Sobre el libro Madrid, de Andrés Trapiello, aparecido en 2020, ya he escrito anteriormente en otro sitio, pero se me quedaron cosas en el tintero, bueno, se le quedaron a él. Cosas como estas…
«Jamás es nunca para siempre ni nunca acabamos de comprender la realidad. Sobre todo por dentro»
«Todo lo malo acaba pasando: lo bueno no se pasa nunca, contra lo que creen algunos, y gracias a ello sobrevivimos».
«Recordar lo que nunca ha sucedido es una de las perversiones de la memoria». Como decía Goethe, y en Madrid cita Trapiello, «la memoria llega hasta donde llega el verdadero interés».
«Tiene el olvido razones que la memoria ignora».
«A la utopía mejor ir solo, porque con más gente suele acabar la cosa en alguna masacre».
“En arte, el defecto que ha logrado sobrevivir acaba mirándose como una cualidad».
Pero si de Madrid hablamos, escribe Trapiello…
«Madrid ha sido, es y será paradoja colosal: esa tierra de nadie de la que cualquiera puede hacer su patria, sin arrebatársela a ninguno ni estorbarle su condición de puerto franco en el que todos puedan ser libres e iguales».
También que el maravilloso parque urbano Madrid Río, levantado entre 2006 y 2012 (cerca del que vivo yo) es «lo mejor que le ha pasado a Madrid desde que derribaron en 1868 la cerca de Felipe IV para unos madrileños que han vivido de espaldas al río como los valencianos y barceloneses vivieron durante siglos de espaldas al mar. Y el triunfo del Manzanares sobre todos sus graciosos detractores: hoy (2020) han logrado aclimatarse en sus riberas y corrientes abubillas, garcetas, el martín pescador, gaviotas comunes y gaviotas reidoras, una garza real (bajo el puente de Toledo), ánades azulones, gansos del Nilo, galápagos de Florida, gallinejas comunes, pitos reales, cormoranes y torcaces. Todo lo que fluye es duradero».
Algo que he leído recientemente y merece la pena leerse es esto que escribe el historiador Fernando García de Cortázar en su libro también del año 2020, Y cuando digo España. Todo lo que hay que saber (otro libro sobre el que ya he dejado escrito algo también en otro lugar):
«Y Madrid, el cielo, los atardeceres de Madrid, la capital del dolor, la capital de la gloria, el rompeolas de las Españas, la ciudad donde escribo, una novela que no cesa, un cuadro que multiplica el latido inmenso que pasa por él, una canción imposible que suena a Bocherini y a Chapí y a Sabina, el lugar donde se cruzan todos los caminos de España, donde se disuelven las crispadas identidades milenarias y se ve más claro hasta qué punto el nuestro es un país acogedor y tolerante».