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Romance sonámbulo: Antonio Najarro toca la luna

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Siempre hemos dicho que la palabra es un medio de expresión menor que la danza. Pero cuando la palabra es poesía íntima de García Lorca expresada por medio de la danza, el canto y la música instrumental, podemos decir que hemos llegado a la expresión total, a la belleza absoluta, a lo que realmente sueña en este caso un redivivo Federico bajo la dirección de Antonio Najarro.

Porque eso es este «Romance Sonámbulo» puesto en escena en el Teatro Español de Madrid. Los sueños de Federico no solo en la tragedia de la gitana sin nombre y la de Soledad Montoya en el «Romance de la pena negra», situados en el corazón del ballet. Son los sueños de Federico en cinco cuadros de misterios que ocultan la personalidad más íntima del poeta, con versos de los que él mismo dijo que nadie, ni yo, sabe lo que pasa.

Cómo no iba a captar para la danza Antonio Najarro, con toda su inmensa trayectoria teatral, el espíritu más íntimo del granadino, lo oscuro y secreto, lo que solo sucede en los sueños. Najarro ha dado exquisita visualidad a una serie de poemas anteriores y posteriores al «Romancero Gitano». A la palabra como reflejo de la luna le ha dado exquisita voz María Mezcle. A Federico le ha dado cuerpo Daniel Ramos. A la luna, -amor y muerte- María Fernández. A Soledad Montoya Lidia Gómez.

Los cinco cuadros hacen un recorrido por el «Libro de Poemas» con «Aire de nocturno»; por el «Diván del Tamarit» para danzar el amor imprevisto con la «Casida de la mano imposible» y «la Gacela del amor desesperado»; por el «Poema del Cante Jondo» como conjuro, la «Canción del Jinete» y «En el huerto de la Petenera»; por el «Romancero Gitano» con los mencionados Romances, de la pena negra y el sonámbulo; para terminar con la «Fábula y rueda de los tres amigos» de «Poeta en Nueva York», y regreso al diván con la «Gacela de la muerte oscura». Recorrido por poemas lorquianos desde 1921 a 1936.

Una serie de videos y proyecciones dan vida efímera y cambiante a un entorno siempre mágico donde encontramos los jardines del Generalife, la fortaleza de la Alhambra rodeada de bosque, una calle del viejo Albaicín, dibujos que surgen mágicamente en el fondo de la escena, plantas que se alzan majestuosas. Y el espacio irreal y oscuro donde intuimos la presencia del compositor y guitarrista José Luis Montón, el violín de Thomas Potiron, la flauta de Juan Carlos Aracil y la percusión de Josué Barrés.

Antonio Najarro ha dado presencia a todas las Granadas que hemos conocido. Granada nazarí, hebrea y cristiana gitana y paya mediante la presencia de Lorca, de la simbólica Luna, del reflejo de la luna, de las palomas y los sueños de Federico, de una pareja de bailarines nazaríes, jinetes heridos, gitanas, demonios, el agua, el padre y el joven, surtidores, aljibes y pozos. Aquí, introducimos la palabra excelente para la dramaturgia de Alberto Conejero.

Capítulo aparte para el vestuario. Yaiza Pinillos ha creado auténticas obras de arte, -se intuye que sin restricciones económicas-. Las mallas/plumaje de las palomas y sueños de Federico del comienzo, diseños surrealistas de impacto; el vestuario de la pareja nazarí, de los jinetes heridos, de la luna María Fernández, de las gitanas, de María Mezcle, de Soledad Montoya/Lidia Gómez, ese traje rojo de pasión y muerte, del hombre joven y el padre, de los demonios, del agua … qué diversidad y riqueza, que demostración de la importancia de un vestuario creativo y rico en el conjunto de los elementos de una obra para su logro como pieza total de arte. Qué acierto de Yaiza al combinar la complejidad y sencillez unidas en un todo bello y perfecto.

Entre bailarines, cantante y músicos, veinte artistas en escena. Un hito para una compañía privada pero que cuenta con la colaboración entre varios otros de la Comunidad de Madrid, el ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón y el INAEM.

Una compañía que tiene en nómina un elenco de extraordinarios bailarines/actores. La pareja protagonista, Daniel Ramos en la persona de Federico García Lorca y María Fernández como la luna merecen mención especial. Él hace una teatralización conmovedora del Federico más íntimo; ella es siempre la eterna obsesión de la muerte en toda la obra lorquiana, poesía y teatro; y aquí María llega a transmitirnos esa obsesión con imágenes de extrema belleza. Una palabra más para la Soledad Montoya de Lidia Gómez expresando con su danza el amor y el camino hacia la muerte. Y que decir de María Mezcle, la voz conmovedora y constante de los poemas.

Yo diría que García Lorca dondequiera que esté debe sentirse feliz por haber muerto joven, dando así nacimiento al mito que le mantiene tan físicamente vivo en el tiempo.

Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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