«¿Quien teme al pueblo de Hitler?», o la necesidad de que los pueblos asuman su historia

«Una vez terminada la guerra, aquellos adultos se limitaron a poner el reloj a cero, como si la época nazi nunca hubiera existido. Pero la época nazi había existido y estaba en todos ellos»

Hitler solo volvió una vez a Braunau, el pueblo austriaco muy cercano a la frontera alemana donde había nacido («un lugar que muchos austriacos querrían empujar hacia Alemania» intentando deshacerse de la parte del peso de la historia que les corresponde).

Para entonces, Hitler ya se había convertido en el führer asesino y ni siquiera se dignó hacer un alto para mirar la que había sido su casa que, cuando nació el fundador del Partido Nacional Socialista, era «una ciudad socialdemócrata y obrera, donde gran parte de la vida giraba en torno a una gran fábrica que empleaba entre cuatro y cinco mil trabajadores».

«Quien teme al pueblo de Hitler?» (Wer hat Angst vor Braunau?), el último largometraje del cineasta Günter Schwaiger («Desde que el mundo es mundo», «La maleta de Marta», «Ibiza Occident» , «El paraíso de Hafner», «Tierra de nadie»), austriaco -radicado en Madrid desde hace más de treinta años- lleva el subtítulo «Una casa y el pasado en nosotros», llega a nuestros cines acompañado del impacto que ha causado en Alemania y en Austria.

Rodado en Braunau, en el Alto Austria, el pueblo natal del hombre que ordenó el Holocausto, que incluye imágenes del interior de la casa donde nació, apoyándose en los rumores y las polémicas que no han dejado de tenerlo como protagonista y sirviéndose de distintas voces equivalentes a diferentes puntos de vista, el realizador de este documental –que nació y creció a veinte kilómetros de Salzburgo y a cincuenta de Braunau am Inn, o lo que es igual «justo entre Mozart y Hitler»- los dos ciudadanos austriacos más buscados en Google- y en el punto exacto de lo que muchos de sus conciudadanos consideran «el origen del mal», estigmatizado a sus habitantes y la manera en que gestionan su pasado, intenta buscar las secuelas escondidas de ese pasado nazi, y averiguar qué parte de ese pasado sigue vigente y continúa transmitiéndose a las nuevas generaciones.

«En Austria, como en Alemania, la mayoría de los crímenes nazis quedaron impunes tras la guerra. Desde 1955 hasta hoy, en Austria solo ha habido veinte condenas en más de mil procesos. La tragedia de Austria, quizá de casi todos los países, no es solo que se evita un análisis a fondo de los crímenes del pasado; la tragedia es que los conflictos no resueltos se trasladan a las generaciones futuras», lastrando sus vidas una y otra vez»

¿Por qué hasta ahora no se ha hecho en Austria una película sobre el lugar del nacimiento de Hitler? Esta fue la pregunta que se hizo el director Günter Schwaiger cuando en 2018 empezó a trabajar en la película. Poco antes, en 2016, el gobierno de la República de Austria había expropiado la casa, oficialmente «para evitar que caiga en las manos equivocadas», después de que circularan rumores acerca de que querían comprarla un diputado de la Duma rusa y una oscura asociación alemana, y de que algunos responsables políticos abogaran por convertirla en una comisaría de policía.

Un artículo del diario «Braunauer Warte am Inn» del 10 de mayo de 1939 cuenta que «el jefe ha puesto su casa natal a disposición de la dirección del distrito. Su deseo es que se transforme en oficinas… »

Adolf Hitler quería que la casa situada en la calle Salzburger Vorstadt número 5 se utilizara con fines administrativo: «Es una ironía que sean casi idénticas las intenciones del dictador y la de los actuales representantes de la República», dice el historiador Florian Kotanko, responsable de los archivos municipales de Braunau.

Con una mirada muy personal, durante cinco años Gunter Schwaiger acompañó las distintas opciones barajadas en torno a la reutilización de la casa natal de Hitler. Desde el cuestionamiento del cliché de la «ciudad nazi» hasta algunos sorprendentes e indignantes descubrimientos, el camino recorrido acabó conduciéndole a su propia historia familiar.

A través de este largometraje tan sentido, Schwaiger plantea «la metáfora de un país que sigue cambiando fachadas en lugar de profundizar en su historia como nación de descendientes de nazis, y simpatizantes de ellos. La memoria enterrada de los verdugos, y la dificultad de enfrentarse a todo ello como país, confiere a la película un mensaje universal».

