Con la venia de su señoría, y como presidente que es de la Comunidad de Madrid, me va a permitir, señora Ayuso, decirle algunas cosas, por varios motivos: en primer lugar, porque soy vecino de la Comunidad de Madrid. Por otra parte, porque por razón de edad, y según sus palabras, vengo a ser una especie de joyita. E incluso resulta que la casualidad ha querido que los dos seamos periodistas pero, eso sí, cada uno en su sitio.
En primer lugar, creo sinceramente que durante un tiempo ha sido usted el ariete, la punta de lanza del Partido Popular contra el gobierno central, cuando su papel debería ser velar por los ciudadanos de su comunidad, de los que le votan y de los que no, de los que le dan más importancia a la economía, y los que se inclinan por la salud en primer lugar. Para atacar al gobierno ya están los compañeros del PP en el Parlamento, que lo hacen un día sí y otro también.
Cabe preguntarse, señora Ayuso, cómo se es posible que haya cometido usted tal serie de desaguisados en tan poco tiempo: como intentar cambiar el horario de una reunión con el presidente del gobierno por tener que ir a una misa. Usted como creyente, y yo como agnóstico en retirada, sabemos que al buen Dios se le puede pedir, encontrar en cualquier sitio. También llegó tarde a otra reunión porque tenía que hacerse la foto de rigor en el avión con material sanitario. Y lo de animar a la gente rica de Madrid a manifestarse contra el gobierno de Pedro Sánchez, utilizando las caceroladas: «Lo que está pasando en Núñez de Balboa va a ser una broma comparado con lo que va a pasar en toda España» no es propio de una regidora que se precie.
Debería prestar un poco de atención, a lo que dicen algunas personas sensatas, tan necesarias en estos momentos de canallismo político y canibalismo parlante. Como Luis García Montero, profesor, académico y director del Instituto Cervantes: «Si como político insultas, esos insultos te salpican. Y la política se degrada. Pactar es esencial. Hay que aprender a convivir». ¿Tan difícil resulta intentarlo para usted?
Como personal vulnerable que soy, créame que estoy muy preocupado por lo que pueda pasarme en cualquier momento. Simplemente leyendo el primer párrafo del editorial Indignidad, de un periódico madrileño me echo a temblar: «La Consejería de Sanidad del Gobierno regional presidido por Isabel Díaz Ayuso (PP) envió a las 475 residencias existentes en la Comunidad de Madrid una comunicación ordenando que las personas dependientes y terminales internadas en esos centros no fueran enviadas a los hospitales para evitar su colapso». Solamente ha faltado: «Perded toda esperanza».
Profesionalmente hablando, como periodista no sé mucho de usted. Buscando documentación, encuentro que uno de sus trabajos como plumilla ha consistido en gestionar el Twitter de Pecas, un perro que fuera de la expresidente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. O sea, que era usted la responsable de lo que el can en cuestión ladraba. Entre los varios aullidos que he leído, me quedo con uno que no tiene desperdicio: «Mi rubia castiza se ha merendado a Manuela. ¡Guau!». ¡Qué pena que se dedique usted a la política, y no a la literatura de altura…
Después de estos considerandos, y sin acritud, finalmente me despido de usted con una frase que ya dijo en su día en las Cortes el que fuera presidente de la República, Manuel Azaña: «Permítame su señoría que me sonroje en su lugar».
Muy bien. Poniendo a la indocumentada en su sitio. Impecable.
Se podría decir más alto, pero no mas claro.