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Una novela contra los totalitarismos

La novela de Álvaro Otero es una crítica a los totalitarismos que asolaron Europa durante buena parte del siglo veinte

Esta novela de Álvaro Otero, «La luz que nos guía», está inspirada en hechos reales, hechos que han ocurrido aunque quienes los hayan vivido no sean los personajes que los protagonizan. Ellos sólo sirven de soporte a este testimonio que es un claro alegato contra los totalitarismos.

A veces, ya saben, la realidad supera a la ficción, y en el canon estético de la literatura occidental la ficción nos parece buena cuando se parece a la realidad o, como en este caso, o cuando la realidad parece una ficción. Y hay que decir que lo que se cuenta en esta novela de Álvaro Otero ocurrió de verdad, está basada en hechos reales.

El escritor ruso Vladimir Nabokov lo dijo de forma más sencilla: «Sólo la ficción dice la verdad». Una cita muy adecuada para iniciar los comentarios a «La luz que nos guía».

Ciertamente, es la Historia (esa que se escribe con mayúsculas) la que decide cuáles son los acontecimientos que hay que destacar a lo largo de los siglos, la que recoge las grandes gestas, la que decide quiénes son los personajes que merecen pasar a la posteridad.

Pero tenemos que aceptar que hay unos protagonistas de esa Historia que son quienes la sufren, las víctimas de la violencia y el sufrimiento que desatan las guerras, las víctimas de los conflictos que nacen del enfrentamiento entre ideologías, las víctimas que padecen las injusticias que los poderosos ejercen sobre los vulnerables.

Hay un término registrado por los escritores de la Generación de 98, intrahistoria, que trata de acercarse a esas historias (con minúscula) que protagonizan y sufren las gentes anónimas cuyos nombres nadie recordará y cuyas vidas pasarán al olvido.

Son las historias de esas personas las que se cuentan mejor aproximándonos a la ficción literaria porque permite que nos acerquemos a sus dramas, a sus sufrimientos personales, a las tragedias de sus vidas.

La frialdad de la Historia (con mayúsculas) no se detiene en contar las vidas de esas personas. Por tanto es la literatura el mejor procedimiento para aproximarse a ellas y a sus sufrimientos.

Memoria del siglo veinte

Durante buena parte del siglo veinte Europa vivió convulsionada por los regímenes totalitarios que asolaron su territorio, causaron millones de muertos, provocaron guerras y hambrunas terribles que diezmaron poblaciones y desencadenaron los crímenes del Holocausto y el Gulag.

Fueron los totalitarismos los responsables de esa tragedia, las ideologías sostenidas en utopías fanáticas que prometían cambiar el mundo y crear el hombre nuevo ignorando la mejor cualidad de ese hombre, que es la libertad.

En esta novela, un grupo de jóvenes españoles inician sus recorridos ideológicos durante los primeros años treinta del siglo veinte llevados por la fascinación de esas utopías prometidas por los totalitarismos. Eran comunistas, anarquistas, falangistas, que confiaban en esas utopías por las que estaban dispuestos a entregar sus vidas.

Esa fascinación era la luz que guiaba sus acciones y su vida.

Para unos la luz era «el ejemplo deslumbrante de la Unión Soviética», como manifiesta la líder de una célula comunista de un pueblo español que arrastra a sus camaradas a una acción que provocará su exilio y los obligará a refugiarse en Moscú, donde se estrellarán contra la realidad que se ocultaba tras aquella utopía.

Para otros, los que se identificaban con el fascismo y el falangismo, la luz que los guiaba era el combate contra el comunismo y uno de los procedimientos fue hacerlo desde las filas de la División Azul apoyando al otro gran totalitarismo del siglo, el totalitarismo nazi. A estos será la realidad de la guerra la que los despertará de aquellos sueños utópicos. La luz que guió a todos ellos resultará ser una luz que en vez de iluminarlos los deslumbra y los ciega.

Álvaro Otero cuenta en esta novela los diferentes caminos que siguen aquellos personajes desde que salieron de España y el de los que se quedaron aquí apoyando el franquismo después de la guerra civil. Lo hace recorriendo con ellos los diferentes itinerarios en los que ven cómo se derrumban sus ideales y naufragan las esperanzas puestas en aquel futuro utópico.

Cuenta con una frialdad deslumbrante las penalidades de unos y otros hasta provocarnos la sensación de que algunas situaciones parezcan más distópicas que reales, lo cual no es verdad: sólo hay que leer la Historia (con mayúsculas) –y los relatos de Solzhenitsyn y Primo Levi– para darle la razón al autor de este libro cuando habla de las terribles consecuencias de la puesta en práctica de aquellas ideologías totalitarias.

El hambre, el frío, las humillaciones, las torturas, los asesinatos, el horror, el miedo, la guerra y su rastro de muerte y destrucción, están narrados con una descripción tan minuciosa y detallista que hace que el lector llegue a sentir todas esas sensaciones como si fuesen propias.

Hay episodios realmente estremecedores, otros que invitan a la compasión, muchos inquietantes y algunos terribles que provocan indignación, desasosiego. En muchos de ellos juega la fuerza de la Historia y en otros, como en las novelas y en la vida, el destino y la casualidad. Balzac decía que el azar es el mejor novelista del mundo.

Estructura narrativa

Desde el punto de vista literario destaca la estructura narrativa, una narración que va alternando las andanzas de cada uno de ellos, con flash backs y con historias paralelas que se desarrollan en escenarios diferentes y en lugares distantes, que se entrecruzan sin que en ningún momento el lector pierda el hilo narrativo.

La dispersión en el tiempo y el espacio de cada una de esas historias caleidoscópicas se va ensamblando con una precisión admirable en seiscientas páginas que aportan elementos necesarios para entender el desenlace, un desenlace imprevisible que es al mismo tiempo un brillante final simbólico.

A pesar de alguna anacronía, «La luz que nos guía» es una gran novela y no estaría bien que pasara desapercibida entre la maraña de publicaciones que inundan el mercado editorial.

Decía Albert Camus, en la crítica a «La náusea» de Sartre, que la novela es la filosofía expresada en imágenes. Hay aquí, además de unas historias atractivas desde el punto de vista literario, toda una filosofía que es al mismo tiempo una señal de alarma para que en el futuro (y aún en el presente en que vivimos), las sociedades no caigan en las mismas trampas en las que los totalitarismos las hicieron caer en aquellos años aciagos, llámense ahora populismos o ultraísmos de derechas y de izquierdas.

Así que esta novela es también una advertencia seria ante ciertas manifestaciones de las que por desgracia ya estamos siendo testigos. Es, en todo caso, una apología contra los totalitarismos.

Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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