Cuatro años después de debutar en el cine con el drama «The Diver Inside» (un psicothriller sobre los efectos, la represión y la aceptación de la violencia familiar, contado por diferentes personajes implicados), el realizador Gunter Schweiger cuenta ahora, en «Quién teme al pueblo de Hitler?[1]» una historia controvertida a través de diversos puntos de vista, entre ellos los de sus padres -que eran niños durante el nazismo, fallecidos hace diez años- , su hermano Erwin, propietario de una granja vecina, la educadora Melanie Klein quien, en una escuela local, inicia con alumnos adolescentes un debate sobre el papel de los espectadores de tragedias o el centenario Léa Olczak, niño en la época nazi y más tarde adjunto al alcalde de Braunau, creando un puzle de vivencias y sentimientos a los que añade su experiencia personal mediante imágenes que compara con las que le proporcionaron otros habitantes de la ciudad y algunos de los muchos turistas que acuden al lugar para fotografiarse junto a la piedra que, en la acera frente al portal de la casa, no habla de quien fuera su inquilino sino que recuerda a los millones de muertos del nazismo que nunca podrán acercarse hasta allí para visitar Braunau.

A la pregunta que plantea el documental sobre quién teme al pueblo, y a la casa de Hitler, la respuesta es evidente nadie, nadie teme ni al pueblo ni a la casa, sino lo que representan. Pero ¿qué razones hay para condenar un lugar cuyo único delito es que en su interior vivió un niño durante tres años? La respuesta está en el temor a que se convierta en lugar de peregrinación para neonazis.

Hasta el punto de que un responsable ministerial ha avanzado la necesidad de «neutralizar» el lugar y retirar la piedra que en la acera recuerda los crímenes nazis; neutralizar incluso los escombros de una posible demolición, eliminándolos «en secreto».

Algunos analistas políticos actuales creen que ni siquiera una renovación evitaría la metáfora en que se han convertido la casa y el pueblo, al que cada 20 de abril –fecha del aniversario de Hitler- acuden desde Alemania dos individuos que plantan una corona sobre el alfeizar de una ventana de la planta baja del edificio, encienden algunas velas «y se dejan entrevistar por la prensa local. La policía no les detiene, y tranquilamente se marchan después a Munich para participar en otra ceremonia. Más tarde, llegan algunos agentes de civil. Los que encendieron las velas serán condenados a tres años de cárcel por ‘reactivación». (y llegados a este punto, suenan los aplausos del público en los varios festivales que han exhibido el documental).

El profesor Embacher, historiador de la Universidad de Salzburgo, tiene una explicación: lo que pesa «son los conflictos no resueltos, transmitidos a las siguientes generaciones. La casa es un símbolo que debe ser normalizado, no borrado ni exaltado. La casa, que se ha convertido en un estigma para los habitantes de la ciudad, es también un controvertido lugar al que acuden a ‘rezar’ tanto los nostálgicos del nacional socialismo como quienes condenan firmemente el totalitarismo».

«Braunau», dice el realizador Schwaiger, «me abrió los ojos». El resultado de su trabajo es una película didáctica que debería formar parte del material recomendado a los estudiantes de secundaria de toda Europa.

El mensaje que muy inteligentemente transmite va en el sentido de que los hechos, de cualquier índole que sean, no pueden ocultarse detrás de las fachadas, por mucho que se remodelen o repinten. La Comisión austriaca de cine para jóvenes lo recomienda «a partir de los catorce años» subrayando que «gracias a una descripción diferenciada de testimonios contemporáneos el pasado se hace tangible (…) La película demuestra de manera impresionante cómo la complicidad de las generaciones pasadas moldea las siguientes».

«En mi primera película rodada en Austria- ha comentando el realizador- he tenido ocasión de comprobar hasta qué punto mi país ha progresado en el proceso de reconciliación con los nazis». A veces, ante historias como la de este documental nos preguntamos si son ciertas o forman parte de la ficción.

Pero no hay duda: estamos ante una de las que retratan la realidad tal y como es, por dolorosa que resulte y por lejana que parezca

  1. El documental «¿Quién teme al pueblo de Hitler?», que recomendamos encarecidamente dadas las muchas similitudes con nuestra propia historia en España, y la de otros países europeos, se estrena en Madrid el próximo viernes 26 de julio de 2024.
Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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