Néstor Ortiz
Hablamos del confinamiento con un grupo de niños, niñas y adolescentes que se reúnen en el campamento digital de Moraleja de Enmedio (Madrid), una iniciativa promovida por el concejal de juventud del municipio, Jesús García, y dinamizada por dos educadores (Sami El Mimeh y Rosa María Ramírez) de la Asociación APRIS, que desde hace un tiempo viene colaborando en las políticas de juventud del Ayuntamiento.
Durante dos fines de semana, los jóvenes se han venido reuniendo en estos campamentos virtuales para divertirse a través de la plataforma jitsi.meet. En este contexto, chicos y chicas de entre doce y quince años se reunieron el pasado sábado 16 de mayo de 2020 para pasar un buen rato y romper con la dinámica del confinamiento.
Todos juntos están creando un grupo de chicos y chicas que quieren pasarlo bien, haciendo actividades dinámicas con gente de su edad. La idea es que, juntos, gestionen sus propias actividades. Proponen juegos y expresan sus inquietudes y su visión de las cosas.
Nuestra entrevista corresponde al día 16. En general dicen que lo han pasado mal, aunque han sido pacientes: los amigos (Sara y Valeria), la familia (Claudia), el colegio (Mario), el equipo de fútbol (Antonio) o el saco de boxeo (Ainara) son cosas que, aunque unos más que otros, todos echan en falta.
Clases virtuales
Por ejemplo, Mario de Miguel, quien estudia sexto de primaria en el colegio privado Nuevo Centro, es el único que está recibiendo clases virtuales, tanto en la mañana como en la tarde. También están entregando tareas y haciendo exámenes digitales.
A Mario le gusta mucho la robótica, y aunque dice que unas asignaturas se le dan mejor que otras (según cuánto le motiven) notamos que es un buen estudiante: tiene mucha inquietud por aprender y se le ve responsable. Eso no quita que nos diga sin tapujos: «las clases virtuales son super aburridas».
Por ejemplo, las de educación física, que todos recordamos entretenidas, ahora consisten en hacer ejercicios delante de un ordenador. Aunque le gusta mucho el deporte, Mario no parece muy motivado con este nuevo modo de practicarlo.
Tareas por correo
Claudia Acosta, quien estudia en el SIES África de Moraleja de Enmedio, nos explica cómo educación física se ha vuelto una asignatura completamente teórica. «Es aburrida, nos tienen en casa haciendo resúmenes». Su compañera Sara García dice que también les mandan ejercicios de yoga, aunque no siempre los hacen. Al igual que Ainara García, las chicas estudian primero de la ESO en el centro público de Moraleja. En este caso, no están recibiendo clases virtuales de ninguna asignatura.
«Nos mandan la tarea, pero no suelen explicar mucho», señala Ainara. «Luego nos apañamos nosotros», explica por su parte Sara. Cuando preguntan a sus profesores por correo, suelen remitirles a una explicación de YouTube. Por eso, cuando tienen dudas, suelen buscar directamente en Google. Así, por las carencias, las chicas están aprendiendo a buscar por sí mismas lo que no entienden en los libros.
Amigos digitales
Todos y todas coinciden: lo que más echan de menos es a sus amigos. Algunos hablan con ellos a diario, otros de vez en cuando o a través de las clases (en el caso de Mario). Se conectan por videoconferencia o juegan juntos online (especialmente el Fornite).
A través de estos medios tratan de mantenerse en contacto, aunque están notando la distancia con algunos amigos. Valeria Díaz la siente especialmente. Ella estudia tercero de la ESO en el IES José Churriguera de Leganés. Nos cuenta cómo sus amigos «casi siempre hablan de deberes, y para eso ya tengo el ordenador que me los recuerde».
Sobrecarga de deberes
Cuando le preguntamos por qué no hablan de otra cosa, nos dice que «con tantos deberes, no surge otro tema para hablar». «Además, como los profesores no se ponen de acuerdo, nos sobrecargan».
