Ópera prima de la canadiense Geneviève Albert, «Noemi dice que sí[1]» («Noemi dit oui») es un dramático largometraje de ficción de una bajada a los infiernos de la prostitución.
Las estadísticas del Consejo del Estatuto de la Mujer dicen que, en Québec, la edad media de entrada de las jóvenes en la prostitución está en catorce o quince años.
Este es el gran problema social que aborda la película de Geneviève Albert en una historia de denuncia y compromiso con la igualdad, la diversidad y los derechos humanos.
Y que, sobre todo, plantea dos problema de máxima actualidad: el del consentimiento y el de los hombres que pagan por sexo: «Noemí dice que sí a prestar servicios sexuales, pero ¿qué valor tiene ese «sí»?. ¿Realmente ella quería eso? ¿Si no hubiera venido de una situación vulnerable, habría dicho que «sí»? Y lo más importante, ese sí ¿justifica la violencia, los abusos y la manipulación a los que se ve sometida?
Del abandono familiar al centro de internamiento para jóvenes, de la huida hasta la caída en brazos de un proxeneta y la prostitución, «Noemi dice que sí» es un drama social ambientado durante el Gran Premio de Fórmula 1 de Montreal, el momento en que mayor oferta de prostitución hay en la ciudad, las chicas reciben entre doce y quince clientes cada uno de los días.
En un relato que adopta la forma de recorrido iniciático nos enfrentamos a la cultura de la violación, la dominación de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres y la mecánica de una prostitución que comienza con la promesa de conquistar Eldorado.
Noemí, una más que convincente Kelly Depeault, actriz aplaudida en «La diosa de las moscas del fuego», quien carga con el mayor peso de la película, es una adolescente de quince años que vive en un centro de menores, del que huye el día que su madre se niega a volver a hacerse cargo de ella.
A través de su amiga Lèa conoce a Zach y se enamora de él. Zach, que forma parte de un grupo de jóvenes delincuentes y proxenetas, intenta convencer a Noemí de que haga como su amiga y se convierta en «chica de compañía» para conseguir dinero, salir de la calle y poder ser libre. Casi sin pensar en lo que hace, Noemi tiene que enfrentarse a las consecuencias de haber aceptado prostituirse.
«Noemí dice que sí» es una de esas películas casi documentales que se ven con una cierta incomodidad, es difícil aceptar la realidad de esta adolescente, prácticamente una niña, que abandonada por su madre acepta entrar en el ambiente de la prostitución juvenil porque no tiene ningún otro lugar a donde ir.
Y así es como asistimos a tres días de sesión continua en los que, en una habitación de hotel, Noemí va recibiendo uno tras otro hasta una treintena de hombres.
Hombres que no son «ni ángeles ni monstruos , del padre de familia al dueño de una tienda, tipos gordos, viejos, jóvenes, desde los tímidos hasta los que se creen donjuanes», que no se esconden: les vemos cuando llegan, pagan, se desnudan, consumen, utilizan a las chicas y se van tras cumplir ese ritual que consiste en apurar hasta el límite todo lo que ofrece la celebración del campeonato de F!: desde la emoción y el vértigo de la velocidad de unos coches que solo están al alcance de los mejores, hasta contribuir a que siga vigente la profesión más vieja del mundo.
La realizadora, que se declara «abolicionista» y ha hecho una película de denuncia de una lacra perfectamente anclada en nuestras sociedades, y admitida hasta en el último cuarto oscuro del planeta, no ha querido ahorrarnos prácticamente ninguno de los detalles y los deseos de los clientes, cada cual más insoportable que el anterior: con el primero de los hombres Noemi parece creer que puede funcionar, al tercero desea que acabe todo cuanto antes.
Cuando lleva más de veinte, y ha soportado todo tipo de prácticas y violencia, física y sobre todo psicológica, Noemí rechaza la esclavitud sexual en que se ha visto envuelta.
Y nosotros salimos del cine después de ver una película importante, que nos ha enfrentado a una realidad innegable que está pasando aquí al lado.
- «Noemi dice que sí» puede verse en los cines madrileños desde el viernes 20 de septiembre de 2024.