
Hay en la literatura española contemporánea ecos de una tradición memorialista que han cultivado, también en sus novelas, importantes escritores como Jorge Semprún y Francisco Umbral.
Uno de los mejores de este tiempo es Juan Cruz, quien ha convertido en género esa mezcla de memoria y de ficción con títulos como «Ojalá octubre», «La playa del horizonte, «La foto de los suecos» o «Retrato de un hombre desnudo».
Juan Cruz elabora una literatura en la que mezcla realidad y ficción sin que a veces se sepa dónde empieza una y termina la otra: «cómo no vas a inventar si estás escribiendo una memoria» dice el autor en otra de sus obras memorialistas, «Muchas veces me pediste que te contara esos años».
Además de la literatura y el recuerdo Juan Cruz añade a ese memorialismo su trabajo de periodista, donde ha venido dando testimonio de la cultura de nuestro tiempo en artículos, crónicas, reportajes y, sobre todo, en entrevistas con escritores importantes.
En su último libro, «Secreto y pasión de la literatura» (Tusquets), Juan Cruz recoge unas cuantas de las que hizo a lo largo de los últimos años como periodista cultural, a las que añade capítulos en los que rescata la memoria de algunos personajes a los que ha entrevistado y recrea los ámbitos culturales donde ha desarrollado su trabajo de periodista y también de editor.
Es en estos capítulos (fundamentalmente los dos últimos de este libro) donde la actividad memorialista está más presente, aunque cuando Juan Cruz entrevista a sus personajes también se está entrevistando a sí mismo, muestra retazos de su propia personalidad y de su vida.
En la presentación de este libro en el Instituto Cervantes de Madrid, el escritor Luis Landero, le decía que «retratando a los demás, te retratas a ti mismo».
A lo largo de estas entrevistas y de estos testimonios se sugiere el drama del paso del tiempo («una mano que escribe tachando», escribía también en el citado «Muchas veces me pediste…») y sobre todo la presencia de la muerte que es, también aquí como en otros de sus libros, una presencia que obliga al escritor a reflexionar sobre la vida y a rescatar del olvido a tantos amigos, a tantos compañeros que aquí evoca con nostalgia y ternura.
De algunos rescata viejas entrevistas y de otros escribe con melancolía los sentimientos que lo unieron a ellos. «La melancolía es la nostalgia sedimentada» nos dijo una vez en una entrevista publicada en «Periodistas en español» el 17 de julio de 2017.
De modo que en «Secreto y pasión de la literatura» están los que ya no están y también los que han significado algo en la vida del autor, sea ese algo la amistad, la profesión o las obras con las que le han regalado momentos felices.
Son entrevistas que tienen algo más que preguntas y respuestas. Tienen experiencias personales vividas por el autor con algunos entrevistados (Jorge Luis Borges bajo la cúpula luminosa del hotel Palace de Madrid, Juan Carlos Onetti en su cama de convaleciente perpetuo, Severo Sarduy en París en el momento que el escritor cubano recibía la peor noticia, en Londres con Cabrera Infante, en Madrid en los últimos días de Caballero Bonald).
A veces, en una sola frase, Juan Cruz resume, con un garabato genial, un rasgo definitivo de un autor: Manuel Vicent, «es quien mejor ha contado la belleza impagable de las pequeñas cosas»; Rafael Azcona, «un falso recluso misántropo», Rafael Reig, quien dice que «Todas las novelas son un atentado terrorista contra la sociedad», Fernando Aramburu, quien afirma que «Los libros me vacunaron contra el nacionalismo»…
Y en sus respuestas, como en sus novelas, los entrevistados nos vuelven a regalar pensamientos luminosos sobre su obra, sobre su trabajo, sobre la vida: «La infancia se acaba cuando te preguntan qué quieres ser de mayor» (Luis Landero), «La memoria histórica no tiene nada que ver con el pasado sino con el futuro» (Almudena Grandes), «Escritor es quien tiene problemas con el lenguaje» (Bárbara Blasco), «La originalidad es una nueva mirada sobre cosas existentes» (Antonio Orejudo), «He perdido la salud buscando un adjetivo» (Caballero Bonald)…
En un capítulo de este libro se cuentan los frustrados intentos de reconciliar a Gabriel García Márquez y a Mario Vargas Llosa muchos años después de que un lejano incidente que nunca nadie ha contado hubiese roto una amistad como ha habido pocas entre escritores… Y se incluye también un capítulo de «Fe de erratas» en el que se cuentan los desencuentros del autor, sobre todo en su calidad de editor, a veces causados por errores y otras por malentendidos.
El libro es, en fin, un elogio a la labor de la editorial Tusquets, a sus autores y también a sus fundadores Beatriz de Moura, Toni López Lamadrid, Juan Cerezo… quienes han creado un espacio que más que una editorial es una casa y un refugio para sus escritores. Dan ganas de publicar ahí.