Celebramos el centenario de la muerte del escritor checo Franz Kafka, quien escribe en alemán, nacido el 3 de julio de 1833 y fallecido el 3 de junio de 1924. Kafka, sin embargo, parece estar entre nosotros hace mucho tiempo y no ha dejado de estarlo. Es uno de los autores más reeditados y que más influyó en la literatura moderna.

Fue Borges, el escrito argentino, quien hizo un paréntesis en una disertación en una de sus clases de la Universidad de Buenos Aires, y nos dijo que él había leído a Kafka cuando era adolescente, en Ginebra, Suiza. 

Lo había leído y se había sorprendido de que, en sus cuentos, fábulas antiguas sin demasiada geografía, el tiempo era ambiguo, más bien, era un tiempo atemporal. 

Cuando leyó el cuento La construcción de la Muralla China, había descubierto el infinito, concepto matemático, filosófico, que en Kafka era también literario. Y que igualmente le había sorprendido que él pudiera entenderlo en alemán, porque el alemán de Kafka era sencillo, claro, preciso. Aspectos que siempre Borges valoró en la lengua y nos recordaba a sus alumnos. Nos confesó que desde que había leído a Kafka, no había dejado de leerlo.

Algunos alumnos corrimos a la Biblioteca de la Facultad de Letras y nos zambullimos en los libros de Kafka: La metamorfosis, El Proceso, El castillo, La Condena, América, Carta a su padre y los cuentos. Varios de estos relatos fueron prologados por el propio Borges. 

Borges, nos había iniciado a sus alumnos, en el mundo kafkiano, tan actual, que hoy nos parece leer a un contemporáneo.

Kafka nació a fines de siglo y vivió a principio del siglo veinte, vio nacer las Vanguardias: el Expresionismo, el Cubismo francés, el Dadaísmo suizo, el Futurismo italiano, el Constructivismo ruso, el Psicoanálisis. Sufrió la Primera Guerra Mundial, el nacimiento de los conceptos totalitarios que gestaron el Nazismo y el Comunismo, vio el desarrollo de diversas maquinarias, el automóvil, el cine (que le encantaba), los inventos aeronáuticos y los avances científicos.

Kafka es sin duda un hombre de su época y algo más, un visionario, un revolucionario literario, transformó sus conflictos personales en símbolos y parábolas literarias, creó un mundo que fluctúa entre la realidad y la irrealidad. Fue un ser angustiado por un entorno familiar y por una enfermedad que lo devoró lentamente: la tuberculosis. 

Kafka transformó sus conflictos y sus miedos, en literatura. La vida de Kafka es en sí misma una «Metamorfosis» de lo real a lo literario y se aferró a la literatura como una manera de sobrevivir y trascender.                                            

Borges fue casi su contemporáneo, vivió aquella Europa convulsa desde la dulce Suiza, también fue atraído por las vanguardias, pero era hombre del sur latinoamericano, un lugar lejano. Sin embargo, la afinidad existencial y el encuentro intelectual a través de la literatura, los unió.

La vocación literaria en Kafka fue definitiva y temprana, como Borges, quien asumió su destino literario impulsado por su padre y como un deber ineludible. 

Kafka, en varias de sus cartas expresa la necesidad de concentrar sus energías en escribir, aunque esto signifique la renuncia al matrimonio y la familia.  

Kafka nació en el seno de una familia burguesa judía, de habla alemana, una minoría especial, con un fuerte entrecruzamiento de culturas. Borges pertenece a una familia patricia, culta, criolla, pero también con una visión cosmopolita y europeizante, de pronunciadas influencias culturales.

Los dos tuvieron padres determinantes. En el caso de Kafka, el padre es una figura que marca conflictivamente su vida y su literatura y se confunde con el poder y el autoritarismo, en el caso de Borges, el padre es una figura importante, es el introductor al mundo de la literatura.

A Kafka y a Borges el cuerpo les reserva sorpresas, ambos son personas enfermas, en el caso de Kafka, la tuberculosis termina adueñándose de él con una muerte temprana. En Borges, su ceguera lo acompañará hasta la muerte tardía.  Ambos fueron enamoradizos y vieron en la mujer su musa inspiradora, pero ambos, amaron la literatura por encima de todo.

Las cartas de Milena Jesenka, traductora de la obra de Kafka al checo y con quien tuviera en 1920, una relación que termina en ruptura en 1921, son un interesante retrato de la personalidad de Kafka, nos describe la extraña manera de reaccionar de Kafka, sus miedos y la posesión que la literatura tenía sobre él. 

Kafka inspiro a varios artistas con sus obras. Alberto Ginastera, el compositor argentino creador de la Opera Bomarzo, puso música a las cartas de Milena y tradujo musicalmente aquel amor turbulento. Varios directores filmaron sus temas: El Proceso (1962) dirigida por Orson Welles; La Metamorfosis (1975) dirigida por Jan Nemec; Kafka (1991) director Steven Soderbergh; El Castillo de Michael Haneke; y varias versiones modernas.

Para Kafka, la literatura fue la fuerza que le daba vida, y guardaba su energía para poder escribir. 

En el vecindario judío de Praga, en el Museo de Kafka, se encuentran casi todas las ediciones de su obra. Según me informara el guía, siempre llega nuevo material. Kafka caminó por aquellas calles empedradas y sinuosas, estuvo en la Sinagoga y en el cementerio, donde ahora está enterrado. Toda esa atmósfera laberíntica y gris se refleja en su narrativa.

La metamorfosis (1915) es tal vez el relato más famoso. El personaje al despertarse una mañana para ir a su trabajo se encuentra convertido en un insecto parecido a una cucaracha. Es un relato donde lo irreal se vuelve real y donde todo lo narrado parece un sueño, una metáfora. 

Se ha estudiado el texto, desde el punto de vista psicoanalítico, social, filosófico, existencial, religioso. Lo cierto es, que el lector, al terminan de leer La metamorfosis, no puede evitar la inquietud, la sorpresa, cierta pegajosa ansiedad. 

Los bordes del ser y no ser se confunden. Los temas de Kafka: el poder, el autoritarismo, la postergación, la burocracia, la culpa, parecen ser inherentes al hombre. 

Kafka estudió hebreo, la Tora, y soñó con ir a Israel, solo alcanzó a recorrer algo de Europa y morir en Austria, dejando a su amigo Max Brod su obra y pidiéndole que la quemara. Extraño designio, pero no solo no fue cumplida su voluntad, si no que su obra vive con rotunda expresión.

Se cumplen cien años de su muerte, pero en realidad, desde que comenzaron a circular sus libros, Kafka nos acompaña. Como escritor, lo leemos y releemos, convive con nosotros, se traduce a otras lenguas, aparecen nuevas ediciones, Kafka esta más vivo que nunca, incluso desafía a las nuevas generaciones, a los estados mentales y a la drogadicción, a las guerras y a las relaciones interfamiliares, desafía al ser en cuanto a «humano» y, tal vez, desafíe a la IA. 

Kafka está con nosotros, venció el tiempo y por ahora, comparte la memoria histórica, el sueño de la humanidad. 

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