Tres mujeres artistas que se admiran mutuamente, unidas en «Parcas. La voz, el ojo y la carne», un ballet de poco más de una hora de duración, pero de intensidad de alto voltaje.

No es para menos, cuando Paula Comitre, Florencia Oz y Carmen Angulo se transforman en las hermanas mitológicas Cloto, -la que teje el hilo de la vida- Láquesis, -la que mide su duración- y Átropos, la que lo corta. Parcas o Moiras, las que deciden el destino humano.

Hermosa e inevitable historia, se diría que hecha para la danza, el lenguaje más antiguo y genuino de las formas de expresión, aquí encarnado con la coreografía original de las tres artistas, con el protagonismo de un interminable hilo de la vida que representa a toda la humanidad.

Y Rocío Luna, la jovencísima cantaora, auténtica alma sonora flamenca de «La voz, el ojo y la carne».

Dijeron que nació de una idea de las tres bailarinas/coreógrafas. Maravillosa idea, unir dos fuerzas históricas, como la mitología, siempre vigente, porque sus dioses, diosas en este caso, representan todos los ámbitos del comportamiento y de la naturaleza humana, deidades nacidas a semejanza de lo excelso y lo perverso de los mortales; y la danza, aquí a ratos contemporánea, clásica, española y flamenca, intensa hasta su máxima expresión, como la vida y la muerte, con un final que representa el triunfo de la vida.

Todos los elementos en «Parcas: La voz, el ojo y la carne», comparten el mismo protagonismo; la dramaturgia con el devenir transcendental de la historia que se narra, la fuerza compositiva de cada momento de la danza.

Como dijo Paula Comitre en el encuentro posterior con el público, ‘cada movimiento ha sido medido’, los hilos de la vida, que comienzan por atarse a los cuerpos de las bailarinas/diosas, como dueñas de los destinos humanos, de los que se van liberando para tejer o destejer esos destinos, esos encuentros; o rodear a Rocío Luna, aquí encarnando a cualquier mortal, para decir ‘somos las dueñas de vuestro destino’.

La música y sonido creados para acentuar el énfasis de cada escena. La iluminación y espacio escénico, una auténtica joya, diseñados para resaltar y añadir valor a cada detalle en el desarrollo escénico. Los procesos de danza, algunos de ellos, serían perfectamente válidos para otras obras narradas en formato de ballet . Así lo he visto, desde mi experiencia y subjetividad.

En el encuentro posterior, las tres artistas agradecieron la presencia en primera fila, que en la Sala Negra es un privilegio, de Rafaela Carrasco, su maestra y mentora en «Nacida sombra», otra joya del arte de Terpsícore, la Musa de la danza.

En resumen: Todo se puede decir bailando con el trasfondo de la palabra cantada con voz en clave flamenca, desde lo más solemne hasta lo más festivo, como el cante de trilla final, que a la par de dedicarse al triunfo de la vida, pudiera ser el material con el que se tejen los hilos de las nuestras.

«Parcas: La voz, el ojo y la carne» se ha gestado en un proceso de residencias artísticas que sigue vivo y quizá en crecimiento. Una residencia más y tal vez, dentro de un año se prolongue hasta la hora y media de justa duración.

  • «Parcas. La voz, el ojo y la carne» en la Sala Negra de los Teatros del Canal, en la inauguración de temporada del ciclo Canal Danza.
Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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