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Martes 11 de febrero, Teatro de la Zarzuela de Madrid. Espectáculo «Recordando a Marchena», una producción de Sandra Carrasco y David de Arahal.
Lo habitual es que los medios recibamos información de los eventos desde los gabinetes de prensa y pidamos acreditación. Esta ocasión ha sido muy diferente. La invitación ha sido personal de la directora del Teatro de la Zarzuela, Isamay Benavente, antigua directora del Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera, donde la conocimos. Evidentemente, había que estar ahí, en ese homenaje al universo de Pepe Marchena.
La cantaora y el guitarrista han estado acompañados por el virtuoso chelista José Luis López El Marqués, auténtico protagonista musical de la noche, y al compás los famosos Mellis de Huelva. Más la colaboración muy especial de Ana Morales al baile.
Sandra y Arahal desmontan pieza a pieza al genio flamenco y vuelven a reconstruirle con el arte y estilo de la cantaora, pero sin dejar ni un ápice de la esencia marchenera siempre presente. Una verdadera reinterpretación respetuosa de las raíces.
Pepe Marchena, unas veces querido, otras criticado por incomprendido, ha dejado una huella profunda en muchos artistas flamencos. Nunca olvidaré, por ejemplo, quizá porque fue algo de mis primeros tiempos como cronista de flamenco, aquel concierto «Por los caminos marcheneros» de Rocío Márquez con Pepe Habichuela a la guitarra. Creo que era el año 2015, hace casi diez años. De lo de hoy, hablamos ahora.
El concierto
El concierto es el contenido del álbum homónimo de Sandra Carrasco y David de Arahal, que consta de cinco movimientos. Ellos han variado algo el orden, no empiezan por La Tarara lorquiana que parece tener origen en una copla sefardí y que en tiempos de Federico era una canción de corro infantil. Él la transformó en la historia de una muchacha que corre como loca por los campos…Vendrá más tarde como a mitad del concierto.
Un intro musical por la bulería, «La luna tiene cerco…» ahí empezamos a disfrutar del virtuosismo lleno de duende del chelo de José Luis López, apoyado por el sabio compás de Los Mellis de Huelva. Un intro que sabe a concierto, y cuando se unen Sandra Carrasco y David Arahal, el público ya está inmerso en el mundo de Marchena. Destaca siempre la voz de Sandra Carrasco, quien a lo largo del concierto va dejando su diversidad de registros vocales y musicales.
Para cerrar el primer movimiento llega la Milonga del melón sabroso. Ana Morales, la exquisita bailaora Ana Morales, sale a escena para deleite del público con su personalísima forma de bailar. Se convierte en milonga, asombra con sus características y estudiadas lentitudes, como si se regocijara en cada micro movimiento de su cuerpo, para de pronto entrar en un crescendo prodigioso. Ana es una de las grandes, grandes, de esta era flamenca. El chelo de El Marqués y el compás de los Mellis al acompañamiento.
Luego vendrán la Malagueña del Maestro Ojana, «Al pie de tu celosía»; «Llamarme por Soleá», en la intimidad jondísima de cantaora y guitarrista. Y luego otra de las especialidades del maestro Marchena, la taranta «Fueron a la campiña», taranta territorio del baile de Ana Morales, que vestida con una impresionante bata de cola amarilla, que parece empezar en el cuello, desafiando cualquier superstición del color amarillo en el teatro… Esta taranta con ese baile, es el Ecuador del concierto … los aplausos rompen cualquier silencio.
¿Por qué después del traje amarillo, sigue una petenera, «La canción de los Luises», el palo de mal fario que muchos y muchas no cantaban jamás? Ese es mi Marchena y esta la reinterpretación de la pareja Sandra y David, compositores y arreglistas de las músicas y autores de las letras.
Escucho mientras esto escribo la «Dulce Farruca de Marchena». Qué voz, qué entonación tan limpia, qué flamenco tan puro, que placer escucharla.
La serrana, «luna del mes de enero», no sé si originaria de la serranía de Córdoba o de la de Ronda, da igual. Es un solo de guitarra de David Arahal que ya se estaba echando de menos. Qué grande es ya este joven guitarrista y compositor. Es de los que garantizan el futuro del flamenco.
Llega un largo final festivo, primero por bulerías «Canto a las estrellas» y «Quisiera cariño mío», con el quinteto en pleno. Sandra ahora cubierta con un túnica blanca y de pie para cantar esos fandanguillos del siglo veinte, «Entre mis manos» y ya fuera de programa se van a Cuba, quizá la tierra musical de ida y vuelta que más incursiones ha hecho en el flamenco.
Un punto final para la excelente acústica, sonido e iluminación cuya autoría suponemos del equipo del Teatro de la Zarzuela. No tenemos otra referencia.