Noruega, cuyo nombre significa del norte, parece ser un país elegido, con un estado monárquico y con un sistema socialista, con altas tasas de desarrollo, inexistente índice de pobreza, totalmente alfabetizado, rico en petróleo, recursos naturales, pesca y gran potencial hidraúlico; donde la corrupción no es tolerada y la cultura del trabajo es la base de una nación democrática afianzada en sus tradiciones y en la milenaria cultura vikinga.

Visité Noruega cuando era estudiante en los años setenta, el país recién había descubierto el oro negro pero todavía su estructura era primitiva y por debajo del nivel de otros países escandinavos. De aquel país un tanto deprimido y sin muchos objetivos, surgió la Noruega moderna progresista que equilibra sus riquezas en beneficios sociales y apoya el trabajo, la transparencia gubernamental, el libre mercado y el desarrollo hacia el futuro.

En un reciente viaje a Noruega pude comprobar los grandes cambios y la fuerza vikinga, el florecimiento de su sociedad y la prosperidad de sus emprendimientos.

Oslo, capital de Noruega, se ha expandido recuperando los antiguos muelles de depósitos construyendo una excelente urbanización para oficinas con restaurantes, galerías, condominios, y el Museo de Arte Astrup Fearnley, una colección bastante personal de arte moderno.

Erik, vendedor inmobiliario me comenta que se está reciclando la región portuaria al mar y que algo parecido se va a hacer sobre la zona Bispevka y Sorenga con el impulso del gran edificio de la Ópera, de arquitectura muy moderna y del Museo Munch, dedicado al artista noruego Eduard Munch.

«Estos emprendimientos están cambiando el perfil de Oslo, afirma, vale la pena conocer el Nuevo Museo de Arte Moderno que acaba de inaugurarse con obras de arte noruego. Esta renovación de Oslo nos enorgullece y creo que es una ciudad que merece ser visitada y gozada».

Oslo: Adriana Bianco ante el Museo Ibsen
Oslo: Adriana Bianco ante el Museo Ibsen

Oslo proviene del nórdico antiguo y se refiere a uno de los primeros asentamientos de la región, una primitiva granja. En la Edad Media la granja derivó en puerto y pequeño burgo. En 1624, el Puerto y el burgo sufrieron un pavoroso incendio. Reconstruido el sitio, el rey Cristian VI de Dinamarca y Noruega lo llamó Khristiania y así figura hasta 1924, año en que recuperó su nombre original «Oslo». Fue también llamada la «ciudad de los tigres» por los peligros y por los mendigos, cuando la conocí en los setenta no tenía la arquitectura moderna que ostenta ahora.

La ciudad histórica fue fundada en 1048 por el rey Harold, mantiene su abolengo, aunque estuvo eclipsada por la fuerza comercial del puerto de Bergen y por el centro religioso Trondheim, más al norte. Durante varios siglos, Oslo, sufrió saqueos varios y en 1567, el asedio sueco. En el siglo dieciocho la ciudad se revitaliza, la población crece junto con el comercio y el desarrollo marítimo.

En 1814, con la independencia, Oslo recupera todos los honores aunque siguen llamándola Kristiania, se construye el Palacio Real, la Universidad, y varios edificios estatales, en 1824, se restablece el nombre originario: «Oslo». En el siglo veinte, durante la Segunda Guerra Mundial fue invadida por las tropas nazis. Con el término de la Guerra, el florecimiento de Oslo se acrecienta y la importancia geográfica, política y cultural la define como la capital del país nórdico.

«No basta tener petróleo –me comenta Thomas un audaz empresario– Debemos aprovechar este momento y desarrollar otras industrias para cuando el oro negro no este mas. Hay que trabajar nuestra potencialidad y mantener el bienestar social y nuestra calidad de vida».

Lo que este empresario opina también me lo comentó un agricultor de un fiordo y una madre que vive en el norte donde las aureolas boreales inundan el cielo polar. O sea, hay una conciencia colectiva en que la bonanza se construye con trabajo e inteligencia. No basta tener tener recursos, hay que tener dirigentes sensatos y honestos y apuntar a objetivos en común para un mayor bienestar actual y futuro, donde capitalismo y socialismo armonicen sus expectativas y logros, en bien de la comunidad.

La ciudad de Oslo es maravillosamente bella, porque la naturaleza se prodiga en el mar y sus islas, tomando el ferry se llega hasta el Museo de los Barcos Vikingos de Roskilde. Es una experiencia ver aquellas naves estilizadas que surcaron mares y ríos en siglos pasados y se encontraron en buenas condiciones en excavaciones hechas en 1962.

El malecón invita a pasear, observando la arquitectura moderna de la Ópera, inaugurada en 2008, diseñada por el estudio de arquitectos noruegos Snohetta, inspirada en los bloques de hielo que salen del agua, la Ópera emerge en la ciudad desde el mar trayendo la música y la voz humana. Se puede recorrer y es un placer observar las panorámicas de la bahía, el puerto y la ciudad. En su interior encontramos tres salas y se puede visitar con un tour guiado.

