«No se admiten perros ni italianos» (No Dogs and Italian Allowed), excelente largometraje de animación para adultos, que también disfrutarán los niños que adoran el cine fantástico, creado por el realizador francés Alain Ughetto («La Boule», considerada Mejor Película de Animación en los Premios del Cine Europeo (EFA) 2022 y Premio especial del Jurado en el Festival de Annecy del mismo año, «Jasmine»), es una genialidad basada en hechos reales, concebida como un diálogo ficticio con Cesira, la abuela del director, a la que pregunta todo lo que le hubiera gustado saber sobre la historia de la familia.
Su título –que suena como un insulto- recuerda el cartel que hace un siglo figuraba en la entrada de algunos albergues y hospederías francesas, belgas y suizas.
Testimonio de las vivencias de aquellas primeras generaciones de emigrantes italianos y homenaje a su valentía, convierte una historia personal en un poema universal gracias a una memoria nostálgica que conecta los elementos que van emergiendo desde el hogar original, una pequeña granja a la sombra del monte Viso, hasta los múltiples anclajes familiares diseminados por Ubaye, Valais, el valle del Ródano, Ariège y Drôme.
El relato, que sorprende por su originalidad y la precisión de una investigación detallada y nos habla del valor y la resistencia de los emigrantes que protagonizaron la historia con mayúsculas de muchos pueblos, se nutre de la historia del abuelo, los recuerdos de la abuela y las huellas del pasado, a través de fotografías y correspondencia.
Los hechos se remontan a los primeros años del siglo veinte en Ughettera, en el Piamonte. El día a día en la región se había vuelto muy difícil y los Ughetto soñaban con una vida mejor más allá de los Alpes que Luigi Ughetto cruzó, iniciando una nueva vida en Francia y cambiando para siempre el destino de toda la familia.
Ahora es su nieto, Alain, quien viaja en el tiempo revisitando una historia que nos cuenta en una película poética y militante, realizada a base de marionetas animadas de plastilina con las que alterna una visión humorística –que recuerda la gran comedia social italiana de los Monicelli, Scola o Rissi– con efectos fantásticos que nos remontan a los orígenes del cine, en un «fabuloso viaje poético-realista por los tesoros enterrados de un pasado cuyo poder evocador pretende conciliar historia íntima y universalidad en lo que la condición humana tiene de más precioso e inalterable: transmisión y memoria» (cinemas-du-grutli.ch).
«Los italianos no viajan, emigran» es el título de una comedia musical que, presentada en forma de monólogo por el actor Mario Pietranna, cuenta con humor y música la historia de la emigración siciliana a mediados del siglo veinte, primero al norte de Italia y después a Francia, a través de las vivencias de un minero convertido en músico profesional.
Las cifras oficiales dicen que, entre 1876 y 1985, más de veintisiete millones de italianos abandonaron el país, huyendo en la mayoría de los casos de la miseria y el hambre, y a veces también del fascismo. En busca de trabajo atravesaban los Alpes y, sin más recurso que la fuerza de sus brazos, se quedaban donde lo hubiera.
Algunos cruzaron el océano, otros se quedaron en Francia donde hoy tiene ascendencia italiana el siete por ciento de los franceses, como esos Ughetto, abuelos del realizador, y muchos otros que de carboneros en los bosques piamonteses pasaron a ser perforadores de túneles en los Alpes, albañiles o constructores de puentes y presas. «Hacía frío, se alimentaban solo de gnocchi y polenta. Algunos murieron durante la primera Guerra mundial o combatiendo en África. Las epidemias acabaron con otros. Los avances del fascismo convencieron a los Ughetto de la necesidad de permanecer en Francia, y después de convertirse en franceses» (lesinrocks. com).
«No se es de un país, se es de una infancia», dice la abuela Cesira a su nieto Alain, hijo del séptimo de sus nueve hijos, quien parece haber aprendido la lección y nos la cuenta con sus tiernas y lúdicas marionetas en esta película para todas las edades y todos los tiempos, que habla de las esperanzas y luchas de los migrantes y del avance de los fascismos en una Europa que empezaba a dibujar las fronteras que ahora querríamos borrar.
El realizador, Alain Ughetto, ha explicado la génesis de «No se admiten perros ni italianos[1]»: «En las comidas familiares, mi padre contaba que en el Piamonte italiano había un pueblo llamado Ughettera, donde todos los habitantes llevaban el mismo apellido que nosotros. Cuando se murió, fui a ver si ese pueblo existía. Existía: se llama Ughettera y es la tierra de los Ughetto». En cuanto a los letreros que les prohibían entrar en algunos locales «eran la marca de una época (…) la crueldad y ferocidad de aquellos rótulos que rechazaban a los migrantes ilustra el contexto histórico».
«Alain Ughetto ha hecho de la historia de su familia un relato universal lleno de dolor y fraternidad (…). En este caso, rememorar los recuerdos no implica levantar el velo de la vergüenza o del olvido traumático. Se trata más bien de transmitir una historia doble: la individual de una familia pobre, con sus escasos momentos de felicidad y sus numerosas pruebas, y la de Europa, con sus dos guerras mundiales y las peregrinaciones forzosas de sus habitantes (…) Poetizar el ambiente y la vida de tres generaciones de una familia es, para Alain Ughetto, una manera de dar a su linaje la inocencia y la alegría que no tuvo» (bande-à-part.fr)
1«No se admiten perros ni italianos» podrá verse en los cines de Madrid a partir del viernes 25 de agosto de 2023.