Ambroise Vollard llegó en los primeros años del siglo veinte desde la isla francesa de La Reunión, en el Índico, cerca de Madagascar, donde había nacido en 1868, a un París en el que comenzaban a instalarse los artistas que iban a marcar las líneas maestras de aquel siglo.
Pronto se convirtió en marchante de pintores a quienes nadie conocía entonces y se dedicó a coleccionar sus cuadros: Renoir, Gauguin, Van Gogh, Matisse… Lo primero que compró fue un boceto de Degas por el que pagó diez francos a la viuda del artista.
En 1890 abrió su primera galería, en la que colgaba obras de todos ellos. Fascinado por Cézanne, a quien despreciaba la crítica, le organizó una exposición en 1895, aunque no vendió ninguno de los 150 cuadros que se exponían.
Se sirvió también de estos pintores para que creasen ilustraciones de los libros que publicaba como editor. Con el primero, «Parallèlement», de Paul Verlaine, ilustrado por Bonnard, casi se arruina, pero la obra quedó para la historia como una de las primeras publicaciones con escenas de lesbianismo.
Tuvo más suerte con «Le jardín des supplices» de Mirabeau, ilustrado por Rodin, y sobre todo con «La obra de arte desconocida» de Balzac, que contó con los dibujos de Picasso.
La muerte de Ambroise Vollard estuvo relacionada trágicamente con su dedicación al arte. Un día del verano de 1939 viajaba bajo una tormenta en un lujoso Talbot atestado de obras de arte cuando el coche se precipitó por un barranco de la carretera de Pontchartrain, en la campiña francesa. En una de las vueltas de campana, una escultura de bronce de Arestide Maillol, que llevaba en la parte trasera, le golpeó la cabeza y murió a causa del impacto. Tres años antes había publicado su biografía, que tituló «Memorias de un vendedor de cuadros».
Durante algún tiempo se especuló con que lo había asesinado el chófer que conducía aquel coche, que sobrevivió al accidente, instigado por un conocido galerista con el que había tenido problemas, pero nunca se llegó a demostrar.
Su legado de más de seis mil obras se dividió entre sus herederos: su amante Madelaine de Galea y su hermano Lucien. Su albacea Martin Fabiani, quien trató de negociar con los nazis la venta de las obras cuando invadieron Francia, decidió luego sacarlas del país, pero el barco que las transportaba fue interceptado por un buque de la Royal Navy y los cuadros fueron confiscados y almacenados en Ottawa. Terminada la guerra fueron devueltos a los herederos de Vollard.
Uno de los clientes de Vollard y también de sus mejores amigos, fue Pablo Picasso. La primera exposición de Picasso en París la organizó Vollard en 1901 en su galería. Entre los años 1930 y 1937 Picasso venía haciendo grabados que almacenaba en su taller sin encontrar una salida digna para ellos. Vollard se interesó por estas obras y se las canjeó todas por una serie de cuadros que Picasso tenía interés en incorporar a su colección privada.

Los grabados de Picasso eran más de doscientos, pero sólo se conservan 97 a los que con el tiempo se sumaron tres retratos que el artista hizo de Vollard. Todos ellos se pueden ver ahora en una gran exposición organizada por el Museo ICO (Instituto de Crédito Oficial) de Madrid, uno de los escasos conjuntos completos de esta Suite que existen en el mundo, que ICO adquirió en 1991.
La Suite Vollard está considerada como la más importante del mundo del grabado contemporáneo. Tradicionalmente se ha expuesto atendiendo a los bloques temáticos en que se divide: Temas varios, El taller del escultor, La batalla del amor, El Minotauro ciego y Retratos de Ambroise Vollard.
En esta exposición, sin embargo, los grabados se exponen según el orden cronológico en que fueron creados, indicando a qué bloque temático pertenece cada uno de ellos. De este modo se puede apreciar la evolución artística y emocional de Picasso, así como las técnicas empleadas, aguafuerte, aguatinta, buril y punta seca.
En cada tema Picasso refleja sus obsesiones personales, el enfrentamiento entre tradición y modernidad, el deseo y el conflicto de sus relaciones con Marie-Thérèse Walter, la lucha interna entre la pasión y la angustia representada por el minotauro, alter ego del artista. A destacar también las cuatro piezas dedicadas a Rembrandt, un maestro del grabado por quien sentía una gran admiración. Los tres retratos de Ambroise Vollard completan la Suite que ha perpetuado para la posteridad el nombre del marchante.
La exposición se completa con una amplia muestra de 54 grabados y ocho pinturas de veinte grandes artistas españoles contemporáneos: Luis Gordillo, Eduardo Arroyo, Rafael Canogar, Juan Genovés o Lucio Muñoz entre otros. También se exponen las series «Nueve animales nocturnos» de Miguel Ángel Campano y «Colección Dadá» de Fernando Bellver.
- TÍTULO. La suite Vollard de Picasso y el grabado de la Colección del Museo ICO
- LUGAR. Museo ICO. Madrid
- FECHAS. Hasta el 20 de Julio