Ya vamos por el tercer manifiesto de los firmados por mandos militares retirados. Los firmantes de los tres manifiestos alcanzan la cifra de quinientos -hay unos veinte mil militares retirados- y entre ellos hay condenados por el 23F, un candidato de Vox y un nieto de Franco.
En dichos manifiestos atacan al gobierno legítimamente elegido -después de repetidas elecciones generales- calificándolo de «social-comunista», y lanzan acusaciones de que está poniendo en «grave riesgo la unidad de España y el orden constitucional».
¿Estamos solo ante el «ruido de sables oxidados» de unos nostálgicos militares, viejos franquistas fuera de servicio… o hay un serio proyecto detrás, y de quién?
La concatenación de los tres manifiestos, publicados escalonadamente hasta el Día de la Constitución, han buscado crear oposición en el seno de las Fuerzas Armadas contra un gobierno de coalición que va a aprobar los presupuestos con mayor gasto social de la historia, una realidad que posibilita la estabilidad del gobierno en lo que queda de legislatura.
Los manifiestos forman parte de la campaña de desestabilización, de acoso y derribo al gobierno, y que da un salto importante con este agresivo movimiento. Obviamente no va a haber ningún pronunciamiento militar, ni mucho menos fusilamientos. El poder de las clases dominantes no está en cuestión en este momento, ni corre un peligro inmediato.
Un proyecto hegemonista
Pero el hegemonismo y la oligarquía no lo tienen todo «atado y bien atado». El proyecto hegemonista de saqueo y degradación de España se enfrenta a importantes resistencias por parte de un gobierno de coalición que está bajo la influencia del viento popular, y que ahora -tras la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE)- tendrá una mayor capacidad para desplegar sus políticas, y más posibilidades de acabar la legislatura.
Mientras, por un lado, Bruselas exige a España que reforme las pensiones y aún más el mercado laboral, por el otro lado, el gobierno de coalición (en particular su ala izquierda) insiste en la derogación de la reforma laboral de Rajoy, pone sobre la mesa la semana laboral de cuatro días, e impulsa un acuerdo del Pacto de Toledo en el que -bien es verdad, que propone los planes de pensiones de empresa- también da satisfacción a una de las exigencias del movimiento pensionista: la vinculación de las pensiones al IPC; lo que ha sido «desaconsejado» una y otra vez por las «recomendaciones» del Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y nuestro Banco de España.
El proyecto de saqueo hegemonista y los intereses oligárquicos necesitan dar un salto, y ello conlleva problemas y fricciones con el gobierno más a la izquierda de la UE. Por eso deben someterlo a un férreo marcaje. Por eso no son sólo los manifiestos de los militares, ni tampoco Vox, los que lanzan continuadamente ataques que acusan al gobierno de ser «ilegítimo» y un «peligro para la Constitución y la unidad de España» calificándolo de «socialcomunista», son también medios de prensa como El Mundo, el ABC y la Razón, y son las declaraciones de Pablo Casado y de Díaz Ayuso.
Cuando hay eco en los medios internacionales,
hay intervención hegemonista
Entre los firmantes de los manifiestos podemos encontrar unos cuantos militares que han sido miembros del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) -un aparato del corazón del Estado y con fuertes vínculos con el hegemonismo-, es decir, son palabras mayores. El columnista Marcello -seudónimo del periodista Pablo Sebastián– nos avisa de que hay malestar en las altas esferas del Ejército, y señala el camino: «ya ha llegado a la prensa internacional y, seguramente, a muchas embajadas acreditadas en Madrid y por supuesto a la OTAN».
«Los comunistas son un peligro, le dicen los generales al rey español» es el titular en portada del británico The Times, sobre los manifiestos. La agencia estadounidense Bloomberg valora que «con este acuerdo [presupuestario] es probable que Sánchez pueda mantenerse toda la legislatura, dándole tres años para hacer que funcione su apuesta». Y advierte que «esta perspectiva enfurece a la oposición conservadora», recordando que las divisiones ideológicas en España «son profundas». Y pronostica provocativamente un futuro en el que «la cultura de guerra se intensifique».
Sus amos internacionales
En los manifiestos aparecen militares de alta graduación vinculados a la extrema derecha, y los argumentos que se usan en ellos -como gobierno «socialcomunista»- son claramente coincidentes con los de Abascal y sus ultras. Pero, aunque los manifiestos tengan una base de franquistas autóctonos, Vox es un producto importado, transgénico, y Abascal es un falso patriota. De hecho, desde sus inicios, ha sido impulsado, financiado y teledirigido por la fracción de la clase dominante estadounidense que ha sostenido a Trump. Es la voz de su amo.
Por ello, cabe preguntarse si detrás de este movimiento existe una maniobra de la línea Trump en España, que le permita dejar asentada su influencia en nuestro país. Algo que -dado el papel de nuestro país en el tablero europeo post-Brexit- puede a su vez permitirles incidir en la política europea, en lucha contra lo que interesa a la otra fracción que en Estados Unidos apoya a Biden.
Hay que tener presente la agudización de la lucha entre las dos fracciones -representadas en torno a dos líneas, la de Biden y la de Trump- de la clase dominante norteamericana. Aunque la administración Biden dirigirá Estados Unidos a partir del próximo 20 de enero, la administración Trump todavía sigue en la Casa Blanca, y está maniobrando acelerada y agresivamente para dejar todo lo «hipotecada» que pueda la situación internacional, para que la línea Biden no tenga un amplio margen de maniobra, sino unos cauces lo más estrechos y condicionados posibles, marcándole así los límites que no deben traspasar. Un ejemplo ha sido el reciente asesinato del principal científico nuclear iraní, lo que «envenena» las posibilidades de reconstruir el Acuerdo Nuclear con Irán.
Y la agenda oculta de la OTAN
Y además estos movimientos en el Ejército tienen lugar en un momento donde también la OTAN se está reconfigurando en función de las necesidades del hegemonismo y de la nueva línea Biden. Y coincide también con el año cuando se tiene que renovar el Tratado que permite a Estados Unidos tener bases militares en España.
Desde hace meses y de forma explícita, la OTAN se está «reinventando» para hacer frente a la emergencia de China, reorientándose para trasladar cada vez más recursos hacia el área del Asia-Pacífico. Algo en plena concordancia con la línea del «multilateralismo hegemonista» de Biden, que pone un especial acento en conformar una coalición de países -con Europa y la OTAN como punto de partida, pero que incluye a Japón, Australia y Corea del Sur- para sumarlos al cerco a China. Todo indica que, para el próximo gobierno norteamericano, esta OTAN «reorientada» va a tener un papel mucho más importante en el diseño de sus planes de mantenimiento de su dominio mundial.
Esto tiene una implicación muy seria para nuestro país. Supone que España está obligada no ya a aumentar el presupuesto militar hasta alcanzar un dos por ciento de su PIB (unos veinte mil millones de euros al año), sino que va a tener que encuadrarse mucho más obediente y firmemente en los planes de guerra del Pentágono.
Y otra, que la participación de España en la OTAN -presentada muchas veces por la izquierda como «garante de un Ejército moderno y democrático frente a las castas franquistas en su seno»- puede necesitar de nuevos impulsos, en forma de embellecedores climas de opinión.