En el café Les Deux Magots, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, se reunía la bohemia de París en los años treinta del siglo veinte, artistas, literatos y poetas que buscaban la gloria en la capital de la cultura. Un día Pablo Picasso y el poeta Paul Éluard, sentados en uno de los bastidores, observaron a una joven que se sentó unas mesas más allá y comenzó a jugar a la ruleta rusa con una navaja que clavaba entre los dedos abiertos de una mano, sin mucho acierto, pues el guante con el que la cubría comenzó a teñirse de sangre.
Picasso y Éluard se levantaron precipitadamente, se acercaron a aquella mujer y se ofrecieron a prestarle ayuda. Se llamaba Dora Maar y se convirtió en modelo y musa del pintor y en su nueva amante. Dora Maar tenía entonces 29 años. Picasso, 55.
A diferencia de sus mujeres anteriores, Picasso encontró en Dora Maar una interlocutora con la que hablar de arte, poesía, política, música… Ella se enamoró profundamente, hasta el punto de decir «Después de Picasso sólo está Dios».
Las mujeres de Picasso
Picasso tuvo relaciones con más de una decena de mujeres que fueron sus amantes, sus esposas, sus modelos: Olga Koklova, Marie Therèse Walter, Françoise Gilot,Jacqueline Roque. Y Dora Maar.
Dos de ellas terminaron suicidándose: Marie-Thérèse Walter se ahorcó en 1977, y Jacqueline Roque se pegó un tiro en 1986. Otras dos, Dora Maar y Olga Kohkhlova, sufrieron problemas sicológicos. Kohkhlova, su primera esposa, había abandonado la carrera de bailarina para unirse al pintor, quien después de su separación la calificó de loca y castradora. Dora Maar también había dejado la fotografía por Picasso.
Más que un romance
Se llamaba Henriette Theodora Markovitch y era conocida en ciertos ambientes de la intelectualidad artística de París. Había sido amante del poeta Georges Bataille y amiga de artistas como Alberto Giacometti, Georges Braque, Tristan Tzara.
Cuando Dora Maar conoció a Picasso ya era una fotógrafa de éxito en círculos vanguardistas, con una carrera prometedora y una obra de gran calidad que quedó eclipsada en su biografía. Se formó como pintora con el cubista André Lhote y nunca renunció del todo a la pintura. Hija del arquitecto croata Josip Markovic y de Louise Julie Voisin, quien tenía una boutique de alta costura, Dora Maar nació en París en 1907 y se educó entre Francia y Buenos Aires, donde estuvo destinado su padre, de ahí su dominio del español.
En política estuvo vinculada a grupos de ultraizquierda, como Octobre y Contre-Attaque, que lideraban ideológicamente Georges Bataille y André Breton. La ideología de Contre-Attaque era muy similar a la de los situacionistas de los años sesenta, cuyo representante más destacado fue Guy Debord, autor de «La sociedad del espectáculo».
Dora Maar hacía fotografía publicitaria y también para revistas de moda como «Vogue», «Paris Magazine», «Le Figaro Illustré» con modelos como Nusch Éluard (pareja de Paul Éluard) y sobre todo Assia (Assia Granatouroff), su modelo de «Maniquí estrella». Entre sus obras destacan«Los años os acechan» para el anuncio de una crema de belleza y «Publicidad para Pétrole Hahn» (una loción capilar).
Practicó también el documentalismo social y fotografió a personas afectadas por tragedias personales: ciegos, tullidos, mendigos, desposeídos, músicos callejeros, niños en barracas, vendedores ambulantes, personas sin hogar… En España hizo reportajes en Barcelona y Tossa de Mar en 1934.
Bataille le presentó a André Breton y a su mujer Jacqueline Lamba, de quien Dora se hizo íntima amiga, y a los fotógrafos surrealistas Man Ray, Brassaï y Lee Miller. La fotografía surrealista más famosa de Dora Maar es «Retrato de Ubu», un feto de armadillo, para la obra de teatro de Alfred Jarry «Ubu rey», que la crítica ha interpretado como un animal triste y juguetón o como una imagen aterradora.
