A pocos días del 3 de junio, miles de estudiantes en toda España sienten cómo se acelera el pulso. Vuelven las noches largas, los apuntes subrayados hasta desgastarlos y esa mezcla de emoción y ansiedad que muchos aún recordamos.
La prueba de acceso a la universidad, que según la comunidad puede llamarse EvAU, EBAU o ahora PAU, se aproxima como una montaña que hay que escalar en noventa minutos por examen.
Aunque el nombre siga cambiando año tras año, las emociones que rodean esta etapa son universales y atemporales. Nervios, cansancio, expectativas, comparaciones, y sobre todo, la presión de demostrar en unos días lo que se lleva años aprendiendo.
Y aunque no existe una fórmula mágica para prepararse, sí hay estrategias que pueden marcar la diferencia, tanto en los resultados como en el bienestar de los estudiantes.
El folio en blanco: una técnica con mucho fondo
Uno de los métodos más eficaces para consolidar lo aprendido en época de exámenes es lo que se conoce como la técnica del «folio en blanco».
Julio García Gómez, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y director de la Fundación Economía y Salud, es experto en técnicas de estudio y explica que el folio en blanco consiste en parar tras una sesión de estudio, imaginar un folio vacío y proyectar mentalmente tres ideas clave de lo que se acaba de aprender.
Después, se escriben a mano unas cinco líneas resumiendo los conceptos. Así, no solo se repasa de forma activa, sino que también se trabaja la memoria, la comprensión y la capacidad de síntesis.
Es una forma sencilla, pero potente, de fijar contenido de manera significativa. Incluso puede ser útil pegar esos folios en la pared del cuarto, para ir visualizando los avances. Ver el conocimiento «crecer» en papel genera una satisfacción que motiva.
Estudiar bien también es descansar bien
Una de las claves que insiste en destacar García Gómez es la gestión equilibrada del tiempo. No se trata de estudiar horas infinitas, sino de organizar el estudio en bloques realistas, con tiempos definidos para descansar, hacer deporte y socializar.
La idea del «descanso activo» cobra importancia: no es solo dejar de estudiar, sino desconectar activando otras áreas del cerebro, como el cuerpo con movimiento, o las emociones con una charla con amigos.
No somos máquinas, y el cerebro necesita ratos de ocio para procesar y organizar la información. Del mismo modo que el tiempo libre es importante en la infancia, en la adolescencia también desempeña un papel importante para el desarrollo emocional y cognitivo.
Tan importante como preparar la materia es preparar la mente. Por eso se recomienda diseñar un Plan de Estudio Personalizado (PEP), que incluya franjas de estudio, repaso, grabaciones de uno mismo explicando los temas, e incluso pequeños «premios» por cada logro alcanzado como una merienda favorita, una serie corta o un paseo con música.
El poder de la actitud
Afrontar esta etapa con una mentalidad positiva, sin dramatismos ni catastrofismos, puede marcar la diferencia. «Gran parte de nuestros buenos resultados en los exámenes dependerá del control de nuestras emociones», añade también Julio García Gómez.
Por eso, técnicas como la respiración diafragmática, el manejo del diálogo interno y la confianza en uno mismo forman parte del entrenamiento emocional previo a la prueba. Hay que dejar espacio para el error, confiar en lo trabajado y recordar que esta prueba no define quiénes somos ni todo lo que valemos.
Un mensaje para quienes se examinan
Desde mi rincón de educadora, que hace no tanto también pasé por esta etapa, solo puedo decir: confía en ti. Has llegado hasta aquí, y eso ya habla mucho de tu esfuerzo. No te compares. Respira. Planifica. Y sobre todo, cree. Porque la universidad empieza con un examen, sí, pero el aprendizaje real va mucho más allá.