Teresa de Ávila

Nombre en positivo para la estación de Renfe de la capital abulense

Entre los primeros recuerdos de mi infancia están los veranos pasados en Viñegra de la Sierra, pedanía de Hurtumpascual, en la provincia de Ávila, que me vienen a la mente cuando escribo estas líneas para apoyar la iniciativa de nuestro colega y paisano José Antonio Sierra de renombrar la estación de ferrocarril de la capital con el de Teresa de Ávila.

El primer fin de semana después de las vacaciones de verano mi padre nos llevaba a mi madre y a sus tres hijos en tren desde Madrid hasta la estación de Ávila y seguíamos después en un autocar que, por una carretera entonces sin asfaltar, salía por los Cuatro Postes para pasar por Martiherrero, Chamartín, Cillán, Muñico, donde vivían varias de nuestras primas, y llegar hasta Gallegos de Sobrinos, donde nos esperaban con unos burros con serones en los que montábamos las maletas con todo lo necesario para una estancia rural de tres meses.

Nada que ver con las casas rurales que proliferan ahora, con todos los servicios esenciales disponibles, de aquellos veranos en casa de mi abuela Engracia, a la luz de los candiles de aceite o alguna lámpara de carburo por las noches, con la herrén cercana a la vivienda como retrete, y con la necesidad de sacar el agua del pozo del patio para tenerlo disponible en cántaros para beber y jofainas para lavarse cara y manos.

Así fue hasta mis catorce años, mis hijos pasaron también después buena parte del verano con mi madre, su abuela Chelín; y ahora, a los 78 años, me alegra saber que mis nietos siguen pasando buena parte de sus vacaciones en ese mismo pueblo, también con su abuela Maribel, en una casa a la que se han añadido estufas y cuarto de baño con ducha, y que se mantiene bien en pie a pesar de acumular casi 120 años.

También me alegra saber que mi nieta mayor, junto con nietos de otros antiguos vecinos de la pedanía: Viñegra, Gamonal y Hurtumpascual, han formado un grupo y quedan algunos fines de semana o festivos para desplazarse a sus pueblos, o viajan para conocer la provincia y otras localidades castellanas.

Digo que me alegra porque durante años he sido muy pesimista sobre el futuro de esos pueblos, afectadas por el abandono institucional, ya que la Diputación apenas atiende a las necesidades básicas de los pequeños municipios. En las últimas décadas, tuve que distanciarme porque profesionalmente necesitaba una buena conexión permanente a internet; y todavía, por poner un ejemplo significativo en el año 2024, los jóvenes de Viñegra, Gamonal y Hurtumpascual, deben desplazarse a Gallegos para encontrar buena cobertura telefónica para sus móviles o tabletas.

La ciudad de Ávila tampoco ha tenido mucha suerte a pesar de contar con una declaración de Patrimonio de la Humanidad gracias a sus fabulosas murallas, cada vez que paso por los Cuatro Postes paro para verlas desde su mirador, de día o de noche; pero hace tiempo que perdí la costumbre de citar como punto de encuentro con familiares y amigos los arcos de la basílica de San Vicente, porque resulta más cómodo el aparcamiento de la Plaza de Santa Teresa, aunque llegas allí rezongando de los alcaldes que han permitido algunas barbaridades urbanísticas.

José Antonio Sierra, quien a los 88 años ha explicitado su deseo de regresar a Ávila desde Málaga, donde fijó su residencia al jubilarse, porque se sentirá más acompañado por la familia y porque en sus bares todavía se puede entablar conversación con otros vecinos, me comenta que no ha dado antes este paso porque en muchos aspectos la ciudad muere al anochecer, y personas con inquietudes sociales y culturales tienen limitaciones para llenar su vida diaria.

De ahí la propuesta de dar el nombre de Teresa de Ávila a la estación de ferrocarril, siguiendo el ejemplo de Renfe nombrando a mujeres ilustres como titulares de las estaciones de Madrid Chamartín, a Clara Campoamor; o de Málaga a María Zambrano.

Estoy convencido de que Teresa de Ávila en sus diferentes facetas, como Santa y doctora de la Iglesia Católica, como mujer rompedora y reformista, como madrina de colectivos diversos, estaría de acuerdo en poder aportar fuerza a la ciudad prestando su nombre, universalmente conocido, para escuchar los «daños y males» que la aquejan actualmente, para que sus vecinos puedan hacer amigos y amigas fuertes que den continuidad a los conceptos que ella consideraba que debían guiar a las personas: valentía, amor, equidad, perdón, gratitud, honestidad y esperanza.

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