«Té Negro», Africa y Asia en el corazón

Basada en una historia real, «Te negro» narra el desafío de Aya, una joven de treinta años de Costa de Marfil, que desafía a la sociedad en que se mueve para seguir los impulsos de su corazón, dice que no quiere el día de su boda, y deja plantados al novio y a los familiares en plena ceremonia.

Emigrada en Guanzu, China, trabaja en un negocio de exportación de té propiedad de Cai, un chino algo mayor que ella. Aya y Cai se enamoran pero su relación tiene que contar con el pasado de Cai, quien tiene una hija y un hijo veinteañeros de dos relaciones distintas.

También con los prejuicios de los demás, entre otros de los variados personajes, negros y chinos, que conforman el barrio – Chocolate City- en que viven, donde está concentrada la comunidad negra pero también se dan todos los mestizajes posibles entre chinos y africanos varios (emocionantes las mornas que escuchamos en una especie de club frecuentado por todas las etnias).

El director, Abderrahmane Sissako («La vida en la tierra», «Barnako»), cineasta muy aplaudido por su anterior película, «Timbuctu» –una magnífica película sobre la resistencia mauritana a los yihadistas, ganadora de siete premios César, equivalente francés al Goya- cuenta en «Té negro» una delicada y melancólica historia, con el té como metáfora, sobre el amor y el deseo de emancipación, con un brillante reparto que incluye a Nina Mélo («Comme un coup de onerre», «Les affamés»), Han Chang («Little Big Woman»), Wu Ke-Xi («Nina Wu»), Michael Chang («The Outsiders») e Isabelle Kabano («Algunos días de abril», «Petit Pays»).

Abderrahmane Sissako, cineasta mauritano-maliense, no teme enfrentarse a las difíciles cuestiones de los prejuicios y la libertad personal, a través del prisma de una historia de amor intercultural que tiene como telón de fondo la industria del té.

«Té negro[1]» juega con los contrastes entre la tradición y las aspiraciones contemporáneas, el corazón y la mente, Oriente y Occidente. Simboliza la infusión de culturas, retos y amor, al igual que el proceso de elaboración del té.

En un relato estético y onírico, el cineasta Sissako nos habla de exilio y libertad, de amores y deseos, de apertura a los otros y también del racismo arraigado en la generación de los abuelos. «Sin embargo, a fuerza de retener la emoción por temor a pasarse de sentimentalismo, Sissako acaba por crear una distancia con sus personajes » (Premiére).

Nos habría gustado saber algo más de lo que pasa en ese barrio lleno de promesas, aunque eso supusiera saber algo menos del pasado del dueño de la tienda y las plantaciones de té.

(Una curiosidad que para mí es una revelación: todos los tés proceden de la misma planta, la diferencia está en el momento de su recolecta».

  1. «Té negro» puede verse en los cines de Madrid desde el viernes 13 de septiembre de 2024.
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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