El grito de la alarma lo lanza la comunidad médica, esta vez; esa, la de los aplausos, esa que no espera nada, salvo un respirador para poder curar a una mujer sentada en una silla en urgencias. No es mayor. Ya no sabemos lo que significa ser mayor, porque mayores, según dicen los colegas, son esas personas que tienen más de 65 años, pero el corte no está aquí.

Ellos deciden y eligen, sí, por duro que parezca, porque hablamos de salvar personas, y se pone en la fila la primera que tenga más probabilidades de sobrevivir. Apuestan en cada turno por ver a quién le asignan la cama, el oxígeno y, por tanto, la esperanza. Porque entre médicos existe el código deontológico, e Hipócrates lo llevan consigo. La medicina de guerra se está aplicando en los hospitales de España, sí, eso que no se dice en las comparecencias de los ministros, ni tampoco se le ha oído decir al presidente Sánchez, está sucediendo, especialmente, en los grandes de Madrid, en donde las personas no pueden elegir porque ya saben que nunca saldrán con vida.

No hay respiradores para todos; la cosa se complica: neumonías bilaterales, fiebre alta, descompensaciones si se padecen enfermedades sistémicas y/o crónicas, pero esa es la verdad. Mueren más personas de las que en otras circunstancias, con medios, hubiera sido posible atender, pero no, no estamos en ese contexto; este es dantesco, es real, pero no se cuenta porque haría fracasar al estado del bienestar, ese que procura vendernos la clase política y que se desmorona en quince días cuando superamos en muertos a varios países. Ora un fracaso renal, ora uno cardíaco. La persona muere ante los ojos de los que le han querido salvar, pero, entretanto, siguen entrando con los mismos síntomas otros y no pueden llorar, no pueden parar; tan solo asumir con impotencia su trabajo, y su deber es seguir.

Mientras eso sucede, los casos no paran de aumentar. Muertes y otros escenarios son los que llenan las urgencias de los hospitales de la Comunidad de Madrid; esa, la del progreso, eso decían antaño cuando aquí supuestamente estaba todo. No hay nada salvo desolación; la misma que encuentran los médicos que, aun infectados, acuden a trabajar hasta que la fiebre les vence. Esperan su turno, se van a casa, se curan y vuelta a empezar. Porque se es médico siempre, y solamente pueden salvar personas, no tienen otra misión. En su integridad está el deber y en su fuerza está ponerse bien para volver al lugar en donde se espera al siguiente paciente.

Ya no hablamos de especialidades, no hablamos ni siquiera de curarnos, hablamos de sobrevivir y que la persona que te escoge, sea pediatra, psiquiatra u oncólogo, te tienda la mano y te salve. Elegir, es la palabra más dura que hoy no se describe con rectitud, porque para ser recto, también tienes que ser valiente; los médicos lo son y la clase política no. No hablamos de muertos, hablamos de miles de personas que pueden morir porque en este marzo cuando se atisba la primavera, hemos visto demasiadas muertes ya.

La crueldad del escenario se asemeja al peor de los destinos, porque el que nos queda se parece a algo dantesco que desconocemos todavía. Eso se llama enfermedad, eso se llama Covid-19, y ciertamente nadie nos dijo que fuera fácil, pero tampoco que desde Madrid íbamos a contagiar a toda España.

Las iniciativas son pocas y el número de casos es mucho mayor de lo que se dice, por ello varios doctores comprometidos con su profesión han lanzado una encuesta que no pide datos relevantes, pero sí los necesarios para que podamos saber realmente el alcance de la enfermedad.

Apoyados en la estructura de la Fundación iO, una organización sin ánimo de lucro, han puesto todo su esfuerzo para realizar una representación gráfica de los datos que se traduzcan en frenar la epidemia del Covid-19. Mediante un cuestionario pretenden estimar el número de casos reales que permanecen en sus domicilios y que no se están contando como «enfermos».

Bajo los tres pilares de la epidemiología, (lugar, época y persona), situarán los casos en el espacio y en el tiempo. El equipo ha llegado a esta conclusión, porque consideran que es la manera más rápida y aproximada de obtener información orientativa y es una idea técnicamente factible que puede producir resultados en pocas horas o días.

No existe ningún conflicto de intereses ni tampoco de ánimo de lucro, añade el doctor Garitano, uno de los médicos que ha lanzado esta iniciativa; tan solo quieren conocer cuándo comenzaron los síntomas, en qué lugar debutó la enfermedad, su género y cuántos años tiene.

El equipo que integra Covid19Trends son los doctores: Ignacio Garitano, Manuel Linares, Koldo Ciria, Iratxe Salcedo, Ángel Gil de Miguel, Marta Gutiérrez y Laura Santos, entre otros colaboradores.

Tenemos que colaborar con ellos, tenemos que saber cuántos son los casos reales para poder protegernos más y, con ello, que el Gobierno se decida a cerrar la Comunidad de Madrid, para empezar, y vaya una a una, en particular. Esto es cosa de todos, como de todos, es sumarnos al carro de la estadística y que en España se empiece a hablar con la verdad por delante. Acaso no sería España. ¡Acabáramos!

Ana De Luis Otero
Periodista. Doctora en Ciencias de la Información. PhD. Máster en Dirección Comercial y Marketing. Fotógrafo. Consultora de Comunicación Socia directora LOQUETUNOVES.COM; Presidenta de D.O.C.E.( Discapacitados Otros Ciegos de España); Secretaria General del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia (CEDDD); Miembro del CEDDD autonómico de la Comunidad de Madrid; Miembro del Consejo Asesor de la Fundación López-Ibor; Miembro del Comité de Ética de Eulen Sociosanitarios; Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland); exdirectora del diario Qué Dicen. Divulgadora científica, comprometida con la discapacidad y la accesibilidad universal. Embajadora de honor "Ñ". Representante en EASPD Europe del CEDDD Inclusive Life

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