En la obra de Dora Maar empezaron a aparecer técnicas de los surrealistas: fotomontajes, sobreimpresiones y solarizaciones, y temas que remitían al mundo onírico y el absurdo, jugando con los espacios arquitectónicos e introduciendo objetos extraños con los que experimentaba la inversión de valores.
Destacan «29 Rue d’Astorg», con una figura grotesca que mezcla la escultura de una mujer con la cabeza fálica de un pájaro; «Onirique», con dos adolescentes en un sótano con la diosa Atenea, que representan la consciencia y el inconsciente. En «Grotesque» muestra el fotomontaje de un rostro monstruoso. También experimentó con cuerpos de un fuerte erotismo.
Picasso retrató a Dora Maar en más de treinta ocasiones, primero como una belleza pletórica y luego como un ser dramático y torturado, perturbado, histérico: «Mujer llorando», «Mujer llorando con pañuelo», «Cabeza de mujer», «Mujer con sombrero azul». En «Pesca nocturna en Antibes» está con Jacqueline Lamba y en «Dora y el minotauro» la representa como expresión del deseo sexual.
El Guernica
La primera semana de enero de 1937 (tres meses antes del bombardeo de Guernica) Picasso había recibido en su estudio de París a una delegación del Gobierno de la República española con Josep Renau, Juan Larrea, Luis Lacasa, José Bergamín y Max Aub, quienes le encargaron un mural para el pabellón republicano de la exposición universal que iba a celebrarse en París.
En plena guerra civil la República necesitaba a Picasso, el artista más famoso del mundo. Picasso ideó una obra de grandes dimensiones y Dora Maar le sugirió como taller el ático del edificio número 7 de la Rue des Grands-Agustins, donde había vivido Balzac y se reunía el grupo izquierdista Contre-Attaque.
Picasso no tenía claro cuál sería el tema de su cuadro. Lo decidió cuando se enteró del bombardeo de Guernica. El primero de mayo Picasso hacía los primeros apuntes y en las cinco semanas siguientes liberó una enorme energía creadora para terminar el cuadro.
Dora Maar tuvo la oportunidad histórica de fotografiar todo el proceso de creación del Guernica, una serie de imágenes que probablemente constituyan el ejemplo mejor documentado del progreso de una obra en toda la historia del arte.
Después de una relación de unos diez años, entre 1936 y 1946, Picasso abandonó a Dora Maar cuando conoció a Françoise Gilot, veinte años más joven que Dora Maar y cuarenta más joven que Picasso. Gilot pasó a ser su nueva musa y modelo, y la única mujer que abandonó a Picasso.
La separación afectó profundamente a Dora Maar, quien fue internada en un hospital siquiátrico y se recluyó en su casa de Ménerbes con una profunda depresión. Continuó viendo a algunos amigos como Giacometti, Óscar Domínguez y Marie-Laure de Noailles (aristócrata francesa, íntima amiga) antes de retirarse completamente de la vida pública. En su soledad retomó la pintura y abrazó fervorosamente la religión católica, acudiendo a misa diariamente desde su casa parisina de la Rue de Savoie (¿recuerdan la frase «después de Picasso sólo está Dios»?). Poco a poco el mundo se fue olvidando de ella.
Un día, Victoria Combalía, profesora de la Universidad de Barcelona, se enteró de que aún vivía y decidió que tenía que entrevistarla. Lo hizo en varias ocasiones por teléfono (Dora nunca permitió una relación directa), escribió su biografía y rodó un documental, que muestran a una mujer artista cuyo talento brilló con luz propia. En 1995 Combalía organizó una exposición retrospectiva de su obra en la Fundación Bancaixa de Valencia, que la devolvió a la actualidad.
Dora Maar murió el 16 de julio de 1997 y a su funeral en la tumba familiar del cementerio de Clamart, cerca de París, sólo acudieron seis personas.
Entre 1997 y 1999 se subastaron 130 picassos de su propiedad y se vendieron fotografías, documentos, joyas y objetos que la artista guardaba en su casa.