
Finalizada la Segunda Guerra Mundial los Aliados, que incluían también a Rusia, se enfrentan a la pregunta del millón: ¿qué hacer con los oficiales nazis directamente responsables de ordenar las diversas formas de liquidación de los judíos y otras minorías?
La respuesta fue Núremberg, un proceso que comenzó hace exactamente ochenta años, el 20 de noviembre de 1945, en el que un tribunal internacional, compuesto por un juez de cada uno de los países vencedores, se encargó de juzgar a los principales criminales de guerra nazis.
La película «Nuremberg», escrita y dirigida por James Vanderbilt («La verdad»), es un drama que reconstruye lo ocurrido en aquellas sesiones que finalizaron con la ejecución, por ahorcamiento, de los principales militares de alta graduación nazis. Y lo hace a través de la mirada del doctor Douglas Kelley, psiquiatra y oficial de la Inteligencia del ejército estadounidense, encargado de entrevistarse con los militares nazis procesados.
«Núremberg», basado en la novela «El nazi y el psiquiatra», publicada en 2013 por el periodista estadounidense Jack El-Hai, está interpretada Russell Crowe («Gladiator», «Sombras del pasado») y Rami Malek («Bohemian Rapsody»), dos actores que cuentan con un Oscar entre los premios conseguidos, que dan vida respectivamente a Herman Göring, uno de los más temibles oficiales nazis, autor intelectual del exterminio de miles de judíos (y gitanos, homosexuales, y otras minorías), y al psiquiatra Douglas Kelley, encargado de evaluar la salud mental de los encausados y decidir si fueron responsables directos de los cargos que se les imputaban.
Les acompañan Michael Shannon («Animales nocturnos», «Revolutionary Road»), Richard E. Grant («¡¡Elvis vive!!», «¿Podrás perdonarme algún día?»), Leo Woodall («Bridget Jones: Loca por él»), John Slattery («Mad Men»), Colin Hanks («Fargo») y Lydia Peckham («El reino del planeta de los simios»).
Un álbum de fotos inéditas[1], encontrado en los archivos del Memorial de los Niños del pueblo francés de Izieu[2], ha ayudado a desvelar lo que ocurrió entre bastidores en el proceso histórico, y las innovaciones técnicas que posteriormente sirvieron para definir los crímenes de guerra y sentar las bases de la justicia penal internacional que ha llegado hasta nuestros días.
«Núremberg explora la frágil frontera entre la justicia y la venganza tras una atrocidad inimaginable. A medida que pasan los años de aquel momento sin precedentes en la historia, es más urgente que nunca rememorarlo», ha comentado el director James Vanderbilt, quién tiene una prolífica carrera como guionista y, antes de llevarla ante el gran público, ha exhibido su película en los festivales de Toronto y San Sebastián.
«Nuremberg» nos sitúa de pleno en los juicios celebrados hace ochenta años por los Aliados tras la derrota del régimen nazi. El psiquiatra estadounidense Douglas Kelley (Rami Malek) es designado como responsable de evaluar la salud mental de los prisioneros y determinar si son aptos para ser juzgados por sus crímenes de guerra. De la noche a la mañana, Kelley se verá inmerso en una compleja batalla de ingenio contra Hermann Göring (Russel Crowe), mano derecha de Hitler y uno de los hombres más temibles del régimen instaurado por los nazis.
Cerca de trescientos mil testimonios, 6600 evidencias contenidas en 42 volúmenes… cuando habían transcurrido solamente seis meses del final de la Segunda Guerra Mundial, el 20 de noviembre de 1945 comenzó en Núremberg el juicio de veintiún altos dignatarios nazis que, en audiencia abierta al público, tuvieron que responder de sus crímenes ante un tribunal internacional excepcional.
«La auténtica acusación es la civilización», manifestaba entonces el fiscal estadounidense Robert Jackson en la sala 600 del tribunal, donde ante casi trescientos periodistas que contaron al mundo todo lo ocurrido, fueron juzgados entre otros Hermann Göring, número dos del régimen nazi; Joachim von Ribbentrop, diplomático, miembro del partido nacional-socialista, embajador de Alemania en el Reino Unido y posteriormente ministro de Asuntos Exteriores del Tercer Reich; y Rudolf Hess, adjunto de Adolf Hitler tras los suicidios de Joseph Goebbels y Heinrich Himmler.
Los juicios de Núremberg se celebraron en cuatro lenguas –por primera vez en traducción simultánea y directa- en una ciudad en ruinas, que había sido primero ciudad imperial y después símbolo del nazismo –donde Hitler celebraba grandes concentraciones y donde promulgó en 1935 las «leyes anti-judías»-; y donde milagrosamente seguían en pie el Palacio de Justicia y la cárcel anexa.
Los fiscales encargados de la acusación llegaron de Francia, Reino Unidos, Rusia y Estados Unidos. Los acusados tuvieron que responder de complot, crímenes de guerra, crímenes contra la paz y, por primera vez en la historia, crímenes contra la humanidad definidos como «el asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano cometido contra cualquier población civil antes o durante la guerra, o bien las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos». Hubo que esperar hasta 1948 para que el derecho internacional reconociera el crimen de genocidio.
