El presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa, ha sancionado la ley que obliga a los políticos y altos cargos públicos portugueses a declarar su pertenencia a entidades de carácter asociativo, una ley que en su origen pretendía estigmatizar a los servidores públicos pertenecientes a la Masonería.
Sin embargo, el choque con la Constitución Portuguesa llevó a la modificación del proyecto en marzo, informa El Oriente de la Gran Logia de España.
En una declaración justificando la promulgación, la Presidencia de la República recuerda que el texto final excluye «de tal obligación los datos que puedan revelar concretamente convicciones religiosas, todas ellas, o políticas, también todas ellas y no sólo partidistas».
A lo largo de las últimas semanas, los medios portugueses han publicado diversas opiniones contradictorias en torno a si los cambios introducidos amparan el derecho a la intimidad de los masones portugueses o si, por el contrario, están obligados a confesar sus convicciones filosóficas.
En una columna publicada en Diario de Noticias, el gran maestro de la Masonería Portuguesa, Armindo Azevedo, ha recordado que son los fundamentalismos políticos y religiosos los que persiguen a la Masonería en el mundo:
«Si hay un excelente indicador en cuanto a la separación entre los países que respetan y defienden la libertad de sus ciudadanos y los que limitan los derechos cívicos y humanos, ese indicador es la legitimación o no de la existencia de la Masonería en los diferentes territorios. Ahora que los acontecimientos de Afganistán preocupan naturalmente a todos los que ven en ello un retroceso de la civilización, la Masonería Regular ve también con tristeza y gran aprensión el probable resurgimiento de un régimen fundamentalista similar a los de otros que prohíben la existencia de una institución que, como la Masonería, tiene en la evolución de cada individuo y en la autonomía de su camino espiritual el núcleo de su actividad. De hecho, en los países de mayoría islámica, sólo Turquía y Marruecos han permitido la creación de Grandes Logias».
Armindo Azevedo recuerda también que en 1907 el emir de Afganistán, Habibullah Khan, se inició como masón. «Su reinado se caracterizó por la introducción de la medicina moderna y otros avances científicos en Afganistán y la institución de varias reformas legales, derogando muchos de los castigos penales más severos y desmantelando la represiva organización policial interna que había puesto en marcha su padre. Estas iniciativas estaban estrechamente relacionadas con sus valores como masón. Ayer, como hoy, los enemigos de la masonería existen allí donde hay fundamentalismos y muchas de las acciones solidarias masónicas, siempre desarrolladas de forma discreta, incluyen el apoyo a las víctimas de esos mismos regímenes».