Un Cervantes de nuestro tiempo

El Cervantes premia la literatura de Luis Mateo Díez

La positiva unanimidad con la que el mundo literario ha acogido la noticia de la concesión del Premio Cervantes a Luis Mateo Díez indica el aprecio general que se tiene por su obra.

Me atrevería a decir también que este sentimiento se extiende a su persona, pues es de trato afable, de conversación brillante, con un inteligente sentido del humor, estima la amistad por encima de muchos otros valores y es generoso con el tiempo que dedica a sus interlocutores.

Antes de su jubilación, cuando trabajaba como funcionario del Ayuntamiento de Madrid, lo entrevisté varias veces en su despacho, y siempre me llevaba al mirador que formaba parte de aquella oficina, desde donde contemplábamos el bullicio de la Plaza Mayor de Madrid. Después hubo otros encuentros para el Faro de Vigo (19 de septiembre de 2009).

Luis Mateo Díez (Villablino-León, 1942) es el autor de una de las obras más personales y ambiciosas de la literatura española. Desde «La fuente de la edad» (Premio Nacional de Literatura), la novela que le lanzó a la popularidad en 1986, a su última obra por ahora, «El limbo de los cines», mantiene un nivel de calidad poco frecuente en la literatura actual.

Lector temprano de los clásicos y uno de los últimos testigos de los relatos populares al amor de la lumbre en calechos y filandones del valle de Laciana, ha recogido esa doble herencia para elaborar una narrativa en la que ficción y realidad, como productos de la imaginación y la memoria, se encarnan en personajes atrapados en un tiempo detenido en una geografía asfixiante.

Profundo conocedor de Cervantes y de Shakespeare, su obra registra fuertes influencias de Faulkner en el estilo y de Franz Kafka y James Joyce en la temática, con reminiscencias de Cesare Pavese y Valle-Inclán («el esperpento –ha dicho- es la invención estética más irrepetible de toda la historia de la literatura»).

También remite a la atmósfera de Juan Rulfo. Aunque confiesa que escribe prosa desde los doce años, como muchos otros escritores hizo sus primeras incursiones literarias en el mundo de la poesía, en el grupo de la revista «Claraboya», de León (con Agustín Delgado, Pedro Aparicio y José María Merino publicó «Parnasillo provincial de poetas apócrifos»), antes de decantarse por la narrativa en novelas, cuentos y relatos.

Su primer libro de cuentos, publicado en 1973, fue «Memorial de hierbas». En los años ochenta inicia con «Apócrifo del clavel y la espada», «Relato de Babia» y «Las estaciones provinciales »una serie de narraciones enmarcadas en el realismo crítico de la época. Con «La fuente de la edad», una fábula satírica y corrosiva de la vida provinciana en la España de los años cincuenta, obtuvo el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. En 1990, con «Las horas completas» utiliza el itinerario del Camino de Santiago para enfrentar la figura del peregrino a las de cinco religiosos que transitan el itinerario. Con «El expediente del náufrago» termina una etapa de su obra centrada en la búsqueda.

Su siguiente novela, «Camino de perdición» (1995) utiliza con fuerza la fantasía y lo onírico para simbolizar la búsqueda de la libertad en una sociedad aplastada por la dictadura. Se trata de una obra de transición que le prepara para abordar una nueva etapa formada por «El espíritu del Páramo» (1996), «La ruina del cielo» (1999) y «El oscurecer» (2002), una trilogía (la crítica la ha bautizado como «el ciclo de la pérdida») en la que ha construido el territorio simbólico de Celama, un microcosmos en el que sus personajes buscan el sentido de la existencia enfrentándose a una realidad en la que casi únicamente aspiran a la supervivencia. Inadaptados, inconformistas, perdedores, de vida poco gratificante, siempre buscando no saben muy bien qué, son los antihéroes de una sociedad que los margina.

Después de la trilogía Luis Mateo Díez inició en 2001 un ciclo de novelas cortas bajo el título genérico de «Fábulas del sentimiento». En 2002 volvió a su inventado territorio con «El reino de Celama».

En los últimos años se ha caracterizado por una exhaustiva producción literaria que incluye «El paraíso de los mortales», «Fantasmas del invierno», «La piedra en el corazón», «La gloria de los niños» (su personal homenaje a la patria perdida de la infancia), «El animal piadoso» o «Los desayunos del Café Borenes». En «Los ancianos siderales» lanza una mirada a la tercera edad desde una perspectiva personal. Recientemente ha publicado «Juventud de cristal», «Mis delitos como animal de compañía» y «El limbo de los cines».

A sus más de ochenta años, Mateo Díez sigue escribiendo con tanta actividad productiva como en sus mejores días. En la rueda de prensa que concedió en la Real Academia Española, de la que es miembro, tras la concesión del Premio Cervantes, dijo que «mis mejores novelas no se han publicado todavía».

Premio Nacional de las Letras en 2020, sus reflexiones sobre la actividad literaria y el oficio de escribir se recogen en «El porvenir de la ficción» y «Las palabras de la vida». A medio camino entre la novela y el ensayo, en «Azul serenidad o la muerte de los seres queridos» aborda desde una perspectiva personal el dolor por la pérdida de personas cercanas.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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