Manifestaciones de anarquismo en el Río de La Plata

Temas de América Latina

Javier Milei y Yamandú Orsi ©AqM-IA
Javier Milei y Yamandú Orsi ©AqM-IA

La situación política actual en las dos orillas del Río de la Plata, Argentina y Uruguay, está representada por dos gobiernos nacionales que tienen posturas ideológicas opuestas:

Javier Mieli, quien se considera un «economista liberal libertario» y «anarcocapitalista», sin experiencia política ni trayectoria en la gestión del Estado, tampoco con méritos en el mundo académico por más premios que le otorguen sus amigos del club de la ultraderecha, preside Argentina.

Y Yamandú Orsi, un profesor de historia, político de centroizquierda, con larga trayectoria de gestión, a quien se considera sucesor del expresidente José «Pepe» Mujica, preside Uruguay

El anarquismo en la Argentina tiene una prolífica historia en defensa de gente vulnerable, pero una rama de ese movimiento adoptó la violencia terrorista contra las injusticias del poder, y eso le granjeó mala fama.

A principios del siglo veinte, Rosario era la segunda concentración obrera del país, ligada a las exportaciones, y los trabajadores eran sometidos a duras condiciones de trabajo, allí se hizo la primera huelga nacional, y se propagó la idea de supresión de toda autoridad (acratismo). Rosario fue llamada la «Barcelona del Río de la Plata». Entre los años 1920 y 1930 los obreros anarquistas chocaron con el fascismo, y este último logró imponerse.

En la segunda mitad del siglo veinte surgieron los hippies, el Mayo Francés, la antisiquiatría, el ecologismo, los movimientos antisistema, así como otras manifestaciones sociales y culturales que apelan a ese espíritu ácrata y tuvieron aquí repercusión.

Hoy, la clase obrera no puede expresarse si no es a través de los sindicalistas, que perdieron el prestigio que alguna vez tuvieron, cuando estaban en manos de anarquistas y socialistas, pues, simulan representar los intereses de los obreros pero están enquistados desde hace décadas, incurren en el nepotismo, y hasta revelan conductas mafiosas.

A espaldas de los obreros hacen acuerdos con el Estado, con los empresarios, y son multimillonarios. Algunos sindicalistas viven como figuras del jet set en mansiones, con guardia pretoriana, tienen jet privado y yate, y también suculentas cuentas en paraísos fiscales. La impunidad los protege.

El estoicismo resurgió como guía de vida en muchos jóvenes, influenciados por declaraciones de gente famosa que lo adoptó y de la literatura de autoayuda, por eso está de moda en Occidente. El estoicismo y el anarquismo, son dos filosofías distintas, sin embargo comparten su crítica a la autoridad y la búsqueda de la libertad individual.

En Grecia, los antiguos estoicos resaltaban valores como la virtud, la razón, la aceptación de aquello que no se puede cambiar, incluyendo las estructuras de poder. Y el anarquismo como filosofía política, rechaza sin ambages la autoridad del Estado, pretende abolir las jerarquías, impedir la coerción, fomenta la autogestión y la cooperación.

Eduardo Galeano, autor del libro Las Venas abiertas de América Latina (censurado por las dictaduras de Uruguay, Argentina y Chile), en una entrevista después de la asunción de Tabaré Vázquez (el primer presidente socialista de la historia uruguaya), dijo: «Los uruguayos somos conservadores anarquistas», y consideraba que al uruguayo no le gusta que lo manden.

Comentó que Tabaré, prestigioso médico oncólogo, había resucitado el Club Progreso, fundado un 1º de mayo a principios del siglo veinte por anarquistas y socialistas. Añadió que, «Los médicos tienen prestigio mágico en América latina». Y mencionó al chileno Salvador Allende, quien era médico, socialista y masón.

Galeano, firme defensor de la democracia, no estuvo enrolado en el anarquismo, pero su crítica al poder central, el capitalismo, el imperialismo, y la defensa de la autonomía en sus diferentes vertientes, lo aproximaron a las teorías anarquistas, como sucedió con numerosos escritores de las dos orillas.

Ya han pasado unos años de su fallecimiento, y aquel intelectual formado en los cafés de Montevideo y anclado en la cultura popular, sigue presente, como sucede con Roberto Arlt o Gabriel García Márquez, en tiempos proclives al olvido. Galeano siempre consideró el punto de vista de los excluidos, de los «ninguneados», así los llamaba.

Ahora bien, qué tiene que ver el anarquismo con el liberalismo, y éste con los libertarios, porque ser libertario no es lo mismo que ser liberal.

Para hablar del liberalismo hay que remontarse a la Revolución Francesa con su célebre lema. El liberalismo es mucho más que la libertad de mercado y la propiedad privada, que para los libertarios constituye el santo y seña.

El liberalismo genuino busca la reducción de la desigualdad y promueve valores como la fraternidad. J.Stuart Mill, un liberal clásico, calificado de socialista liberal, creía que nadie puede ser un buen economista si no es algo más…Y John Maynard Keynes, un liberal moderno (apoyaba la intervención estatal) pensaba que la economía era una ciencia moral.

En nuestros días, la libertad en manos de los libertarios es una libertad sui generis, con cabida para la insolidaridad, el egoísmo ético, la insensibilidad social, la aporofobia y hasta la crueldad con los más débiles, bástenos observar a Trump, Milei, Bukele y otros que viven en una atmósfera artificial.

Los libertarios tienen indiferencia hacia la cultura y, en educación combaten la universidad estatal, como si los conocimientos sólo los obtuvieran quienes pueden pagarlos. Además, se dividen entre minarquistas y los que suprimirían por completo el Estado…

A toda costa declaran enemigos a aquellos que no participan de sus ideas, cuando no los acusan de comunistas, wokistas, y otros calificativos descalificantes.

El marxismo no se concibe sin el siglo de las luces, la filosofía alemana, la economía inglesa y el socialismo utópico francés. Creía que el sujeto histórico era quien iba a transformar la sociedad (utopía), planteando la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía dueña de las empresas. Y tuvo en alta consideración al racionalismo y la ciencia.

La cultura woke no tiene nada que ver con la lucha de clases, este progresismo lucha por las «identidades discriminadas» por género, raza, marginalidad u otras situaciones, y además valora los principios de las poblaciones originarias, que no sería de mayor interés para el marxismo.

En fin, estimo necesaria una tarea de «desambiguación» con estos términos que dan lugar a confusión, y nada mejor que remitirse a los orígenes, ignorados por el déficit cultural de sus líderes y la manipulación que hacen de ellos.

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