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«No tengo nada qué decir  (Je n’ai rien à dire)», el último adiós de Godard

«Una carta de amor al cine y a la persona [Godard] que tanto le enseño a él y al mundo del cine» (Adrián Sanz González, Nueva Tribuna)

El 13 de septiembre de 2022 Jean Luc Godard eligió la muerte digna y se marchó mediante un suicidio asistido en su casa suiza de Rolle, junto al Lago Lehman. Dos años antes, el 13 de septiembre de 2020, Arturo Prins, director de este mediometraje (45 minutos) documental y algo biográfico, había irrumpido en la casa donde Godard llevaba muchos años retirado del mundo y había conseguido arrancarle unas cuantas frases que le han ayudado a hilvanar esta historia, que es un homenaje.

Como él mismo reconoce, su comportamiento en aquel momento fue el de un fan que se acerca, casi reverente, al maestro que ha tenido como referente durante toda su vida profesional y del que, en la presentación de la película escrita a partir de una carta que Godard dirigió al entonces director del Festival de Cannes, Thierry Frèmaux (quien le había sugerido que se hiciera presente una vez más, a pesar de su alejamiento), dice -más o menos- que eligió el cine de la reflexión frente a una mayoría que estaba instalada en el cine del entretenimiento: «Hace mucho tiempo que no formo parte del sistema de distribución».

Prins reconoce que en el encuentro, en la puerta de aquella casa con la fachada pintada de rosa que fue el refugio de Jean-Luc Godard hasta el final de su vida, «básicamente, hay un momento patético mío, pero sin esa fuerza de un aprendiz de cine no lo hubiera arrancado de su casa y no hubiera habido película. Y, por otra parte, él –Godard– nos suelta algunas «pepitas». Una es «no tengo nada que decir», porque lo dijo todo en el cine. Otra es «ya no soy artista, porque siente que ya ha muerto al arte.».

De vuelta a su Argentina natal tras el viaje a Suiza, Arturo Prins, pintor y realizador experimental («Estado impuro», «Under the Banyan Tree», «Autopsia de un amor», «Mechongué»), ha hecho una especie de juego de trasposiciones reencarnando al cineasta desaparecido en un niño de camisas con diseños impresionistas y gafas oscuras que, en un remedo del maestro, al tiempo que mordisquea unos puros de chocolate va soltando frases alusivas al cine y su sentido y significado, recogidas de la dilatada vida del autor de «A bout de soufle» (Al final de la escapada), «Adiós al lenguaje» o «Elogio del amor».

Películas tan representativas de aquella «nouvelle vague» que irrumpió en el Festival de Cannes de 1968 negándolo, como se negaron y recompusieron tantas cosas en aquel año inolvidable para la generación que dio una «patada p’alante» al mundo burgués imperante en todo el occidente: de San Francisco a Londres, pasando por París, Praga o Berlín, redefiniendo la rebeldía, el feminismo, la libertad y la revolución. Después resultó que –De Gaulle mediante- debajo de los adoquines no había una playa, tan solo una capa de cemento y arena.

En palabras del director Prins, «No tengo nada qué decir (Je n’ai rien à dire)[1]» es «un homenaje a la vida y obra de Godard, uno de los cineastas más influyentes del siglo veinte. A través del encuentro, exploramos no solo la creatividad y visión de este maestro del cine, sino también su impacto en el pensamiento crítico hacia la cultura de la imagen».

En la película -que es una carta de admiración, fascinación y amor-, un pintor en busca del legendario Jean-Luc Godard viaja a Rolle, Suiza, donde vive, para regalarle una acuarela. El encuentro tuvo lugar dos años antes del mismo día y mes en que Godard decidió morir.

Sin embargo, el destino le tenía preparada una sorpresa: Godard renace como un niño en Buenos Aires y, a través suyo, el pintor emprende un viaje sobre el pensamiento del cineasta, recordando su último «Film Socialisme» presentado en el Festival de Cannes de 2010, y la carta que dedicó al director del Festival.

Esta peculiar carta al espíritu de Godard, quien se supone instalado confortablemente en el limbo de los suicidas, es una estimulante y revulsiva despedida que celebra la vida y obra de un maestro del séptimo arte. Es también la última vez que el gran director, desaparecido hace poco más de un año, aparece en la gran pantalla.

  1. «No tengo nada qué decir (Je n’ai rien à dire)», llega a la cartelera madrileña el próximo viernes 12 de enero de 2024.
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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