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Turks y Caicos, paraíso del Caribe

Turks&Caicos moto de agua

Cuando Cristóbal Colón atisbo, en las costas cercanas a la Florida, la cadena de islas de las Bahamas y Turks & Caicos, en medio de un mar turquesa y cristalino, supo que estaba en el paraíso. Al menos eso dijo: «¡Maravillosa Naturaleza!» Paisaje agreste, viento marino, aguas transparentes, cocoteros, playas de arenas blancas, sol y luna.

Colón llegó a la gran Turks, una de las islas, en 1492, vio los indios lucayos y siguió navegando, evadiendo la barrera de arrecifes de más de 240 millas (380 km), con espectacular fauna acuática, de aproximadamente 250 especies marinas. Navegando, a 90 millas se encuentra con la isla Hispaniola, hoy República Dominicana, y allí comienza una nueva historia.

Los indios taínos y lucayos, con sus canoas, surcaban estos cayos, donde crecían unos cactus autóctonos a los que llamaban «Turks», de allí el exótico nombre. Ponce de León estuvo en Caicos en 1512 y desde entonces fue visitada por piratas que esperaban que los barcos se enredaran en los corales para saquearlos.

En 1640 Bermudas toma cierto control y durante los siglos diecisiete y dieciocho el archipiélago pasa a manos de los franceses, de los españoles y finalmente bajo el control de Bermudas, desarrollándose el comercio de la sal y la pesca.

En 1783, la presencia británica se hace notable a través del Tratado de Versalles. Cuando la revolución americana estalla (1775-1783) muchos británicos huyeron y se asentaron en estas islas siendo los primeros pobladores. En 1799, las islas se anexan al Reino de Gran Bretaña.

En 1807 se prohíbe el comercio de esclavos, pero surge una extraña historia en torno a un barco español, el Trouvadore, que se usaba para tráfico ilegal de esclavos, justamente naufraga en las costas de Caicos y 192 africanos sobreviven llegando a tierra, donde serán libres porque el comercio de esclavos ya había sido abolido y son parte de esa primera población isleña que se radica, especialmente, en la Isla Gran Turca.

En el 2004, arqueólogos marinos descubrieron una nave que podría ser el famoso Trouvadore, pero no hay certeza absoluta de su origen.

Las islas Caicos & Turks, se ubican en el Océano Atlántico, geográficamente contiguas a Bahamas, y a su archipiélago llamado de las Lucayas. Hay ocho islas principales y más de cuarenta pequeños islotes que se distribuyen en: Islas Caicos del Oeste, donde se encuentra Providenciales y donde nosotros decidimos atracar el catamarán. Luego esta Caicos del Norte, Caicos Central, Caicos del Sur y Caicos del Este donde está la capital, Cockburn.

Durante el siglo veinte, estos islotes van siendo poblados, se levanta un faro, la residencia del gobernador, se desarrolla la agricultura muy incipiente por ser el suelo calcáreo. En 1960, el astronauta John Glenn visita las islas. En la década de los años setenta y ochenta comienza la urbanización de Provindenciales, la zona más extendida, se crean los aeropuertos, y se abren puertos para los cruceros y marinas náuticas.

Actualmente, hay una intensa actividad inmobiliaria, ventas de lotes y estímulo para la construcción de viviendas privadas. Se desarrolla el turismo exclusivo. Las islas, además, son un paraíso fiscal, se convierten en un centro financiero extraterritorial (CFE).

Las islas crecen en población, hoy los isleños son descendientes de los africanos llegados para las plantaciones o por diversas razones y se tiene una considerable población heterogénea de otras islas, de Haití, y de República Dominicana, especialmente.

Félix es dominicano y me comenta: «Aunque el idioma es inglés, se maneja el dólar americano y se habla español, por eso hay letreros en nuestro idioma. Un porcentaje considerable de dominicanos están afincados hace años, otros llegan para trabajos temporarios para la temporada de invierno, porque se gana bien, aunque todo es muy caro, porque se importa la gasolina y la comida, pero la vida es muy agradable y tranquila, para pachanga me voy a Santo Domingo». Y nos reímos.

