Tres poetas de aquí y de hoy: Manolo Cortijo, Antonio del Camino y Jesús Aparicio

En las dos últimas semanas, tres poetas, paisanos y amigos, me han hecho llegar amablemente sus últimos poemarios. Es de justicia que diga al menos una palabra de cada uno de ellos.

De los tres, el más veterano es Manolo Cortijo (La Roda, AB, 1950). Es su libro, ‘Cuando quiera la noche’, el cuarto de los que Manolo publica, un recuento sereno de atardeceres, de sombras que se perfilan en unos momentos y se abren a la luz en los siguientes; un equilibrio de nostalgia por lo que se acaba y esperanza por lo que todavía le da ánimos para seguir:«mirando lo que amé y aún tanto amo». Unos versos que, en palabras del autor «persiguen alumbrar, más que deslumbrar». Con su palabra pretende, según el crítico Jorge de Arco: «dar cuenta del tamaño de su inquietud y de su miedo, de la estatura de su emoción y de su asombro». Está editado por la editorial Isla de Delos (Getafe).

Muy otro es el tono y el registro de esta ‘Poesía Jocosa («chisnetos y gilacetos»)’ que el talaverano Antonio del Camino (1955) nos ofrece en una edición solidaria (por el destino de sus ventas) y que quiere, por encima de todo, arrancarnos una sonrisa. Basados en equívocos de la vida cotidiana, en unos casos, o en adaptaciones de monólogos del genial Miguel Gila, en otros, Antonio ejercita aquí su maestría en el verso, con rima y ritmo siempre adecuados, para devolvernos las ganas de vivir en unos tiempos tan oscuros como estos en que se han estado la mayoría de estos poemas: «Que no le falte nada. Me deslomo// de sol a sol pidiendo cada día//para verla feliz cuando me asomo». Lo ha producido y editado Luis Felipe Comendador en Béjar (Salamanca).

El más joven de los tres es el briocense (de Brihuega, Guadalajara) Jesús Aparicio (1961), quien nos presenta ahora ‘Lirios’, un sencillo poemario que subtitula «pequeño evangelio de las cosas pequeñas». La poesía de Jesús tiene una evidente, y honda, raíz religiosa, pero que arranca no de la altura de los cielos elevados o lejanos sino de la cercanía de lo humilde, lo cercano, lo próximo. Es una poesía que busca lo esencial en lo básico, en lo mínimo, con una buscada y conseguida economía de lenguaje. Los preceptos evangélicos ayudan al poeta a trasladar su mirada de los tiempos remotos del Jesús cristiano a la complicada vida actual y a sus paradojas: «Sin merecerlo// te ha regalado el cielo// lo necesario». Este es el libro número catorce de los que publica el autor, y lo ha editado, al igual que el anterior ’Sin saber qué te espera’ Ars Poética, de Oviedo.

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