Entre las cosas buenas de este verano, está el concierto en Sahagún de la pianista Nuria Ruiz Pastrana, natural de Cádiz y con una carrera forjada entre Andalucía, Badajoz y Madrid de la mano de los más reputados profesores.

Una carrera llena de premios,  que sería aburrido reproducir aquí, pero vertiginosa puesto que María Ruiz Pastrana solo tiene veintiséis años. Y por qué León, por qué Sahagún. Sin duda por el peso de las raíces, y las de Nuria están en León, concretamente en Sahagún. 

Conocí su música antes de conocerla a ella y mi curiosidad pudo más que las ganas de silencio a que invitaba el campo: 

  • ¿Quién toca el piano en tu casa?, pregunté una tarde a su abuela Dora. 
  • Es mi nieta que va a dar un concierto el 7 de agosto

Estábamos en julio y me apunté la fecha sin demasiado interés y sin saber dónde estaría aquel día. 

La casa familiar está protegida con una gran escalera exterior cubierta toda ella de yedras, parras, higueras. Pero el piano suena en la planta baja y Nuria está de espaldas aporreando las teclas. No le veré la cara hasta el 7 de agosto. 

Aquí el invierno es puro hielo pero estamos en este verano y todo León es un horno, amenazado además por los humos de incendios cercanos. 

Ese domingo por la mañana, día del concierto, me vi volviendo del campo y escuchando otra vez unas piezas pianísticas que luego supe que eran  de Bach, Shumann,  Debussy, C. Frank… 

  • Y todas bailables, le dije cuando me sorprendió escuchando al ir a cerrar la ventana  una vez concluido el ensayo.
  • Sí,  son danzas, contestó con una sencillez digna de Mozart niño. 

Danzas escogidas dedicadas a un público variado, que esa tarde pudo comprobar el total acierto de su elección. Danzas que, por su aparente ligereza y facilidad, gustaron a todos, engañando quizás, con sus ritmos marcados, acerca de su hondura y complejidad. Como que por su gracia y donosura fueran fáciles de interpretar. Nada más lejos. 

Nuria Ruiz Pastrana sorprendería -también en esto a su público- con un acercamiento simpático y bien administrado, que logró introducirnos, de pie y micrófono en mano, en las circunstancias en que tales bellezas se produjeron: a quién o quiénes habían nacido dedicadas, de qué fuentes había bebido su autor. Por qué el Ave María de Gounod es clavada en sus compases iniciales al Preludio n⁰ 1 en Do Mayor de J. S. Bach…

Un éxito apoteósico del programa y de su ejecución que incluyó, además del citado Preludio, la Suite Inglesa n⁰ 2 en La menor de Bach (Preludio, Alemanda, Courante, Sarabanda, Bourrée I, Bourrée ll, Giga) y Escenas para niños op. 15 de Shumann.

Eso en la primera parte. La segunda parte nos llevó del impresionismo de Débussy (La catedral sumergida) al más puro romanticismo del Preludio, Coral y Fuga de César Frank. 

Todo bailable, todo danzas. Qué paciencia tuvo que tener Nuria Ruiz Pastrana aquella mañana con alguien que, ante la música, suelta lo primero que le viene a la mente.

El Auditorio Carmelo Gómez de Sahagún, que empezó a media entrada, al final del concierto estaba a rebosar, y el 7 de agosto de 2022 será ya siempre día para recordar. 

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