Concierto de cante y toque organizado por el Círculo Flamenco de Madrid en el antiguo Teatro Alfil, hoy Teatro Flamenco.. Un concierto homenaje a Pablo Tortosa, pionero en producir conciertos flamencos en Madrid, en circunstancias que hoy no podrían reproducirse.
El presentador del concierto, Miguel Ángel Rodríguez, habló de un concierto flamenco en el cine Consulado, hace muchísimos años, un domingo a las once de la mañana, cuando la mayoría de madrileños no han salido aún a la calle y sin embargo las dos mil entradas del cine se agotaron.
El concierto de esta noche de jueves 23 de noviembre fue como aquel, otro mundo, otro flamenco. Dos veteranísimos jerezanos, Luis el Zambo de la familia y saga Sordera del barrio de Santiago, al cante. Domingo Rubichi guitarrista del barrio de San Miguel donde la saga de los Rubichi es motivo de veneración.
Fue un concierto por soleá, por seguiriyas y por bulerías para acabar. Emocionan porque actualizan hasta esta misma noche un mundo distinto al de hoy.
Santiago y San Miguel, los dos barrios de Jerez donde nació el cante flamenco.
Un concierto muy especial, como dijo Miguel Ángel Rodríguez, este flamenco dejará de escucharse cuando estos veteranos desaparezcan. Flamenco de raíz jerezana, flamenco de las fatiguitas, de las gañanías y fraguas gitanas, de los patios de vecinos. Por fuerza tenía que sonar así, como suena y emociona hasta la médula de los huesos. Porque nos evoca otra época, otra circunstancia, otra memoria.
Por eso dejará de sonar, porque ya ni hay patios de vecinos en Santiago ni en San Miguel, hace tiempo que nadie vive así, aunque permanezcan en la memoria de muchísimos jerezanos, incluso te digan los más jóvenes que los hubiera gustado conocerlos … de visita claro.
El flamenco de hoy, incluso el de Jerez, con su sello único en la Historia del Flamenco, ya nada tiene que ver con las fatiguitas, los patios de vecinos, las gañanías ni las fraguas, ni la falta de escolarización, con esa manera de vivir que quedó reflejada en un flamenco para la historia.
La sociedad ha cambiado para gitanos y payos, que viven en casas con agua corriente y caliente, cuartos de baño, cocinas con vitrocerámica y demás electrodomésticos; van a la escuela y muchos a la universidad, a conservatorios y otras escuelas de música. Viajan por el mundo, viven en un mundo distinto.
Por eso cantan, tocan y bailan de otra forma, con respeto a aquella raíz, pero creando otra raíz o al menos actualizándola. Hemos pasado de las mujeres que no pudieron profesionalizarse porque los hombres de su familia no lo permitían, a las artistas creadoras de sus propios espectáculos, mujeres que dirigen sus propias compañías.
Es la dinámica inevitable de la historia. Todo se mueve, nada permanece estático, todo cambia.
Por eso son igualmente flamencos Luis el Zambo, Domingo Rubichi y los más jóvenes. Representan lo que fue y lo que es el Flamenco, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Saludé a Pablo Tortosa al final del concierto. Para él, a sus ochenta y un años, ese mundo es el suyo, el que venera y comprende. «Hoy solo hay mediocridad», me dijo.
Cada uno en su mundo y respeto para todos. Cierto que da pena que algo se acabe. Pero es ley de vida.