Con nada menos que trece nominaciones a los próximos Premios Goya –inicialmente eran catorce pero su equipo de efectos especiales había sido seleccionado también en otra categoría y la Academia ha optado este año por evitar repeticiones- «Adu», el drama sobre la inmigración dirigido por Salvador Calvo, es la favorita para arrasar en la 35 edición del premio más importante de la cinematografía española, a celebrar el próximo 27 de febrero en Málaga, en una gala con aforo reducido a los nominados, que presentarán los actores Antonio Banderas y María Casado.
Los premios Goya tienen un valor especial, porque es el resultado de la votación de «los colegas», es la profesión la que elige a los mejores de cada año, y es su distribuidora quien ha decidido reestrenar «Adú» (estrenada en vísperas de la pandemia, el pasado 31 de enero de 2020, el cierre decretado por el estado de alarma le cogió en pleno éxito de taquilla) este 22 de enero de 2021 para que, incluso con restricción de aforo, puedan verla quienes se la perdieron el año pasado.
«Adú» está nominada en las categorías de mejor Película, mejor Dirección (Salvador Calvo), mejor Guión original (Alejandro Hernández), mejor Música original (Roque Baños)l, mejor Canción original («Sababoo» de Cherif Badua y Roque Baños), mejor Actor de Reparto (Alvaro Cervantes), mejor Actor Revelación (Adam Nourou), mejor Dirección de Producción (Ana Parra, Luis Fernández Lago), mejor Dirección de Fotografía (Sergi Vilanova), mejor Montaje (Jaime Colis), mejor Dirección Artística (César Macarrón), mejor Maquillaje y Peluquería (Elena Cuevas, Mara Collazo y Sergio López) y mejor Dirección de Sonido (Eduardo Esquide, Jamaica Ruiz García, Juan Ferro y Nicolás de Poulpiquet)
Mientras que el conservador diario ABC titula con la sorpresa que le ha producido el barrido de «Adú» en las nominaciones de este año, la práctica totalidad de los medios ha aplaudido la elección de la Academia eligiendo la denuncia de esa realidad -la de la inmigración, clandestina que no ilegal- que sigue presente en nuestra cotidianeidad, en un hermoso relato sobre dos hermanos cameruneses que sueñan con poder llegar a Europa escapando de la miseria.
En un intento desesperado por conseguirlo y agazapados en una pista de aterrizaje en Camerún, un niño de seis años y su hermana mayor esperan para colarse en las bodegas de un avión. No demasiado lejos, un activista medioambiental contempla la terrible imagen de un elefante, muerto y sin colmillos. Miles de kilómetros al norte, en Melilla, un grupo de guardias civiles se enfrenta a la muchedumbre de subsaharianos que ha iniciado el asalto a la valla.
Tres historias que caminan más o menos en paralelo mientras el espectador se centra en el drama del niño, lleno de obstáculos, violencia, abusos y pérdidas, hasta su desesperada llegada a las costas españolas.
«Adú», nombre del auténtico protagonista de estas tres historias aunque el cartel lo encabece Luis Tosar, detalles de la promoción, segundo largometraje de Salvador Calvo (‘1898. Los últimos de Filipinas), es una película valiente, sincera y honesta, con momentos de una emoción difícilmente soportable, que personifica en un niño camerunés de seis años –Adú (Moustapha Oumarou)- a los 35 millones (cifras oficiales, la mitad del total), que como él dejan atrás cada año sus países y sus hogares en busca de una vida mejor: «No lo hicieron por gusto, lo hicieron por necesidad: expulsados por guerra, por el color de su piel, sus ideas, identidad sexual o religión».
Mientras Adú completa su dolorosa odisea por tierra, aire y mar, el malhumorado activista funcionario de una ONG (Luis Tosar) que protege a los elefantes de los furtivos que les matan para vender el marfil, tiene que ocuparse de su insoportable hija (Anna Castillo), llegada de España con su cargamento de frustraciones y malos rollos. Y más al norte, una patrulla de guardias civiles se enfrenta al juicio por la muerte de un migrante en el asalto a la valla –todavía con concertinas, instaladas en 2005 y sustituidas en junio de 2020 por una estructura de barrotes- de Melilla.
Hora y media de una Tragedia, con mayúscula, que se repite demasiado en los últimos tiempos y que, a fuerza de ver en bucle imágenes parecidas en los telediarios, hemos aprendido a integrar en nuestra realidad como parte de la condición humana.
Ya no nos sorprenden las mafias que engañan a quienes buscan un futuro mejor en otra parte, ni los niños hambrientos e incluso enfermos que, solos en el más hostil de los mundos, son moneda de cambio, se prostituyen para seguir adelante, se pierden en la selva o terminan ahogados en el mar mientras avistan las costas del mundo que han soñado. Una Tragedia que hay que ver y archivar en la memoria.
Sin concesiones, sin paternalismos, sin necesidad de explicar que la realidad supera con creces a la ficción, «Adú» es una historia descarnada y necesaria sobre la emigración. La personalidad de Adú es tan fuerte, llena de tal manera la pantalla, que al espectador se le hace innecesario el contrapunto de las otras dos historias.