El músico indio que dio a conocer el sonido del sitar en Occidente, gracias a los Beatles, celebra el centenario de su nacimiento.

Ravi Shankar ha sido el músico indio más conocido en Occidente a partir de que los Beatles, y otros grupos de la ola psicodélica de los años sesenta, se fijaran en su «sitar», y le solicitaran su colaboración e incluso su magisterio.

Algo parecido sucedió en aquellos tiempo con el gurú Maharishi Mahest Yogi, rostro exótico y sonriente que proclamaba la conveniencia de practicar la Meditación Trascendental, pues gracias a ella se podía adquirir «conciencia de la auténtica felicidad y aprender a vivir en el amor para así escapar de la prisión de nuestra mente».

LA AYUDA DEL GURÚ

Los Beatles se incorporaron al «club del Maharishi» para conocer los secretos de la Meditación Trascendental, tras haber experimentado con otras fórmulas lisérgicas a fin de «conectar, sintonizar, fluir… en busca del autoconocimiento», como sostenía otro gurú, en este caso del LSD, llamado Timothy Leary.

Pero no sólo fueron George, Paul y John (Ringo no tenía esas inquietudes). En 1968 coincidieron en el ashran del Maharishi Majest Yogui en India con el cantautor escocés Donovan, algún miembro de los Beach Boys, además de actrices como Mia Farrow. Precisamente a ella está dedicada la canción Dear Prudence, que alude a la devoción que la pequeña Mia ponía en la práctica de la meditación.

Los chicos de Liverpool abandonaron el recogimiento y la meditación a los dos meses para volver a Inglaterra. No se sabe en qué medida progresaron en la Meditación Trascendental, pero no perdieron el tiempo, pues regresaron a casa con un buen número de canciones nuevas que incorporaron al Album Blanco, su trabajo más experimental.

LA EXPLOSIÓN DEL SITAR

George Harrison fue el único miembro del grupo que continuó interesándose durante el resto de su vida por la India. En dos vertientes, la espiritual y la musical. Sobre este segundo aspecto la inmersión se produjo gracias a su relación con Ravi Shankar.

Fue en 1966 cuando Harrison conoció al músico indio, que estaba de gira en Inglaterra. El guitarrista de los Beatles le pidió que le enseñara a tocar el sitar, instrumento tradicional y básico en la música del norte de la India, junto a la Tabla y el Sarod. Shankar se convirtió en su maestro… y su amigo, por eso le advirtió de que el sitar requería muchos años de aprendizaje.

En aquellos meses se produjo la llamada «explosión del sitar». Tuvo lugar desde su incorporación en canciones como Norwegian Wood, de los Beatles o Paint It Black de los Rolling Stones. A partir de ahí fueron muchos los músicos, grupos y productores que querían añadir ese toque exótico y caleidoscópico a las instrumentaciones para formar parte de la tendencia del momento: la psicodelia.

El sonido del sitar se asociaba inevitablemente a la psicodelia y a los alucinógenos, tan en boga durante aquellos años. También se relacionaba con las indumentarias exóticas procedentes de India, el incienso, el pachuli o la práctica del yoga y otras técnicas de meditación. Un fenómeno súbitamente integrado en la cultura de masas, al menos en sus aspectos más superficiales y pintorescos.

UN PUENTE ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE

La música de Ravi Shankar fue conocida mundialmente gracias a esa irrupción en el mundo pop occidental. Llegó a participar en el Festival Monterrey Pop, en el verano de 1967, y dos años más tarde en el Festival de Woodstook, siempre junto a las más importantes figuras del rock, la psicodelia y la contracultura de la época. 

Pero la trayectoria musical de Shankar a lo largo de seis largas décadas fue mucho más profunda que aquel encuentro con los jóvenes hippies. Se convirtió en puente entre Oriente y Occidente, al introducir la música de la India en América y en Europa. 

Se movía también –o de forma más natural– en el terreno de la música sinfónica, con sus Conciertos para Sitar y Orquesta, conducida por Andrè Previn. También realizó trabajos para Sitar y Violín, con Yehudi Menuhim o con el músico minimalista Philip Glass, por citar algún ejemplo.

La figura de Ravi Shankar y su música, ha de vincularse necesariamente a la espiritualidad y a la introspección. «Tocar me hace entrar en un profundo éxtasis, físico, mental y espiritualmente. Me siento cerca de Dios cuando estoy profundamente metido en la música», comentaba.

Para Shankar fueron decisivas las palabras de su maestro, cuando aún era un joven estudiante: «Si aprendes una cosa aprenderás todo. Y si aprendes de todo, puede que no aprendas nada». Un consejo que siguió fielmente a lo largo de su vida, pues consideraba que la dedicación auténtica, profunda, constante a la música le conducía también a una vía espiritual e introspectiva. 

Y esto es probablemente lo que atrajo a tantos jóvenes occidentales, necesitados de nuevas percepciones, en un entorno acostumbrado a no entrar en demasiadas profundidades.

Ravi Shankar con George Harrison
EXPOSICIÓN EN MADRID

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