
Las excursiones escolares a museos se han convertido, para muchos, en un ritual repetitivo: llegar en fila, recorrer salas en silencio y salir sin haber experimentado una verdadera conexión con el conocimiento.
Sin embargo, los museos pueden ser espacios educativos fascinantes si se plantean de forma adecuada, dejando atrás la idea de que aprender de ellos implica recorrer interminables pasillos sin interactuar.
El error de «verlo todo»
Existe la creencia de que una visita al museo debe abarcar todas sus salas para ser completa. Esta perspectiva, además de agotadora, es ineficaz para el aprendizaje infantil. Los niños y niñas no necesitan ver todo, sino conectar con algo de forma profunda.
Las visitas breves centradas en objetos o temas concretos, permiten una exploración más significativa. Se trata de calidad, no de cantidad.
La propuesta de retos o investigaciones, como buscar un objeto específico o formular preguntas sobre una pieza concreta, convierte la visita en una aventura.
Museos en Madrid
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, a través de su programa Educathyssen, ofrece talleres y visitas guiadas para estudiantes, fomentando la apreciación del arte mediante actividades participativas.
El Museo Nacional de Ciencias Naturales cuenta con una amplia colección de fósiles, minerales y especímenes de animales fascinantes para los grupos escolares.
Sin embargo, la novedad se encuentra en el Museo del Prado, donde la cultura y la diversión se unen los primeros sábados de cada mes con un DJ especial.
Aunque estos puedan ser los más comunes, Madrid también cuenta con el Museo del Ferrocarril, el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Museo Sorolla y muchos otros que enriquecen el patrimonio de la ciudad.
Cambiar la mirada desde la educación
Al igual que el aula puede actuar como un tercer maestro potenciando el aprendizaje y el bienestar, los museos ofrecen entornos que enriquecen la experiencia educativa de forma única.
El problema radica en la forma pasiva en la que nos han enseñado a visitar museos en lugar de ser entornos de exploración activa.
Para que los estudiantes disfruten y aprendan, debemos fomentar la observación crítica, la participación y el diálogo. Incorporar la pedagogía del asombro como motor de aprendizaje puede transformar las visitas en experiencias.
Actividades como «Veo, pienso, me pregunto», que invitan al grupo a reflexionar sobre lo que observan en estos espacios, pueden ayudar a construir aprendizajes duraderos.
Los museos no son simples almacenes de objetos antiguos, son espacios vivos que pueden inspirar, emocionar y enseñar. Si replanteemos la forma en la que los usamos en el ámbito educativo, dejarán de ser paradas obligatorias sin alma para convertirse en escenarios de aprendizaje memorable.
Por ejemplo, el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se puede utilizar para numerosas actividades relacionadas con antiguas civilizaciones podcast.