Todo en esta obra es agua. Todo supura fragilidad, inestabilidad, temblor. Marta Pazos ha sumergido el sensible texto sobre incertidumbre y delicuescencia de Lola Blasco en un gran acuario que es también pasarela  y cadalso.

“Siglo mío, bestia mía” imagina el mar, por una parte, como una tierra de nadie, ignota e incierta e inexplorada y, por otra, como una frontera, infranqueable y amenazadora , en suma, el mar como encrucijada de caminos  

Pazos y Blasco, sobre este mapa volandero y frágil, una leyenda artúrica en la caballeros  leales aunque equivocados se acogen a un código de honor, en el que damiselas en apuros piden cobijo, en el que Merlines cansados destilan palabras escépticas, en el que la presencia de un Dragón (o un Leviatán o un Moby Dick) amenaza la serenidad de un reino acribillado de enjambres de nubes gordianas mientras suena tangos a la manera de Weill y los escuderos arriban a la costa entre espasmos de break dance.

Lola Blasco ha escrito esta fábula legendaria brechtiana para contar sobre la violencia de primaveras árabes y las lanchas de plásticos, sobre la violencia al hombre y la naturaleza; sobre la violencia propia que cierra los ojos y sella la boca.

“Siglo mío, bestia mía” es, no deja de ser nunca, un plegaria por la compasión, una oración por la piedad.

Una plegaria, una oración, ay como todas, no respondida, ni escuchada.  

Luis de Luis, crítico teatral.

Centro Dramático Nacional. Teatro Valle Inclán. Martes a domingo a las 18 horas, hasta el 20 de diciembre de 2020.

Ficha técnica 

Dirección y escenografía: Marta Pazos

Reparto

Lola Blasco (Cuaderno de bitácora), Bruna Cusí (Yo), Jose Díaz (Niño), Miquel Insua (el Piloto), César Louzán (Otro niño) y Hugo Torres (el Buzo)

Iluminación: José Álvaro Correia

Vestuario: Carmen Triñanes

Coreografía: Amaya Galeote

Música: José Díaz y Hugo Torres

Trabajo de palabra: Miguel Cubero

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