La película narra la vida de un barrio obrero de Chicago cuando se ha cumplido casi una década de la invasión extraterrestre de una especie de bichos peludos gigantescos, instalados en el subsuelo de las ciudades, a los que se conoce como «los legisladores».
Los gobiernos se han sometido a su poder y colaboran con ellos. Juntos han establecido una sociedad, en la que la gente está privada de libertades y sometida a la ultravigilancia de los drones, gracias a los implantes que llevan colocados en el cuerpo. Pero -acción / reacción- el agobiante régimen ha dado también origen a una resistencia; a los rebeldes se les considera terroristas.
El director Rupert Wyatt (El jugador, El origen del planeta de los simios, The Escapist) ha optado por un relato de ciencia ficción, a mitad de camino entre el «1984» de George Orwell y «La guerra de los mundos» de Steven Spielberg, sobre una sociedad futura en la que los humanos vivimos sometidos por fuerzas extraterrestres.
Componen el reparto el siempre gran actor John Goodman (Atómica, Transformers, Kong: la isla calavera, The gambler y la maravillosa serie Treme) en el papel de un policía melancólico, Vera Farmiga (Expediente Warren: The Conjuring, Código fuente) como una prostituta muy leída; Ashton Sanders (The Equalizer 2, Moonlight) y Jonathan Majors (White Boy Rick, Hostiles).
Distopía apocalíptica, que no sé yo si este es el mejor momento para estrenarla, «Nación cautiva» llega a las pantallas madrileñas el viernes 9 de octubre de 2020. En cualquier caso, y cuando se están cerrando los cines por falta de asistencia –el público no quiere encerrarse-, un estreno es un acto de auténtica valentía, aunque ahora sea imposible convertirlo en un evento social que atraiga personalidades y medios de comunicación a las puertas del cine.
Alegoría política cuya filosofía puede aplicarse a cualquier dictadura, «Nación cautiva» es una historia de humanidad y de resistencia, un thriller que defiende la acción de la guerrilla contra el estado policial. Una reflexión sobre el valor de la libertad individual en un futuro que se adivina por lo menos inquietante.