En la cercanía está el Museo Munch, diseñado por el estudio español Herreros Arquitectos. Alberga las obras que el artista expresionista Eduard Munch donó a la ciudad de Oslo en 1940. El museo se inauguró recientemente, en 2021, en el barrio Gamle, sobre el mar. Presenta una museografía de vanguardia que permite al espectador seguir los temas pictóricos del artista. Hay en exposición 26.700 obras y es considerado el museo más grande dedicado a un solo artista.

Yo conocí el antiguo museo donde, si bien se podían apreciar las obras de Munch, el personal del museo me comentaba las limitaciones y que muchas obras se encontraban en depósito, Munch donó alrededor de 15.000 dibujos, 1.100 pinturas, esculturas, obra gráfica, libros y notas, esbozos y fotografías, toda una vida dedicada al arte. Esta nueva sede permite el despliegue de la obra del artista del famoso cuadro «El Grito» y merece una visita.

Después de almorzar en uno de los restaurants del malecón con vista al mar emprendemos el recorrido al casco histórico, paseamos por los parques del Palacio Real, construido en el siglo diecinueve, donde trabaja la familia real, se puede visitar. En la cercanía se encuentra la Casa del Premio Nobel, donde se decide la entrega de la alta distinción. Llegamos a la Casa Museo de Ibsen, el gran dramaturgo del siglo diecinueve, cuya nota pueden encontrarse en Periodistas en español. Recorremos la catedral, levantada en el siglo diecisiete, el púlpito, el retablo y el frente del órgano son originales. Se restauró en 1950, y hay un recuerdo a las víctimas del atentado terrorista en 2011.

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Un poco de historia y la fiesta patria

Aquellos hombres rubios, barbados y fuertes del norte, surcaron el océano Atlántico, recorrieron las costas de Estados Unidos, y llegaron a México. Descubrieron Europa con sus veloces barcos internándose en los ríos, navegaron el Sena, llegaron al Mar Caspio, comerciaron y guerrearon en tierras europeas, y se adueñaron de la Normandía.

Desde el siglo nueve al siglo trece, se desarrolló la «Era Vikinga» y fue Harald su primer rey, quien buscó la unificación de las tribus, logrando la expansión marítima y territorial. Fueron temidos y audaces pero no era fácil afianzarse en las regiones invadidas, y varios aspectos colaboraron con el declive del poder vikingo.

Durante la Edad Media se unieron a Suecia y a Dinamarca formando parte de la Unión de Kalmar, un Estado dinástico nórdico que se disolvió en el siglo dieciséis. Noruega vivió tiempos de dependencia continua hasta 1814, cuando un grupo de noruegos declaró la Independencia del país y proclamó una Constitución. El 17 de mayo de 1814 es la fiesta nacional de Noruega, sus calles se llenas de banderas, su gente se viste con sus trajes típicos y festejan con un desfile en honor a la patria frente al Palacio Real donde la familia noble saluda. Noruega es una de las monarquías más antiguas de Europa.

En uno de mis viajes al país del norte tuve el privilegio de asistir a la celebración patria. Un periodista de televisión me invito al sector desde donde emitian el desfile. Me explicó que mantuvieron la monarquía, con un sistema parlamentario, que en 1905 se separaron oficialmente de Suecia y se nombró al rey Haakon VII, luego le sucedió el rey Olaf V. Actualmente es Harald V, a quien veía saludar a la gente desde su palco.

«Es un orgullo ser noruego pero también una responsabilidad», me dice un joven que me invita con una cerveza.

Una anciana que habla inglés me comenta mientras se arregla la falda de su vestido folclórico: «Todo la tristeza de la guerra quedó atrás cuando en 1945 resolvimos una economía de mercado libre y trabajar duro».

Le pregunto cuándo desfilan los soldados y se ríe: «No querida, este es un desfile de escuelas de niños y jóvenes, festejamos la patria y el futuro, no la guerra»

Cada escuela desfila con una banda musical, los estandartes señalan a qué escuela de la región pertenecen, los trajes típicos también representan las distintas provincias o regiones, de allí sus colores diferenciales. Vivir esta fiesta patria es toda una experiencia de civismo, alegría y respeto.

Visitar Noruega y disfrutar de Oslo es una muy buena decisión en este verano cálido. Después de conocer el país de los vikingos, se quedará pensando en el modelo de vivir noruego y deseara volver y volver.

1 COMENTARIO

  1. Si, yo asistí a la fiesta patria y concido con su descripción. La gente se viste elegantemente, limpia y actúa muy respectuosamente. Los trajes típicos son bellos y los llevan con orgullo.
    Gracias por la interesante y bien resumida reseña histórica.

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