Lo que empezó como una simple curiosidad por los Balcanes, se transformó en uno de los viajes más impactantes de mi vida. Albania, en especial su región norte, me ofreció mucho más que montañas y senderos: me mostró una autenticidad que ya no se encuentra fácilmente en Europa. Viajar a Theth, en pleno corazón de los Alpes albaneses, es adentrarse en un mundo donde el tiempo parece detenido, donde la hospitalidad es un arte y la naturaleza, un templo sagrado.
Rumbo al norte: la aventura comienza en la carretera
Después de llegar al aeropuerto de Tirana y recoger el coche reservado en línea a través del servicio de alquiler de coche albania, inicié mi ruta hacia el norte. El camino hacia Theth es tan espectacular como desafiante: curvas cerradas, vistas de cañones vertiginosos y tramos que atraviesan bosques densos. La conducción es parte de la aventura, y tener mi propio vehículo fue indispensable para llegar con comodidad y parar a fotografiar cada rincón mágico del trayecto.
Theth: más que un pueblo, una cápsula del tiempo
Theth se encuentra encajado en un valle verde rodeado de picos que superan los 2500 metros. Sus casas tradicionales de piedra con tejados de pizarra, la emblemática iglesia blanca que se recorta contra el paisaje montañoso, y la tranquilidad absoluta hacen que uno se sienta parte de una película antigua.
Desde aquí hice varios trekkings. El más conocido es el que conecta Theth con el Valle de Valbona, un recorrido de casi veinte kilómetros entre montañas imponentes, cascadas y prados alpinos. No es un sendero fácil, pero cada paso te recompensa con vistas que cortan la respiración. Otro lugar que me fascinó fue el “Ojo Azul”, un manantial de agua cristalina de un azul tan intenso que cuesta creer que sea natural.
Conexión humana y desconexión digital
Theth no tiene grandes hoteles ni cadenas de restaurantes. Me hospedé en una casa de huéspedes gestionada por una familia local, donde cada noche terminaba con historias al calor del fuego y cenas caseras elaboradas con productos del huerto. La conexión con la gente fue tan intensa como la desconexión con el mundo digital (no hay buena señal de móvil, y eso es parte del encanto).
Conducir en libertad: imprescindible
No hay transporte público hasta Theth, y aunque hay excursiones organizadas desde Shkodër, nada se compara con la libertad que te da moverte en tu propio coche. Acudir a alquiler de coche en Tirana fue una de las decisiones más acertadas del viaje. No solo me permitió llegar hasta Theth, sino también explorar pueblos escondidos como Boga o Vermosh.
Naturaleza, alma y asombro
Theth es mucho más que un destino de montaña. Es un refugio espiritual, una lección de vida simple, y un encuentro con una Europa rural que ya casi no existe. Me fui con la mochila llena de fotos, sí, pero sobre todo con el corazón lleno de gratitud. Si buscas aventura, silencio, y autenticidad, este es tu lugar.