En estos tiempos en los que la cultura está siendo relegada en las prioridades de los poderes y mercantilizada por las industrias del ocio, son más necesarias que nunca reflexiones como las que el profesor Joaquín Mª Aguirre Romero expone en su reciente libro «Cultura, leyenda y legado en la sociedad mediática» (Libros Pórtico).
En la introducción a este ensayo, la profesora Pilar Vega ya denuncia que lo que ha hecho la sociedad actual es «sustituir el canon por el ranking y optar por el ranking en cuanto impulsa el consumo». Se denuncia aquí la sustitución del legado por la moda, del canon por el trending y de la tradición por el mercado, un mercado que incita a un consumo cultural cuasimonopolizado por productos anglosajones, debido al poder de penetración económica y mediática de sus industrias culturales.
Y como consecuencia, la aparición de la cultura del ranking con fenómenos como el ‘best-seller’ y un exceso de oferta que hace que los productos culturales sean cada vez más efímeros. Es el triunfo de lo provisional, de lo pasajero, frente a la tradición. De este modo, se advierte en este ensayo, «nuestro depósito cultural se empobrece y estandariza». Será este uno de los ejes conductores de estas reflexiones que recorren varios aspectos relacionados con la cultura y sus derivaciones, fundamentalmente las relacionadas con la lectura, la escritura y los diferentes ámbitos de la palabra.
Para el profesor Aguirre el lenguaje es el valor central de la cultura: «Quien domine el lenguaje se convertirá en la referencia de la nación, del pueblo, de la cultura». La representación del lenguaje, la escritura (sustitutiva de la transmisión oral y de la co-presencia de los que intervienen en la comunicación), ha convertido los textos en objetos de culto (el autor dice sagrados), dignos de respeto, y contribuido al crecimiento del público letrado. Se hace hincapié en el sentido de las palabras de los textos, «no el sentido con que se definen en el diccionario, sino en el que entienden los hablantes en el contexto de su propia vida».
Como consecuencia, en este ensayo se fomenta la lectura como poderoso desarrollador de la imaginación y se elabora un elogio explícito de la escritura a través de la interpretación de textos que van de Wislawa Szymborska a Flaubert, de Robert Louis Stevenson a Dumas, de Schiller y Rilke a Thomas Mann y Georges Perec, de Natalia Ginzburg a Margaret Atwood, que tratan de llamar la atención sobre el poder de la escritura, atendiendo también al aspecto decisivo del papel del público en la valoración de la obra escrita, de la crítica como orientadora del gusto cultural y de la traducción como proceso que obliga a reflexionar sobre el lenguaje.
Es de agradecer que, junto a los autores de los textos utilizados, se mencionen los nombres de los traductores de cada uno de ellos.
Uno de los elementos que utiliza el autor para reflexionar sobre la cultura es el concepto de leyenda y sus funciones para construir la identidad de una comunidad.
En «El arpa de Boya», una de las leyendas analizadas en este libro, se abordan las consecuencias del descubrimiento del arte y la belleza y la retroalimentación de las experiencias entre la vida y el arte. Como en este caso, las leyendas perduran en el tiempo y se utilizan también para interpretar realidades contemporáneas a través de su adaptación a la época y del ajuste de personajes y acciones a la actualidad. Y junto a la leyenda también la mitología clásica, que en los tiempos actuales se reencarna en personajes como Spiderman y Wonder Woman, como aquí se observa.
Una de las leyendas que se estudian a fondo para reinterpretar los valores actuales es la mexicana «La mujer herrada», que desde el siglo dieciocho se ha venido utilizando para criticar el concubinato de sacerdotes católicos con mujeres, una situación que supuestamente los impulsa a faltar a sus obligaciones religiosas.
El mensaje que contiene la leyenda es la culpabilización de la mujer como elemento inductor pecaminoso, del mismo modo que la Eva del Paraíso terrenal arrastró a Adán al pecado y al consecuente castigo divino. En «La mujer herrada», el pecado, de ambos, sólo es castigado en la figura de la mujer, culpable de arrastrar al hombre a transgredir la ley divina, mientras queda sin sancionar el comportamiento del hombre.