Hacemos un recorrido por Providenciales, vemos el gran Hotel Ritz Carlton, emblemático, y las residencias sobre la extensa playa The Bigth de la Bahía Grace, donde se concentran gran parte de los hoteles o residenciales y donde hay un centro comercial, con boutiques, restaurantes y atracciones, como la pintoresca plaza de los piratas.

Doña María, también dominicana, atiende una lujosa tienda, y me comenta: «Hay bastante turismo y vivimos de eso, poco se produce aquí. Estos vestidos llegan de Estados Unidos. Aún quedan ruinas de las plantaciones, en Cheshire Hall Plantation, se pueden visitar, hay también un pequeño museo Turks & Caicos National Museum, pero lo más importante es la naturaleza, las playas, la variada geografía, con lagunas, bahías y recovecos que yo viviendo aquí, aun no conozco».

Entre esas atracciones se encuentran las Indian Cave, o grutas de los indígenas, se visitan con guía o por cuenta propia, son especialmente extrañas, entre los manglares, que crecen por doquier.

Vida náutica, calma caribeña, sol y luz de estrellas

Sin duda, la naturaleza y la extraña geografía de los cayos es uno de los mayores atractivos, especialmente para lanchas medianas, barcos a vela de poco calado y catamaranes, que navegan visitando diferentes áreas de las islas, anclando en pequeñas bahías o acercándose a las pocas marinas que hay, generalmente adosadas a algún resort. Muchas playas son privadas, con guardias, por lo tanto, pasear por ellas está restringido pero otras son libres y hasta salvajes.

Los atardeceres son espectaculares y las playas ofrecen una gran variedad, arenas finas, cocoteros o apenas matas, solitarias y extensas. Por lo tanto, es el paraíso de los deportes acuáticos. Todos los que se deseen: canoas, que salen en fila y disfrutan de los canales naturales y de las aguas de las bahías, motonaves, windsurf, surf, kite surf, muy popular dado que hay playas perfectas para practicarlo. Otro de los deportes preferidos es el buceo.

José, dominicano muy afincado, me comenta que está a cargo de los barcos que llevan a bucear a los amantes de este deporte a la barrera de arrecifes. Es impresionante ver a la distancia un hilo de olas que rompen justamente en la zona de los corales, olas de dos metros o más, indicando que por allí abajo está el arrecife con su maravillosa vida marina.

«Hace muchos años que estoy en este negocio, y tanto los aficionados como los buceadores deportistas quedan impresionados de la belleza de la fauna marina de nuestros corales. Yo practico buceo y es entrar en otro mundo. Algunos se aventuran y hacen pesca de langosta con pequeñas arponeras. Bucear es una aventura fascinante y como ve, hay una amplia zona para poder realizar esta experiencia. La recomiendo, si aman el mundo marino».

Me comenta que hay tortugas marinas y tiburones en todo el mar del Caribe, nadan cerca de los visitantes, pero él nunca tuvo problemas.

Comimos esa y otras noches, a la luz de las velas y la luna, pescados que sacábamos con la caña y línea y un par de langostas, buceadas por la tripulación familiar. Saben bien diferentes, más sabrosas. Después de limpiarlas y cocinarlas las servimos con salsa de manteca y limón. Acompañadas de buenas ensaladas y un vinito blanco helado.

Pienso en la vida de aquellos indígenas que en sus canoas salían a pescar, teniendo solo los conocimientos de su experiencia y la observación de este mar, el mar del Caribe, que guarda secretos muy profundos de galeones y piratas y que hipnotiza, con sus ondas tornasoladas y turquesas y asombra por la transparencia de sus aguas. Este mar que es vínculo de pueblos y civilizaciones, estas aguas eternas que bañan distintas costas de nuestro continente latinoamericano y traen el eco de los siglos de la humanidad.

El mar del Caribe es tan imponente de día con el sol intenso, como de noche con la luz de la luna. Recostada sobre la proa del barco, siento la calma del oleaje, la suavidad del viento marino, miro el cielo estrellado, la extraña filigrana de luces del universo. No encuentro la Cruz del Sur pero no importa, este es el cielo del Caribe y las estrellas como el mar, son eternas y son nuestras con solo mirarlas.

La luz de las estrellas nos llega misteriosa en este rincón del Caribe y nos invita a soñar y agradecer la belleza de la naturaleza.

¡Maravillosa Naturaleza!

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