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Y de la jornada laboral infantil, ¿qué?

Deberes escolares para madre e hija ©123RF

Julio Collado Nieto[1]

Sostiene Pereira que estos días ha leído mucho sobre la jornada laboral máxima. Hace ya cuarenta años que se hizo el último cambio: se bajó de 48 horas semanales a cuarenta, la misma que legisló la Segunda República. La Dictadura había vuelto a las 48 horas que venían del 1920. Así es que, bienvenido sea este nuevo impulso en pro de la calidad de vida de las trabajadoras y trabajadores.

A ver si llega a buen puerto el proyecto de rebajar el listón a las 37 horas y media y, una vez aprobado, se cumple. Ya está bien de echar horas extra (sin cobrar o en dinero negro) y alargar la jornada sin control. A fin de cuentas, se trata de compaginar el trabajo y el ocio de modo que «se trabaje para vivir y no se viva para trabajar»a lo que se ven obligados muchos.

Así, no queda tiempo para el ocio, para el cuidado de niños y mayores, para el arte, para la conversación reposada, para el paseo… Todo el mundo va de allá para acá corriendo y, hasta los niños y adolescentes, tienen una agenda agotadora.

Muchos trabajos no dignifican, como mantienen algunos aprovechados, sino que esclavizan. Por eso, hay que alegrarse por el rebaje del tiempo de trabajo, que, por algo será, viene del latín tripalium: instrumento de tortura.

Aprovechando este debate sobre la jornada laboral adulta, valdría la pena reflexionar sobre el tiempo de trabajo escolar de los niños y los adolescentes, no ocurra que la suya sea tan larga o más que la de sus mayores y, como ellos, tengan muy poco tiempo libre para el ocio.

Algunas preguntas son muy pertinentes al respecto:

¿Cuál es la jornada laboral de los infantes y de los adolescentes que, después de sus horas de clase, tienen que hacer deberes extraescolares en casa o acudir a clases particulares de inglés, de lengua, de matemáticas, de física, de química o …?
¿Cuál es la jornada laboral de un adolescente que tiene que emplear el fin de semana para preparar el examen del lunes y hacer deberes todos los días durante dos o más horas?
¿Por qué hay que convertir a las madres en profesoras de lengua o matemáticas y robarles tiempo para ser madres de la vida que es su papel?
¿Cuántas broncas familiares provocan este modo de alargar la jornada laboral?
¿Cómo van a ir contentos al Colegio o al Instituto si tienen que lidiar con un montón de asignaturas de innumerables contenidos cada una?

El aprender y el saber exigen tiempo sereno, reflexivo y amable, calidad más que cantidad: «Cabezas bien ordenadas, no bien llenas», como pedía en el siglo diecisiete el filósofo y matemático Descartes.

Hay que revisar la jornada laboral infantil y escuchar más a los escolares.

Esta conversación que escuchó un día Pereira explica lo incomprensible de la situación: «Unas madres jóvenes, sentadas en uno de los bancos del parque, vigilando de cerca las correrías de sus retoños, se quejaban de la escuela. Un niño de siete u ocho años, hacía esfuerzos por terminar los deberes de lengua. La madre le pedía que hiciera una frase con la palabra «río». ¿Conocería el niño el nombre y la vida del Adaja? El niño, con ansias de terminar cuanto antes, exclamó: «un río grande». Su madre, haciendo de maestra, le recriminó: «¡Qué manía con las frases cortas!», ¿qué hace el río? «El río corre muy deprisa» y «Esta es bien larga», apostilló el niño. Y la escribió corriendo para ir a jugar y a aprender con sus amiguitos».

  1. Julio Collado Nieto (Muñopepe, Ávila, 1949). Maestro, poeta, columnista del Diario de Ávila, conferenciante, coordinador de talleres literarios en institutos abulenses y en la Fundación Ávila y animador de Campañas de Animación a la Lectura. Autor de libros infantiles y de cuentos, poemas y relatos en revistas y en antologías varias.
  2. Artículo difundido por José Antonio Sierra

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