisa por donde iba. ¿Balada, jota, tangos, taranto, cantes de trilla, algo muy enraizado en la tierra, alegrías, rematando por fandangos o bulerías? Y ¿qué importa?
Lo que importa, como siempre en el flamenco, es lo que te hacen sentir. Concierto para la diversidad. Que cada uno sienta lo que percibe, y el número de las percepciones humanas puede ser casi infinito.
Creo y quizá me equivoque, que de humanos es equivocarse, que hubo otro inspirador, no presente, en esta Guitarra coral. C. Tangana, por medio de su ópera prima en cine, La guitarra flamenca de Yerai Cortés, estrenado en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, en la sección Nuevos directores. Oímos decir que el filme sumerge en una experiencia musical única. Como el concierto que reseñamos. En cines, a partir del 20 de diciembre.
No quiero marcharme de aquí, donde he echado un rato muy placentero, sin mencionar a los responsables de iluminación, importantísima en este concierto, en clave de facilitar inmersiones en otras dimensiones, Andreu Fábregas. Y de sonido, otro tanto de lo mismo, Javier Álvarez.