Entregar en un solo día múltiples trabajos de diversas asignaturas es algo relativamente excepcional en la formación superior. Sin embargo, es el pan de cada día para muchos estudiantes de instituto. Ahora, en cuarentena, la carga no solo no se reduce, sino que se incrementa. En el caso de Valeria, el pasado día 20 de mayo (unos días después de nuestra conversación) tuvo que entregar cuatro tareas de asignaturas distintas.
Ainara coincide en que «están mandando más deberes que en todo el curso». Todos, incluso los de sexto, están de acuerdo en que la carga de trabajo ha crecido mucho en la cuarentena.
Sus soluciones
Frente a esta dinámica, Sara propone «poner menos deberes». También se queja de que hay asignaturas que se parecen, y en las que muchas veces están haciendo los mismos ejercicios dos veces. Le gustaría que mandasen «menos deberes y de más cosas». A modo de descarga, Valeria propone que los profesores hagan un horario común, una agenda en la que sincronicen sus tareas.
Por su parte, Ainara se queja de los modos de recuperar asignaturas. Dado que ha suspendido, recibe mucho trabajo de las materias que le quedaron. Pide a los profesores que no sean tan duros este año.
Mario, quien recibe clases virtuales, es el único que no se queja de los deberes. Todas las demás protestan por sobrecarga de deberes, y demandan estas clases digitales. Entienden que son mejores que los deberes. Sin embargo, al mismo tiempo, Sara se plantea la complicación que pueden suponer estas clases para quienes no tengan ordenador o Internet.
Asignaturas aburridas
En cuanto a qué asignaturas les interesan en la cuarentena, las cosas varían: matemáticas, plástica, ninguna… Todas coinciden en que lo mejor de las clases son los amigos, y al estar en casa, todo se vuelve más aburrido. La mayoría dicen que les gusta aprender cosas, pero también que las clases no suelen motivarles.
Por ejemplo, Antonio Acosta, quien cursa sexto de primaria en el colegio Santa Teresa de Moraleja, querría que le enseñaran cosas sobre videojuegos. Eso le estimula. Lo que puede parecer una ingenuidad, simplemente esconde una materia prima sin explotar por los docentes.
Cuando le preguntamos si le parecería interesante aprender historia (asignatura que no le gusta) jugando a videojuegos (algo que adora), le parece una idea interesante.
Quieren otra escuela
Aunque todas coinciden en que les gusta aprender, van a clase por sus amigos (y porque es obligatorio). No siempre sienten cariño por sus profesores. Sienten que estos, más que enseñar, evalúan, y para ellas la evaluación es un castigo.
Cuando les preguntamos qué pueden hacer los profes, Valeria responde: «que no manden deberes, ni exámenes, y que no nos suspendan». El resto la apoyan.
Parece que el problema no es aprender, sino los métodos de evaluación. Les gustaría que las evaluaciones fuesen más prácticas: aprender experimentando, no memorizando.
Piden clases más divertidas, con juegos, y todos valoran mucho cuando los profesores explican por sí mismos (sin leer los libros de texto). En ese sentido, aprecian considerablemente que los maestros traten de hacer clases más dinámicas y entretenidas.
Cuando eso ocurre empiezan a gustarles las clases y los profesores, incluso si antes les desagradaban. Y además, se les queda todo mejor de cara a las evaluaciones: interiorizan, aprenden.
Un futuro indefinido
Ainara teme que el año que viene vayan «a tener que perder la mitad de segundo curso para recuperar lo que no dimos de primero». Sara y Claudia comparten su temor. «Al final no nos enteraremos de nada de segundo porque nos lo explicarán todo super rápido», se queja Claudia.
Las chicas están preocupadas por los rumores de recuperar el curso el año que viene. Si bien no se ha confirmado nada al respecto, se sienten inquietas ante esa posibilidad. Esta no es sino otra expresión de la enorme incertidumbre que vivimos todos.
