«La infancia es como la borrachera, todo el mundo recuerda lo que hiciste, menos tu», le decía su padre. Sin embargo, Grace recuerda perfectamente su infancia: cuando nació acompañada de su mellizo Gilbert, recuerda a su madre muerta al darles la vida y a su padre tetraplégico y alcohólico.
Recuerda haber sido víctima de acoso escolar y de haber vivido en una miseria tan profunda como sus ojeras. La muerte del padre –que les hacía leer a los autores de la generación beat- la obliga a separarse de su hermano, lo que le provoca una espiral de ansiedad y angustia en la familia de acogida donde la colocan los servicios sociales.
Sin embargo, recobra la esperanza cuando conoce a Pinky, una excéntrica anciana con la que entablará una relación de amistad y fraternidad que le ayudarán a salir de la concha en que se había refugiado, y cambiarán su vida.
La compañía de Pinky y las cartas de Gilbert, asegurando que está ahorrando para cruzar todo el desierto australiano y encontrarse con Grace, son los alicientes que acompañan a la niña hasta la edad adulta, cuando encuentra una pareja que la cuida.
En el mundo surrealista de Grace y el resto de los personajes de esta impresionante historia con una estética irreal y decorados post-apocalípticos hay «ingenuidad e inocencia» (The Guardian), humor negro, tristeza y melancolía,y mucha ternura.
«Memorias de un caracol» (Memoir of a Snail) es una excelente película de animación para adultos, grabada en stop motion (ténica que aúna animación y vídeo), obra del australiano Adam Elliot ( «Harvie Krumpet», Oscar a Mejor corto de animación en 2004; «Mary and Max», largometraje ganador del Cristal de Annecy en 2009), también ganadora del Cristal en el último Festival de Annecy, tras lo cual ha seguido cosechando premios: a la mejor Animación en los festivales internacionales de Ottawa y Londres, y al Mejor Director en el de Sao Paulo. Después se presentó en San Sebastián y quedó como el Mejor largometraje en la sección Anima’t del Festival de Sitges.
«Memorias de un caracol» es una película agridulce sobre la vida, marcada por la desgracia y la pérdida, de Grace Prudel, una niña solitaria en la Australia de los años setenta, nacida con el labio partido y aficionada a coleccionar figuras decorativas de caracoles. Grace tiene un caracol de verdad, Silvia, a quien va contando los distintos momentos que han marcado su vida.
«Memorias de un caracol[1]» es una película que no se olvida de nada, que trata en riguroso orden la muerte, el abandono, el acoso, la minusvalía, las adiciones, la enfermedad, la religión, las sectas, la homofobia, el duelo, las depresiones, la enfermedad de Alzheimer y el suicidio; pero también la amistad, la fraternidad y el disfrute de los pequeños placeres de la vida.
Por eso no es una película deprimente, porque «los caracoles nunca retroceden, siempre siguen adelante y van dejando un rastro reluciente por todo el planeta».
«Todo comenzó –ha dicho el realizador Adam Elliot– hace nueve años, cuando mi padre falleció y dejó tras de sí una cantidad increíble de cosas». Esta experiencia le llevó a preguntarse sobre la gente que acapara objetos convulsivamente: «Descubrí que con frecuencia han pasado por traumatismos importantes y que esa manera de acumular es un mecanismo de supervivencia».
El personaje de Grace se ha inspirado también en una amiga del realizador, nacida con el labio partido.
- «Memorias de un caracol» llegará a los cines madrileños el próximo viernes 31 de enero de 2025.