El libro se titula «Después de la piscina» (Ed. Tres Hermanas). Su autora, Mar Carrillo, trabaja en el campo de la sicología, y a veces eso se nota en estas historias.
No se trata de relatos al uso, con planteamiento, nudo y desenlace, ni siquiera de historias que cuentan experiencias vividas por la autora. Son más bien sensaciones, sentimientos, reacciones ante algo que se escapa de las manos, como el tiempo; visiones entre lo real y lo onírico percibidas durante esos momentos previos al sueño o al éxtasis y tratadas en un lenguaje poético que invita a la evasión.
A veces recuerdan a algunos momentos vividos por la Alicia de Lewis Carroll y otras ese surrealismo se mezcla con realidades más concretas y con protagonistas reales: la ropa de vestir (la falda estampada con una orquídea roja, las blusas con hojas de su hermana), el agua (la ducha, la piscina, un baño en el mar, un paseo por la playa entre la niebla).
O a aspectos más prosaicos que remiten a la monotonía de la vida cotidiana: el cambio del sofá del salón, recoger la ropa tendida, la limpieza que obliga por fin a tirar la loza usada, los libros de cocina viejos, las facturas acumuladas durante años, los papeles del divorcio el arroz con leche y las manzanas caramelizadas.
Otras veces son los objetos los que se convierten en protagonistas y se rebelan: el cuaderno de notas que se queja, el abeto que cuenta el secreto de la mujer a los árboles que lo rodean y que despierta en ella el recuerdo de un secreto que sus padres impidieron conocer a Manuel cuando era un niño.
En esa vida entre paréntesis de «Nuestra casa» desfilan fugazmente personajes del mundo de las ficciones que nos acompañan: Alain Delon, Brad Pitt, Anthony Hopkins.
En ocasiones son las fotografías las que despiertan los recuerdos. La foto de cuando era joven, la de la modelo adolescente retratada con lágrimas artificiales como las que utilizaba Man Ray. Los tres retratos del neurólogo Vladimir Béjterer o las tres fotografías de un escritor en diferentes etapas de su vida.
El descubrimiento de «Rayuela» de Julio Cortázar y la invasión que amenaza en «Oleadas», que recuerda a «Casa tomada» del escritor argentino. Y en un viaje en tren, viendo pasar el paisaje a través de la ventanilla, las palabras transmiten sensaciones que van más allá de su significado: frémito, maresía, qipao, pericardio, escobillas de percusión…
Al final, la sensación que queda tras la lectura de estos textos es como la visión del cuadro blanco del relato «Diagonal», «un mundo sin arriba ni abajo, sin profundidad ni perspectiva, flotando en un blanco infinito».