Una vida suspendida
Por su parte, Antonio y Mario, quienes están en su último año de primaria, se han quedado sin sus viajes de fin de curso. Esta actividad, tan importante para muchos alumnos, ha sido anulada en todos los centros. No pospuesta: anulada.
Los viajes de fin de curso, en primaria, muchas veces son la primera experiencia en la que los chavales pasan un periodo de varios días sin sus padres. Es una antesala a la mayor autonomía que irán adquiriendo en los años de instituto.
También es una celebración de la amistad y del fin de una etapa. Este año, los chicos y chicas de sexto de primaria se quedan sin este rito de paso, que para muchos puede ser su última experiencia juntos, dado que algunos irán luego a distintos institutos.
Lo mismo ocurre con las funciones de graduación de los seis años, o con los viajes de bachillerato. También con los festivales de fin de curso: las obras, los juegos, los conciertos. Estos espacios de intercambio y crecimiento, son donde niños y adolescentes ponen a prueba sus habilidades. Son vitales para la creatividad y la autoestima.
La pandemia ha destruido muchas experiencias de crecimiento, lugares de compartir que, por desgracia, no parece que vayan a poder sustituirse. Porque aunque nuestras vidas se hayan pausado, el tiempo no para, y es complicado recuperar lo que no ha podido hacerse.
Los adultos pueden posponer, los niños y adolescentes no pueden hacer eso. Viven situaciones específicas, y sus experiencias carecen de sentido una vez se posponen a otros tiempos, a otras etapas.
Lecciones del confinamiento
El primer día de clase quieren abrazos, aunque sea con mascarilla. Algunos, como Antonio, no verían mal empezar el curso con el viaje de fin de curso. Mario, por ejemplo, quiere su festival.
Del confinamiento dicen haber aprendido a tener paciencia, y también a aburrirse. Además, han mejorado un poco sus relaciones en casa, peleándose menos con sus hermanos. Obviamente, han aprendido mucho de películas, series y videojuegos. Sin embargo, cada una nos deja una frase, un antídoto de las lecciones que han aprendido de toda esta experiencia:
- Mario: «Cuanto antes hagas las cosas, más tiempo podrás estar con tu familia»
- Valeria: «Hay que aprovechar el tiempo en familia, ahora que lo tenemos»
- Antonio: «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy»
- Claudia: «Hay que recordar a los abuelos»
- Ainara: «Por suspender no se acaba el mundo»
- Sara: «Hay que ser positivos»
Una conversación de largo alcance
Los adultos implicados en esta iniciativa pretenden sembrar la semilla para un grupo que dure en el tiempo y se implique en la agenda juvenil del Ayuntamiento de Moraleja de Enmedio. De momento, tenemos una nueva cuenta de Instagram para los jóvenes de la localidad: @jovenesmoraleja. Pero ya desde hace años, la Asociación APRIS viene colaborando con el área de Juventud del municipio en iniciativas que empoderen a las jóvenes del municipio, de las que llegó a salir un grupo de participación como el que ahora pretenden re-fundar.
Otro proyecto en esta línea es El Consejo de Leganés (@el_consejo_lega), un grupo de jóvenes al que pertenece Valeria, una de la chicas entrevistadas. Ella viene trabajando desde hace un tiempo en el grupo de participación de Leganés. En él, jóvenes como Valeria vienen desarrollando actividades, concursos y juegos para gente de su edad, potenciando la reflexión, la educación en valores, y el pensamiento crítico, pero siempre desde la óptica de sus propios usuarios: chicos y chicas, niños y adolescentes, que quieren crecer aportando al mundo su visión y su trabajo.
De tal manera, iniciativas como el presente campamento pretenden justamente eso: que las jóvenes de Moraleja puedan sembrar la semilla de su propio cambio.
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