Como se esperaba, todos los acusados se declararon no culpables (nicht schuldig). La proyección de imágenes grabadas por los Aliados y los testimonios de supervivientes de los campos de internamiento y exterminio nazis revelaron al mundo la magnitud de los crímenes cometidos por el Tercer Reich. Entre los encargados de investigar los delitos cometidos por los acusados destaca el militar Ben Ferencz[3], a quien el general Telford Taylor encomendó la misión diciéndole: «Usted sabe lo que pasó».
La sentencia llegó el 1 de octubre de 1946: doce condenas a muerte (una en ausencia del procesado para Martin Bormann, secretario de Hitler, cuya muerte se ignoraba entonces), tres condenas a prisión perpetua y dos penas de veinte años de cárcel, una de quince años y otra de diez. El 16 de octubre de 1946, a la una de la madrugada, se ahorcó a todos los condenados con excepción de Hermann Göring, quien horas antes se había suicidado en la celda mordiendo una cápsula de cianuro. Todos los cuerpos, incluido el de Göring, fueron incinerados y sus cenizas arrojadas a un afluente del río Isar, para evitar que las tumbas pudieran convertirse en lugares de peregrinación y homenaje.
Recuerdo de todo lo que pasó hace ochenta años en la ciudad bávara, la película «Nuremberg[4]» que esta semana se va a estrenar en España, es un thriller psicológico, un drama y una lección de memoria histórica. Si bien es cierto que –como ha destacado buena parte de la crítica internacional- no nos enseña nada que no conociéramos, evocar aquellos acontecimientos puede tener hoy, cuando los movimientos ultraderechistas se abren paso en diferentes ciudades europeas y algunos de ellos se proclaman abiertamente pronazis, la virtud de ayudarnos a reflexionar sobre lo que puede suceder en el futuro. Enfrentarnos hoy a lo que significaron los juicios de Núremberg es imposible sin pensar en «los genocidios, las guerras y la represión de estados autoritarios, ultraconservadores y hasta declaradamente herederos del nazismo, y sin preguntarnos si llegará el día en que sus responsables tengan que rendir cuentas» (rogerebert.com).
- Se trata de fotografías excepcionales tomadas por el fotógrafo estadounidense Charles W. Alexander, quien trabajaba para el ejército de Estados Unidos desde antes de la conferencia preparatoria de los juicios, celebrada en agosto de 1945 en Londres. Según el historiador alemán Matthias Gemählich, coautor del libro que las recoge, «los aliados tenían opiniones diferentes sobre las bases jurídicas, los cargos, el desarrollo del proceso y otras muchas cuestiones. El álbum no nos descubre nada sobre esas diferencias, pero en él están todos los protagonistas». Más allá de las grandes figuras, también podemos descubrir a muchos de los ochenta testigos citados por el tribunal, muchos de ellos supervivientes de los campos, que describen las condiciones inhumanas en que estuvieron detenidos y las sevicias sufridas
- Les «niños de Izieu» eran un grupo de 44 niños judíos de distuntas nacionalidades, refugiados en una casa transformada en colonia de vacaciones durante la Segunda Guerra mundial, en el territorio francés de Izieu, en el departamento de Ain. Hasta 1942, Izieu estaba en «zona libre», cerca de Suiza; después, el pueblo quedó englobado en la «zona de ocupación italiana». El 8 de septiembre de 1943, Italia capituló y el ejército alemán ocupó la zona, intensificando las persecuciones antisemitas. Tras una razia de la Gestapo, los niños fueron deportados el 6 de abril de 1944, y después exterminados en Auschwitz con excepción de los dos mayores, deportados y asesinados en Tallín (Estonia). Seis de los adultos que les cuidaban fueron denunciados por un ciudadano francés de la localidad de Metz, y también ejecutados.
- La familia de Benjamin B. Ferencz, huyó de Europa en 1921 escapando de la persecución de los judíos húngaros. Cuando llegaron a Estados Unidos Benjamin tenía diez meses. Una infancia miserable no le impidió conseguir una beca para estudiar en la prestigiosa escuela de Derecho de Harvard. En 1943, ya licenciado, ingresó en el ejército estadounidense y participó en la liberación de Francia, tras desembarcar en Omaha Beach. Al final de la guerra, fue ascendido a sargento y encargado de investigar los crímenes nazis. De Buchenwald a Mauthausen, pasando por Dachau, descubrió todo el horror del sistema concentracionario creado por el Tercer Reich. Terminado el conflicto, fue elegido fiscal representante de Estados Unidos en el «mayor proceso de la Historia», donde se juzgó a veinticuatro de los principales responsables nazis como autores intelectuales de la masacre de más de un millón de civiles. Durante toda su vida, Ben Ferencz estuvo obsesionado por la repetición de un nuevo Holocausto. Se convirtió en un abogado comprometido, luchando por la creación de una justicia internacional. Falleció a los 103 años, en 2023, en Florida.
- «Nuremberg» se va a estrenar en Madrid el próximo viernes 28 de noviembre de 2025.



