Sabemos que es el mejor tablao flamenco del mundo; que nació en 1956 con vocación de serlo, por vocación y amor por el flamenco de Manuel del Rey, su fundador. Desde que Blanca Ávila Molina bailaba por alegrías de Córdoba,la caña y su personal guajira, hasta convertirse en Blanca del Rey, investigadora, creadora de coreografías como la famosísima soleá del mantón que ha dado la vuelta al mundo; desde que la sin par Lucero Tena deslumbró con sus conciertos de castañuelas y su baile durante un cuarto de siglo. O María Albaicín, joya del baile flamenco; donde Paco de Lucía estrenó Entre dos aguas, la rumba de dos continentes. Siempre los más grandes, los más internacionales, hasta el día de hoy.
La noche del 2 de agosto vimos un programa que llenaría teatros en cualquier parte del mundo. Quería ver bailar a Nino de los Reyes, cuya historia de premios, colaboraciones con artistas de otras geografías y músicas, coreografías, grabaciones, etc; no hace falta detallar aquí, pero sí recordar, para situar a todos los lectores, versados o no en flamenco.
Y nos encontramos con un programa de autentico lujo flamenco -habitual por cierto en el Corral– La bailaora Belén López,quien lleva ganando premios desde 2004, incluido el famosísimo Desplante del Concurso Internacional del Cante de las Minas en 2016.
Al cante dos joyas: El granaíno afincado en Cataluña Morenito de Íllora y el madrileño Antonio Ingueta. Dos voces, dos estilos, un paradigma de la diversidad del flamenco.
La guitarra de jazz y flamenco de Carlos Jiménez y la percusión de Rafael Jiménez El Chispas, ambos habituales en el Corral, ambos geniales, tanto en el acompañamiento como en los solos. Solos en concierto de guitarra y en concierto de cajón y batería, rozando lo sublime.
Un diseño coreográfico y de iluminación state of the arts, normales en un teatro, no habituales en un tablao. Pero estamos hablando del Corral de la Morería.
Para describir lo que vimos, no encuentro nada mejor que decir que esa noche estaba acompañada de una amiga amante y experta en música clásica, abonada al Monumental y al Auditorio, por primera vez en un espectáculo flamenco. Le encantó, me agradeció al día siguiente la velada maravillosa. Cualquier prejuicio que pudiera tener quedó destruido y construida una nueva visión de la categoría de nuestro arte Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Es decir, la transmisión funcionó como siempre. Por eso el lenguaje flamenco es universal.
Y es que ese programa, para mí que estoy tan acostumbrada a ver lo mejor de lo mejor en todos los ámbitos del flamenco, esa noche fue también muy especial. Los solos de baile, de cante, de toque, de percusión. El flamenco más solemne acompañado de guitarra, guitarra y cante; la ida y vuelta y palos festeros con todo el elenco y el brillo especial de la percusión. Qué manera de palmear el cajón y meter toques de batería, qué juego de ritmos, un lujo para los amantes de la percusión.
Nino de los Reyes y Belén López. Tanto monta monta tanto. Dos virtuosos del baile, dos cuerpos inmersos en sus danzas, a un nivel en que la danza ya no es aprendida, improvisada o recreada; todo esto, sí, como de antes, pero ahora nace de dentro, de lo más hondo de la entraña flamenca y esa es la danza más genuina, la que crea el sello personal del artista, la que transmite y enamora.
Este programa sigue en el Corral hasta el 12 de agosto.