«Cuando uno viene de un país africano, saben que estás básicamente atrapado», señala Noel Adabblah: «Tienes los documentos equivocados; no puedes volver a casa porque ya pediste allí para llegar hasta aquí, y no te vas a arriesgar a perder el trabajo que conseguiste, por muy malo que sea, por eso, conocen todos los trucos», añade.
El hombre de 36 años habla desde Dublín, donde ha logrado hacerse una nueva vida después de convertirse en víctima de lo que informes recientes han demostrado que es un trabajo forzoso generalizado y creciente en las flotas pesqueras de todo el mundo, informa Ed Holt (IPS) desde Bratislava.
Adabblah, oriundo de Tema, una localidad de Ghana, y tres amigos se inscribieron en una agencia de contratación en su país para trabajar como pescadores en barcos en el Reino Unido.
Pagaron el equivalente a 1300 dólares para ser colocados en un puesto de trabajo y recibieron cartas de invitación y garantías de sus nuevos empleadores, quienes dijeron que serían recibidos en Belfast, Irlanda del Norte, y aceptaron encargarse de todos sus documentos y visas.
Sus contratos de trabajo preveían que los hombres recibirían 1000 libras esterlinas (1270 dólares) al mes y serían empleados durante doce meses, con la opción de reducirlo o ampliarlo en tres meses de mutuo acuerdo.
Pero cuando llegaron en enero de 2018, los trasladaron a Dublín, en Irlanda, y luego los separaron. En los meses siguientes, los llevaron a hacer diversos trabajos en diferentes puertos de Irlanda, a veces a altas horas de la noche, sin saber a dónde se dirigían.
«Creíamos que íbamos allí a navegar y pescar, pero cuando llegamos vimos que los barcos no estaban listos; estaban en malas condiciones y no podíamos pescar, así que el dueño de los barcos nos pidió que hiciéramos otros trabajos», dijo Adabblah a IPS.
«Pero después de unos meses, dijimos que esto no era lo que vinimos a hacer aquí. Tuvimos una discusión sobre el salario: el dueño dijo que no tenía barcos para pescar y que quería despedirnos, nos dijo que nos fuéramos a casa. Pero nos negamos, dijimos que teníamos un contrato de doce meses que habíamos firmado», explicó.
Y añadió: «Dijo que no nos pagaría, pero que podía intentar conseguirnos otro trabajo con otra persona, pero le respondimos que no podíamos hacerlo porque las visas que teníamos solo solicitaban trabajar para él. Nos dijo que si no nos gustaba, podíamos irnos a casa».
Es en este punto que muchas víctimas del trabajo forzoso a menudo simplemente aceptan su destino y se van a casa o hacen lo que su empleador quiera. Pero Adabblah y sus amigos estaban decididos a que se cumplieran los términos de su contrato y se pusieron en contacto con la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte (ITF, en inglés).
Sin embargo, sus problemas se profundizaron cuando descubrieron que no contaban con los documentos adecuados para su trabajo.
«No teníamos idea de la diferencia entre Irlanda y el Reino Unido. Pensamos que los papeles estaban bien. Pero cuando acudimos a la ITF, nos dimos cuenta de que no era así», explicó Adabblah.
En ese momento, la policía irlandesa se vio obligada a abrir una investigación sobre el caso.
Adabblah se quedó en Irlanda y desde entonces logró encontrar trabajo en la industria de la construcción, mientras que no escuchó nada sobre su caso hasta el año pasado: «La policía había dicho que no había pruebas suficientes para imponer un castigo», dijo.
El trabajo forzoso no existe como delito en los estatutos irlandeses, por lo que estos casos se investigan conforme a la legislación sobre trata de personas.
Independientemente de que no se haya dictado condena en su caso, tiene claro que lo que él y sus amigos experimentaron fue trabajo forzoso.
«Nos trataron mal. Algunos días trabajábamos turnos de veinte horas. Una vez, cuando estaba enfermo y no podía subir al barco, me dijeron que si no podía hacer el trabajo, podía irme a casa. Dicen cosas así para amenazarte», compartió.
No solo en Irlanda se vulneran derechos
La experiencia de Adabblah está lejos de ser única entre los trabajadores de las flotas pesqueras del mundo.
Un informe reciente de la Coalición para la Transparencia Financiera, una agrupación internacional de oenegés, dijo que más de 128.000 pescadores quedaron atrapados en trabajos forzados a bordo de barcos pesqueros en 2021.
Sus autores señalan que existe una «crisis de derechos humanos» por el trabajo forzoso a bordo de barcos pesqueros comerciales, lo que provocó horribles abusos e incluso muertes.
Muchas de estas víctimas del trabajo forzoso son del Sur global, algo que las personas detrás de estos crímenes utilizan para su beneficio, indican los expertos.
Michael O’Brien, de la Sección de Pesca de la ITF, dijo a IPS: «Quienes emplean a migrantes vulnerables en situaciones de trabajo forzoso dependen de la vulnerabilidad de la víctima, su posible falta de estatus legal de la víctima en el país donde trabaja y su dependencia de unos ingresos que no puede obtener en su país de origen».
