En Literatura se suele utilizar el calificativo decimonónico para desacreditar una obra, calificarla de anacrónica, situarla fuera de las corrientes contemporáneas, al margen de las vanguardias.
Personalmente vuelvo con frecuencia a la lectura de novelas decimonónicas porque creo que el siglo diecinueve proporcionó algunas de las mejores y de las más importantes de la literatura universal de todos los tiempos.
Fue una corriente que se dio además en muchos países de forma simultánea. Francia tuvo a Víctor Hugo, Flaubert, Zola, Balzac… Inglaterra a Dickens y Walter Scott, Rusia a Tolstoi y Dostoievski, Italia a Salgari y Manzoni, España a Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo Bazán, José María de Pereda, Juan Valera, Galdós, Blasco Ibáñez… Y Portugal al gran José Maria Eça de Queirós, uno de los más injustamente olvidados a pesar de ser, según Harold Bloom, comparable a Balzac en calidad.
Un tema que los escritores del Diecinueve han tratado con mucha frecuencia en sus novelas es el del adulterio. «Mme. Bovary» de Flaubert, «Ana Karenina» de Tolstoi, «La regenta» de Clarín… tienen como eje central de sus historias las infidelidades de las protagonistas de las tramas (incluso en sus títulos), y aunque los adulterios fueran más frecuentes en los hombres, siempre eran los de las mujeres los que suscitaban más escándalo y mayores condenas. La literatura, en fin, no hace más que recoger una realidad que evidencia la mentalidad y los valores de la sociedad de su tiempo.
Se publica ahora una nueva edición de «El primo Basilio» (Sial/Narrativa), una de las novelas más importantes de la literatura portuguesa del Diecinueve y posiblemente la mejor de Eça de Queirós, en traducción a cargo de Vicente Araguas, buen conocedor de los idiomas y de las literaturas portuguesa y española.
«El primo Basilio» tiene también como tema central el adulterio, si bien Eça de Queiros, a diferencia de otros autores, lleva al título de la novela no a la protagonista sino a Basilio Brito, el hombre que la sedujo y la hizo cometer la infidelidad que puso en riesgo su matrimonio.
Eça de Queirós (1845-1900), diplomático y escritor de inquietudes progresistas y formación cosmopolita, formó parte del colectivo Os Vencidos da Vida, un grupo de novelistas, poetas e intelectuales que agitaron la vida política y cultural portuguesa del Diecinueve.
Mientras ejercía de cónsul hizo de corresponsal en Londres y París de la brasileña «Gazeta de Noticias», en la que también colaboraba Machado de Asis, donde escribía crónicas de política, de moda o de los problemas del transporte público mientras ejercía de crítico literario (hay edición española de Acantilado con el título «Ecos de París»).
Su método era observar la sociedad y analizar el papel de las multitudes anónimas en los cambios sociales, un procedimiento que utilizó también en sus obras literarias.
Aunque su novela más conocida es «El crimen del padre Amaro», sobre todo por sus adaptaciones al teatro y al cine, la obra maestra de Eça de Queirós, junto con «La reliquia», es «El primo Basilio», calificada por Martín de Riquer como «una de las mejores novelas jamás escritas».
En efecto, el autor lleva a las páginas de esta novela el tema del adulterio, tratado aquí con una intensidad expresiva pocas veces registrada en la literatura, tanto en sus aspectos sociales como en las escenas más íntimas en las que se consuma.
La personalidad de los dos protagonistas centrales, Luisa y Basilio, se va perfilando desde las primeras páginas de la novela hasta adquirir una profundidad ética y sicológica que va proporcionando al lector los elementos suficientes para enjuiciar la moralidad, las ambiciones, los deseos y las aspiraciones de ambos.
Eça de Queirós defiende los de la mujer, más auténticos y sinceros, más directos, más sublimes, frente a los del hombre, un donjuán que antepone sus ansias de seducción y deseo sexual al supuesto amor que dice sentir por su conquista. Una constante que la literatura recoge de la realidad.
Es mérito literario de Eça de Queirós en esta novela, delinear con una precisión y una intensidad literaria excepcionales, las figuras de unos personajes secundarios cuyas acciones resultan fundamentales para el desarrollo y el desenlace de la trama novelesca.
La figura de la asistenta Juliana, encarnación de la maldad movida por la ambición; la de Leopoldina, la amiga libertina de Luisa, que valora los placeres de la vida por encima de las murmuraciones que su conducta licenciosa despierta en la sociedad conservadora; la amistad y fidelidad de Sebastiao, dispuesto a arriesgar su reputación para salvar un matrimonio en peligro…
Otros personajes representan aquí a la decadente sociedad del fin de siglo lisboeta. El consejero Acacio, político monárquico con inquietudes literarias de prosa solemne y engolada, de conducta aparentemente decorosa pero con una vida secreta de amoríos espurios. Ernestinho, autor de teatro vanguardista dispuesto a cambiar el desenlace de sus obras según los intereses de los empresarios de las salas. Joanna, la joven cocinera de la casa, ingenua y bondadosa, ajena a los afanes y ambiciones que se despliegan a su alrededor. Todos ellos conforman un universo que retrata la sociedad clasista de la Lisboa finisecular y personifican sus vicios y sus virtudes.
La novela es también, en fin, una descripción de los lances tortuosos por los que atraviesa una víctima de la sociedad y de las costumbres de su tiempo, narrados con la intensidad de un thriller y la emoción de un desenlace insospechado.