David Peña Dorantes presentó Identidad en la Suma flamenca de Madrid, en la Sala Verde de los Teatros del Canal el sábado 22 de octubre 2022, por primera vez con disco editado. Refrendó éxito, casi hizo llorar a ratos, emocionó de principio a fin, con su música maravillosamente descriptiva en la que narra nada menos que su vida, reflejo de su identidad.
En Madrid, dos años después de la presentación en estreno absoluto en la Bienal de Sevilla 2020, como primera composición para piano solo, que le consagró internacionalmente como gran compositor y concertista mundial de piano flamenco.
Identidad, es su séptimo trabajo de creación propia, en el que se identifica con su trabajo constante, que empezó en su infancia, cuando descubrió los sonidos del piano en una vieja pianola en casa de la abuela María la Perrata, y desde cuando poco después su padre le dijo, «si quieres ser músico tienes que estudiar». Y desde que descubrió en el conservatorio que tener lo flamenco y lo clásico era un privilegio único.
David Peña Dorantes viene de ilustres dinastías flamencas de Lebrija y Utrera por los cuatro costados. Nombres como Pinini, María la Perrata, Juan Peña el Lebrijano lo dicen casi todo. Pero esto no sería nada sin el trabajo vocacional de este artista, primer pianista de la familia, sin un trabajo constante, de muchas horas diarias, como estudiante primero, como intérprete y como compositor y arreglista desde sus tiempos del conservatorio. Destaca también su devoción y dedicación a su mundo, el mundo gitano. Desde Orobroy, su primera composición, cuando solo contaba trece años hasta ahora mismo.
Vengo siguiendo a David Peña Dorantes desde 2015, desde un concierto en Flamenco on Fire con Marina Heredia. Y sobre todo desde aquella monumental entrevista en Madrid en 2017, cuando acababa de lanzar El tiempo por testigo, que también tenía bastante de autobiográfico y de la que hablamos entonces largo y tendido. Estuvimos en 2018 en la clausura inolvidable de la Bienal en el puerto de Sevilla donde estrenó La Roda del Viento con la que se inauguraba el quinto centenario de la primera circunnavegación planetaria.
El concierto
Identidad es un trabajo de auténtica factura flamenca, en el que se reconoce, con el que se identifica. Algo completamente flamenco en clave de música sinfónica. Dorantes es uno de los artistas que pone al flamenco en el lugar más alto de calidad artística. A la altura de los grandes compositores y de las grandes músicas. Con el privilegio del ritmo privativo del flamenco.
Presentarse como concertista en solitario fue, y ya no es, un riesgo; esto lo superó hace tiempo. Dorantes una vez más no pudo sustraerse, como ya es habitual en él, a probar los sonidos de la caja armónica del piano, esa arpa tumbada a la que arranca ritmos y percusiones de sonoridad y flamencura increíbles. Es su obsesión, arrancar sonidos flamencos para convertir al piano en instrumento flamenco de primer orden. Y lo consigue.
¡Qué concierto! Empezó por unas rondeñas que titula La Hazaña con lo que está narrando un retazo de su niñez en Lebrija, aquel que cuenta sus hazañas y aventuras en bicicleta, con las que empezó a descubrir nuevos caminos partiendo de aquel primer barrio de su vida, Barejones, que ya estuvo en su disco El tiempo por testigo de 2017.
Siguió por una soleá por bulerías, Corredera, con la que rememora a sus mayores, los cantes y fiestas familiares que eran muchas porque en las familias gitanas siempre hay algo que celebrar y siempre hacen piña con cualquier motivo. Y está tan presente la solemnidad alegre de la soleá por bulerías lebrijana, tan al golpe, tan paraíta. Y tan presente hasta hoy en la vida de nuestro artista.
Arriba en el monte, qué sugerente título para esta granaína con la que rememora el temprano traslado de su familia a Tomares cuando tenía ocho años. Pero hete aquí, que lo que mejor recuerda del hecho, es el descubrimiento de un bandoneón de su padre entre un montón de mantas aún no empaquetadas. De nuevo lo que recuerda de entonces es un instrumento musical, un nuevo camino a otras posibles músicas…
Tras la languidez de la granaína, ya se estaban echando de menos las alegrías A la puerta. A la puerta de su casa cuando apareció su padre con una vieja pianola de caoba. ¿Sería la de la casa de la abuela? Lo reconoce como un punto de inflexión en su vida. Su vocación de pianista empezó con aquella pianola.
Después regresa con la solemnidad de la seguiriya con El paso. Aquí ya está hablando de sus tiempos de conservatorio, cuando descubre que el flamenco de toda su vida no solo encaja en lo que está aprendiendo, descubre el piano como instrumento enriquecedor del flamenco con posibilidades musicales y orquestales nuevas. Incluye un recuerdo de Oleaítas mare.
La Ciudad tenía que ser por tangos, la música y baile más urbanita que existe. Aquí ya está narrando su etapa madura, el mundo, el cosmopolitismo de las ciudades y sus gentes. La convivencia, la interculturalidad y la diversidad de identidades.
Dos bises de dos trabajos anteriores: Niñez, una nana de su trabajo El Sur y las rumbas La Máquina, aquel gran experimento de El tiempo por testigo.
Del niño que descubría caminos con la bicicleta en Lebrija al hombre artista reconocido internacionalmente que ha sabido hacerse. Vocación y trabajo. Y la suerte de haber nacido en el ambiente más propicio imaginable.
En la Sala Verde de los Teatros del Canal, Identidad consagró la maestría compositiva y concertista de Dorantes con nueva fuerza, nuevos matices. Fue un nuevo estreno absoluto en Madrid. Y ahora tenemos el disco a disposición.