Los datos están ahí pero aún no tenemos un plan nacional contra el suicidio. Hablar de salud mental es un compromiso con las personas, porque el sufrimiento no se elige, tiene lugar. Entre los silencios y las soledades se anidan perfiles de personas que se esconden porque aparentemente no muestran su túnel; ese en donde ya no ven luz y acaso sí una respuesta a su falta de motivación. Un segundo en donde el suicidio es un pensamiento que sucede.
No es fácil determinar cuándo empieza el dolor y cuándo queremos terminar con él; lo cierto, lo verdaderamente cierto, es que no existe un plan contra el suicidio y los casos siguen aumentando en España. Más de tres mil quinientas y no siempre hablamos de personas mayores. Los jóvenes, cuya vida proyectada difiere mucho de la realidad, piensan a veces en esa angustiosa salida. Es un minuto entre estar aquí y decidir dejar de sufrir.
Es terrible pensar que casi setenta mil personas pudieron intentar hacerlo, pero no tuvo lugar ese escenario; quitarse la vida. Eso no significa que no lo vuelvan a provocar, tampoco que no lo consideren más; ellos, que podemos ser nosotros, están/estamos esperando ese momento.
Si pensamos que cada dos horas y media una persona se suicida, o si contamos con esos diez al día, no podemos prever qué sucederá en su entorno tampoco. Vidas quebradas, familias que se culpabilizan porque lo más sencillo es hacerlo, cuando realmente, en ese devenir, nadie puede considerar lo que esa persona, en ese instante decidió. Y lo que es peor, por qué.
El futuro devastador en España no nos aleja de estos supuestos; la COVID-19 y su repercusión en esa soledad de muchas personas durante el confinamiento, hizo que la posibilidad de no estar aquí fuera un pensamiento para muchas personas. El paro, la falta de perspectiva; la huella indefectible de las muertes que se han sucedido; las pérdidas que ha habido en las familias; los ERTE y todo lo que tiene que ver con la vida, hace que hoy tengamos un escenario de nuevo peligroso, alarmante y, quizá, demasiado susceptible si hablamos de depresión, de ansiedad y de falta de salidas en plural.
Hablar de suicidio es el primer paso y reconocer la realidad es otra. Preguntar a las personas y con respeto, ahondar en su dolor es una forma de considerar que sus emociones, su terrible desesperación, esa que los lleva a ese lugar en donde no hay salida. No hay llamadas de atención ni otras milongas que justifiquen los actos de una persona; solo existe un considerando que tiene que ver con la vida o quizá, mejor dicho, con la falta de esta. Vivir sin motivación y sin un futuro, en soledad o en otros casos, en la soledad más acompañada, es un dolor tan intenso que no tiene cabida.
Si aumenta la ingesta de alcohol que es el mayor depresor que existe, si se ingieren otros tóxicos para evadirse de la realidad; si existe una injustificada irritabilidad; si se tienen pesadillas o un insomnio de meses, algo está pasando. No es un preámbulo de un suicidio; solamente es una señal de que algo tiene lugar fuera de la realidad conocida.
En España, el que fuera diputado por UPN, Íñigo Alli, actual vicepresidente del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia, CEDDD, presentó una iniciativa por unanimidad en donde se exigía un Plan de Estado contra el Suicidio. Hace tres años de ello y en el interim, once mil personas en España han acabado con su vida; personas que pudieran estar vivas si hubiera habido un hueco para su dolor. Más de doscientos veinte mil intentos de suicidio y no tenemos respuesta por parte del gobierno central, comenta Alli.
«Desde CEDDD instamos al poder legislativo a que materialice el contenido de la PNL sobre Plan Nacional de Prevención del Suicidio aprobada desde 2017. Es un tema reincidente que lleva años demandando medidas concretas y que dadas las actuales circunstancias se podría llegar a agravar», añade el vicepresidente Íñigo Alli.
Las iniciativas privadas se suceden y las personas, que apuestan por otras personas, trabajan para frenar esta tendencia. Llamar es un instante cuando vemos que no nos escucha nadie, puede suponer que elijamos de nuevo la vida, porque esta, nos esté enseñando un camino que aún no vemos.
El teléfono contra el suicidio de la Asociación La Barandilla está esperando a que le des la razón para no quitarte la vida. Si eso se te ha pasado por la cabeza, tan solo tienes que llamar.
Hay personas que siempre, siempre, te escucharán; esas que están al otro lado. ¡LLAMA!