Estuvimos en el Café Berlín disfrutando de la música del compositor, cantante y guitarrista brasileño Pedro Rosa, con motivo del lanzamiento en Madrid de su primer trabajo discográfico protagonista, Midnight Alvorada.
Se presentó con su quinteto, un lujo de intérpretes y de hacer una música que nos acercó a los ritmos del país sudamericano; más que acercar, nos obligó sin proponérselo a hacer inmersión total durante una hora larga en un mundo de ritmos y sonidos que alegran o calman, pero siempre vuelven a hacernos amar unas músicas que llevamos grabadas en nuestro sistema desde siempre. Pedro Rosa con su elenco supo transmitir los ritmos que son la mejor identificación de su país, Brasil.
Vamos con el quinteto: Él, de São Paulo y residente en Mallorca, voz y guitarra; dos baianos, llenos de la influencia afro, Jurandir dâ Silva, una guitarra casi milagrosa y Zé Luis Nascimento, ¿pueden imaginar como es su percusión? No, si no la escuchan, es imposible vibrar como él hace vibrar con su maestría. Ahí estuvieron la flauta exquisita de un malagueño con historia, Joaquín Sánchez Gil y el contrabajo de Andreas Unge, un sueco más brasileño que el Cristo del Corcovado, que ya es decir.
Ocho canciones del disco son composiciones de Pedro Rosa y Rafael Mourao. Composiciones siempre intencionadas para representar aspectos e intereses de la vida cotidiana, de Brasil y del mundo. Como ejemplos, el inicio del concierto es un homenaje al propio disco, Rito circundante; encuentro después de un tiempo de dos amigos y su conversación sobre la política de Brasil en ¿Como vai você?. Un viaje por el nordeste de Brasil, cuna del árbol al que se canta, Na rota do Umbuzeiro, que además de regalar su sombra, su fruto ayuda a alimentar a familias muy vulnerables; y así vamos caminando por Chovendo no affair y Curío, um poema cantado por una flauta bansuri; la pasión futbolera tan arraigada en Brasil en Com a bola no pé;
Mâe no podia ser otra cosa que un canto agradecido y amoroso a la figura de la madre; En Sara, el encuentro de dos seres que se aman en un mundo violento; un maravilloso solo de guitarra bordado por Jurandir da Silva, Falsa Baiana.
El desencuentro humano narrado y cantado en Mar adentro; un ilustre y veterano invitado, Leo Minax, interpreta, vive, Tupí na rede, que es como narrar su propia vida; Y luego, esa Sombra do Manacá con sus flores de tres colores, difuso, desordenado y ornamental como el propio Brasil.
Luego vinieron los bises, a petición a gritos de un excitado y entregado público, que se quedó con ganas de bailar. ¿Cómo se puede aguantar todo un concierto de música brasilera, com sambas, bossa nova, baião, ijexá, afro, reflejos de jazz, etc., bailando sentada, moviendo cuerpo y pies, sin levantarse y estallar en ritmo y movimiento total?
Este concierto fue, con toda intención de sus autores, la conceptualización de la difícil tarea humana de vivir en una dualidad constante, la de la lucha por seguir en un camino recto, en el sueño del equilibrio dentro del caos.
Como ellos querían, nos llevaron a hacer nuestra propia inmersión, a mostrar nuestra fragilidad, nuestro manifiesto del YO en busca del NOSOTROS. Compartimos las contradicciones humanas, los antagonismos planetarios. Comprendimos que el amor está dentro de nosotros, y es el que lo cura todo. Que solo en él podemos encontrar la energia de la plenitud como los seres que somos.
Objetivo plenamente conseguido. Gracias, Midnight Alvorada.