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Ucrania: el horror continúa

Un fotolibro del escritor Jonathan Littell y el fotógrafo Antoine d’Agata documenta los crímenes de la guerra

Un lugar inconveniente cubierta Gutenberg

En 2022, unos días antes de la invasión de Ucrania, el escritor Jonathan Littell terminaba de escribir un texto sobre las matanzas de judíos durante la Segunda Guerra Mundial en el barranco de Babyn Yar, en los alrededores de Kiev.

En dos días, 29 y 30 de septiembre de 1941, los nazis fusilaron allí a 33.771 judíos, y los rusos continuaron después la labor hasta superar la cifra de 60.000, a los que hay que añadir otras 40.000 personas asesinadas hasta 1943.

Littell ya contó estas matanzas desde un punto de vista literario en su novela «Las benévolas», premio Goncourt en 2006. Nazis y estalinistas no fueron los únicos verdugos de una población que desde hace siglos sólo aspira a una vida en paz y en convivencia.

A ellos hay que añadir los crímenes de una facción de los nacionalistas ucranianos, de los rusos, los polacos y los de otros países que vienen reclamando como suyos partes del territorio de Ucrania.

Cuando Littell y Antoine d’Agata llegaron a Babyn Yar no quedaba nada de los restos de aquellas matanzas. El barranco ya no existía y los cuerpos de las víctimas habían sido sepultados bajo toneladas de tierra y cemento en una fosa común sobre la que se ha construido un parque en el que ahora juegan niños, pasean ancianos y se citan parejas de novios.

La colaboración entre escritores y fotoperiodistas ha proporcionado algunos de los testimonios más estremecedores de las guerras del siglo veinte. En 1939, durante la Segunda Guerra Mundial, el escritor Erskine Caldwell y su esposa, la fotógrafa Margarite Bourke-White, fueron los únicos extranjeros que pudieron entrar en la Rusia ocupada por los nazis para hacer las fotografías que publicaron en su libro «You Have Seen Their Faces».

Después de la guerra, otro escritor, John Steinbeck, y el fotoperiodista Robert Capa, cruzaron el telón de acero para hacer un fotolibro que titularon «Diario de Rusia». Para su trabajo, Jonathan Littell se hizo acompañar también de un fotógrafo, su amigo Antoine d’Agata.

La invasión de Ucrania dio al traste con todo lo que habían hecho y escritor y fotógrafo tuvieron que volver a Ucrania para rehacer su trabajo. Ahora tendrían que añadir nuevos horrores de la guerra, comenzando por los de la pequeña ciudad de Bucha, también cercana a Kiev, testigo de otras atrocidades.

El resultado de su trabajo es «Un lugar inconveniente», un libro con textos de Littell y fotografías de d’Agata y otras de archivo, publicado por Galaxia Gutenberg.

Littell y d’Agata recorren una Ucrania en guerra recogiendo fotografías de la desolación y de la ruina junto a testimonios de gentes afectadas por la muerte y por la violencia que las bombas y el ejército ruso vienen sembrando en los territorios de Ucrania en forma de asesinatos, torturas y violaciones.

Documentan las atrocidades del ejército ruso en Bucha, en Irpin, en Jarkov y en Mariupol, ciudades convertidas en fosas comunes. Cuentan historias personales de gente que se ha quedado sin casa, sin trabajo, sin familia.

Se trata de un recorrido en medio de ruinas, de desolación, de cadáveres en descomposición, de tiendas saqueadas, de restos visibles de matanzas como la de la aldea de Motyzhyn, donde un testigo les cuenta los horrores vividos durante la ocupación rusa.

Recorren ciudades bombardeadas y en ruinas con restos de cadáveres en descomposición por todas partes mientras Jonathan Littell contrasta las imágenes del horror con las informaciones sobre cómo Putin condecora en Moscú a los violadores y a los asesinos de la población civil.

En Babyn Yar nunca se llegó a recuperar el paisaje ni las construcciones originales. En sus alrededores hay un bosque frondoso en cuyos límites se levanta un hospital siquiátrico medio en ruinas, un edificio abandonado que iba a ser un instituto dependiente del hospital y en el que ahora se acumulan montones de basura y restos de jeringuillas entre unas paredes desconchadas cubiertas de grafitis; una morgue en la que se hacen en condiciones miserables autopsias a cuerpos calcinados y en descomposición (algunos se identifican gracias a los tatuajes), varios monumentos abandonados, una sinagoga plegable y una estación de metro inaugurada en 2000 de cuyas excavaciones se extrajeron miles de huesos humanos. Se describen las tumbas en ruinas de los camposantos civiles y religiosos que acogen a las víctimas de la guerra del Dombás y también las de los cementerios judíos, decrépitos y abandonados.

Hay en este libro también reflexiones sobre esta guerra, sobre las excusas de Putin acerca de una supuesta desnazificación (p. 161) y de su alucinante teoría: «los ucranianos fueron colaboracionistas, por lo tanto los ucranianos son nazis, por lo tanto hay que desnazificar a los ucranianos» (p. 219). Unas declaraciones que se revelan hipócritas cuando en este libro se cuenta y se documenta la financiación de la ultraderecha ucraniana por oligarcas prorrusos como Dmytró Fírtash, denunciada también en este libro excepcional.

Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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