Mariama Thiam, periodista de investigación de Senegal que investigó para el informe de la Coalición para la Transparencia Financiera, acotó que los pescadores a menudo no saben en qué se están registrando. «Por lo general, hay un contrato estándar que el pescador firma y muchas veces lo firma sin entenderlo completamente», explicó a IPS.
«La mayoría de los pescadores senegaleses tienen un bajo nivel de educación. El contrato es revisado por la agencia nacional de pesca, que lo ve, dice que se ve bien, lo aprueba y los pescadores se van, pero no entienden lo que contiene», añadió.
Luego, una vez que han comenzado a trabajar, los hombres están tan desesperados por conservar sus empleos que aceptarán cualquier condición que tengan que soportar.
«Todos los pescadores con los que hablé dicen que no han tenido más remedio que trabajar porque no pueden permitirse el lujo de perder sus empleos: sus familias dependen de ellos», comentó.
La periodista añadió que «algunos de ellos fueron golpeados o no tuvieron días libres; los capitanes confiscan sistemáticamente todos sus pasaportes cuando suben a bordo porque dicen que si los pescadores tienen sus pasaportes, algunos bajarán a tierra cuando estén en Europa y se quedarán allí, migrando ilegalmente».
«Para los pescadores senegaleses, su prioridad es el salario. Pueden tolerar abusos contra los derechos humanos y trabajos forzados si reciben su salario», detalló Thiam.
Adabblah está de acuerdo, aunque añadió que esto permite que los criminales detrás del trabajo forzoso continúen con sus abusos.
«La cuestión es que mucha gente tiene miedo de hablar por su lugar de origen y terminan teniendo demasiado miedo para decir algo, incluso si los tratan muy mal. Hay mucha gente que está en la misma situación que yo o en una situación mucho peor, pero si nadie habla, ¿cómo se puede identificar a los delincuentes?» sostuvo.
Los expertos en el tema dicen que los propietarios de embarcaciones donde supuestamente se ha producido trabajo forzoso se esconden detrás de complejas estructuras corporativas y que muchos gobiernos adoptan un enfoque laxo a la hora de desentrañar información sobre los beneficiarios finales cuando se registran las embarcaciones o se solicitan licencias de pesca.
Esto significa que rara vez se identifica a quienes están detrás de los abusos, y mucho menos se les castiga.
«En Senegal, lo que sucede es que el gobierno no quiere compartir información sobre el control de los barcos por parte de los propietarios. Nadie puede obtener información al respecto, ni los periodistas, ni los activistas, a veces ni siquiera personas de otras partes del gobierno», afirmó Thiam.
Otros problemas incluyen la falta de legislación para siquiera abordar el problema. Por ejemplo, Thiam destacó que los pescadores en Senegal trabajan bajo un convenio colectivo que data de 1976 que no menciona el trabajo forzoso.
«En el contexto irlandés, nunca ha habido un proceso por trata de personas con fines de explotación laboral en la pesca o en cualquier otro sector», añadió.
Según la periodista de investigación, «existe una escuela de pensamiento entre los abogados progresistas de que necesitamos un delito separado en los estatutos de ‘explotación laboral’ para obtener condenas».
«En el caso de los pescadores, se pueden obtener algunas soluciones a través de las autoridades laborales y marítimas, pero se trata de delitos menores que no tienen un efecto disuasorio para los propietarios de los buques», precisó.
Las víctimas también enfrentan dificultades para buscar reparación en sus países de origen.
Las quejas ante las agencias de contratación en los países de origen de los pescadores a menudo fracasan y pueden acabar teniendo graves consecuencias.
«Lo que pasa con la agencia con la que traté en mi país casa y otras agencias similares es que si te quejas con ellos, simplemente te dirán que estás hablando demasiado y que debes volver a casa y resolver la situación allí, y luego, cuando llegas, simplemente te ponen en la lista negra y nunca más vuelves a conseguir trabajo de pesca; simplemente reclutan a otra persona», dijo Adabblah.
El migrante ghanés no vio la justicia que esperaba, pero aun así es consciente de que su historia terminó mejor que la de muchas otras víctimas del trabajo forzoso. Él, junto con sus tres amigos, ha hecho una nueva vida en Irlanda y espera comenzar pronto el proceso para convertirse en ciudadano irlandés naturalizado.
Insta a cualquiera que se encuentre en la misma situación a no quedarse callado y, en cambio, ponerse en contacto con una organización como la ITF o algo similar.
Es posible que hacerlo no siempre brinde a las víctimas una solución satisfactoria a sus problemas, pero cada caso publicitado puede terminar teniendo un efecto positivo a largo plazo para evitar que otros sufran abusos, dijo O’Brien.
«La ITF tiene recursos importantes, pero no suficientes para hacer frente a la magnitud del problema. Los casos que abordamos como el de Noel son la punta del iceberg. Sin embargo, utilizamos estos casos, con el consentimiento de las víctimas, para resaltar el problema ante los gobiernos y, a su vez, hacer campaña por cambios en la ley», expresó.