Un transporte público abarrotado sin medidas de protección, una sanidad pública más que desbordada y un virus innombrable que está presente en el aire y en todas las estaciones del año, hacen de lo público y comunitario, un caldo de cultivo para la salubridad a tiempo completo ¿verdad?
El tiempo de creer en la política al menos para mi, terminó desde el momento en el que nos mintieron sin piedad; a quienes no están y a quienes sufren las consecuencias no los olvidamos. Ustedes quitarán las mascarillas, que ya las quitaron cuando empezaron a gripalizar un virus que no es una gripe, es una enfermedad vascular que ataca al sistema inmune deteriorándolo, entre otras consecuencias.
Las quitaron porque nunca les interesó la prevención ni la protección de verdad, pues las “vacunas públicas” no evitan las reinfecciones… y hay personas que no se pueden vacunar, y otras muchas vulnerables…a las que hay que proteger desde la acción comunitaria.
Como vivimos en una cultura de mercado en la que el clasismo y el individualismo son los dominantes, y la filosofía de vida es el sálvese quien pueda, no es de extrañar que lo público se esté convirtiendo en un escaparate de pobres y vulnerables intentando sobrevivir, gracias a unas políticas marcadas por el beneficio de las élites. Confiar en la política, lo que se dice confiar ¡cero patatero!
Estamos “huevolucionado” hacia un “Estado Risacrático” de dimensiones infinitas…
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